La suerte y el azar es el fruto de la siembra

La suerte y el azar es el fruto de la siembra pero los humanos no creen en la Inteligencia divina, pero sí en la estupidez, en el azar y en el absurdo.

OMRAAM MIKHAEL

LA SUERTE Y EL AZAR

El hombre sabio comulga con la colectividad de las almas del universo.

No creen en el Creador, ni en la Inteligencia cósmica, ni en el mundo divino, ni en la justicia, ni en la bondad, y sin embargo creen que cosecharán frutos sin haber plantado y sembrado nada. Si conociéramos la reencarnación y sus leyes, sabríamos que no hay que esperar, que hay que preparar el terreno para obtener lo que se pide, y que si hubiéramos trabajado en encarnaciones anteriores, tendríamos todo lo que deseamos en la vida.

Como podéis ver, los seres humanos no creen en La Inteligencia Divina, pero sí en la estupidez, en la suerte, el azar y en el absurdo. Algunos materialistas creen que los átomos se han armonizado entre ellos por azar, de manera que han creado cerebros inteligentes. Pero pregúntale a un labrador si es el azar quien gobierna la naturaleza: os responderá que no se cosechan higos en las cepas de los viveros, ni ciruelas en los cardos.

Y si sabe esto, también sabe que la inteligencia produce inteligencia, y el absurdo produce absurdo. Entonces, ¿cómo se entiende que los sabios puedan creer que un azar estúpido, insensato y caótico haya creado un mundo tan inteligentemente organizado? ¡Verdaderamente, es inaudito!

La alternancia del día y la noche nos enseña que el hombre debe vivir en los dos mundos, es decir, desarrollar su intelecto y distinguir bien los detalles en el plano físico, pero sin permanecer exclusivamente en dicho plano, ya que entonces nunca llegaría a ser completo al faltarle la inmensidad del corazón y del alma. El hombre sabio sabe que debe comulgar con la colectividad de las almas del universo y trabajar al mismo tiempo en el plano físico.

Vive en el plano divino y en el físico al mismo tiempo; así se beneficia de la riqueza de ambos mundos. En mi opinión un materialista no es un hombre inteligente, porque no ha estudiado bien las cosas: ha contado solo con su intelecto, y como éste es el asesino de la realidad, la verdadera realidad se le escapa. Pero no me interpretéis mal, no quiero restarle importancia al sol. Nuestro sol está unido al sol espiritual, y a través de él nos podemos comunicar con este sol espiritual.

Del mismo modo, nuestro sol, el intelecto, está unido al sol del plano causal, que es la sabiduría universal, el conocimiento absoluto. Así pues, nuestro sol es una etapa, una puerta, un grado. Sin embargo, no se os ocurra decir: Si esto es así, ya no iré al sol porque oculta la realidad.

No la oculta, solo lo hace para aquéllos que no saben ir más allá. Si el día pone de manifiesto la importancia de la tierra, de los detalles, de lo pequeño, la noche pone de manifiesto su insignificancia. ¿Tenéis problemas, inquietudes? Contemplad las estrellas por la noche y sentiréis que, poco a poco, todo lo negativo empieza a desaparecer, que os volvéis nobles, generosos, indulgentes y que incluso os reís de las ofensas y vejaciones que os hacen.

Cuando el hombre consigue desligarse de esta ínfima realidad que es la tierra y se lanza a la inmensidad, se convierte en algo grande y se fusiona con el Espíritu cósmico. Pero, a continuación, tiene que regresar y reemprender sus tareas, ya que no puede desaparecer del todo porque debe permanecer en la tierra y cumplir con sus obligaciones.

PREPÁRENSE

Prepararse... pero, ¿cómo?

Prepararse es tener pensamientos, sentimientos y una actitud que atraerá hacia una determinada familia seres excepcionales. La Ciencia iniciática enseña que no es por azar el que tal o cual niño nazca en una familia: consciente o inconscientemente, son los padres los que le han atraído. Por eso los padres deben llamar conscientemente a los genios, a las divinidades. Pueden escoger a sus hijos: esto es algo que la mayoría no sabe.

Así pues es necesario revisado todo desde el principio, y el principio es la concepción de los hijos. Los padres no piensan que deben prepararse durante meses y años como para un acto sagrado. Frecuentemente, es en una noche de desenfreno, después de haber comido y bebido abundantemente, cuando conciben un hijo. Ese es el momento que escogen, si se puede decir que lo escogen. Podrían esperar a tener un momento de paz, de lucidez, un momento que reinara en ellos una gran armonía. Pero no; esperan a estar excitados por el alcohol, sin saber ni dónde están; ¡y en ese estado magnífico conciben un hijo! Pero, ¿qué elementos creéis que introducen en él? Un hijo que viene al mundo cargado de semejantes elementos no puede ser otra cosa que la primera víctima de sus propios padres.

Entonces... ¿A quién hay que educar?

Yo os digo que no es a los hijos, sino a los padres.

En casa, los padres no dejan de dar a sus hijos el triste espectáculo de sus disputas, de sus mentiras, de su falta de honestidad. ¿Cómo se imaginan que van a educarles? Se ha comprobado que un bebé puede caer enfermo y manifestar perturbaciones nerviosas a consecuencia de las disputas entre sus padres: aunque no esté presente, estas disputas crean a su alrededor una atmósfera de desarmonía que el niño siente, porque está todavía muy unido a sus padres. El bebé no es consciente, pero a pesar de ello es muy receptivo, y su cuerpo etérico es el que recibe los choques.

Los padres deben tomar conciencia de sus responsabilidades.

No tienen derecho a invitar espíritus a encarnarse si son incapaces de mostrarse a la altura de su cometido. Veo que algunos se conducen de una manera tan inverosímil que no puedo evitar el preguntarles : Pero veamos: ¿amáis verdaderamente a vuestros hijos? Se indignan: ¿Cómo? ¿Si amamos a nuestros hijos? ¡Naturalmente que amamos a nuestros hijos! Pues bien, no lo creo, porque si les amarais, cambiaríais de actitud comenzando por corregir en vosotros ciertas debilidades que se reflejan de forma muy negativa en ellos. No hacéis ningún esfuerzo. ¿Es ese vuestro amor?

Aunque sé que el porvenir de la Fraternidad está en los niños, es de los padres de quienes me ocupo; quiero hacerles comprender que no deben traer niños al mundo solo por satisfacer ese instinto atávico de procrear. Ese instinto existe naturalmente, pero debe ser comprendido de manera más espiritual, es necesario que el pensamiento, el alma, el espíritu participen en ese acto para que el niño esté unido a un mundo superior. En la mayoría de los casos, los humanos se comportan como animales: comen, beben y procrean. A semejanza de éstos, no hay nada espiritual en sus actos. El amor no tiene ninguna importancia, es el placer lo que cuenta, y este placer momentáneo lo pagarán durante toda una vida, y se lo harán pagar también a sus hijos.

¿Queréis que me ocupe de los niños? ¡Ah, no! Es mejor que me ocupe de vosotros, y ocupándome de vosotros, indirectamente me ocupo de los hijos que ya tenéis y de los que tendréis más tarde.

APRENDIZAJE

Cuando quieren un hijo, la mayoría de los hombres se imaginan que sus poderes se limitan a realizar físicamente lo que hace falta para ello, y que todo el resto: la constitución del niño, su carácter, sus facultades, sus cualidades y sus defectos, dependen del azar o de la voluntad de Dios, de quien no tienen una idea muy precisa. Como han oído hablar de las leyes hereditarias, suponen que ese hijo se parecerá física y moralmente a sus padres, a sus abuelos, a un tío o a una tía. Pero no piensan que está en sus manos el favorecer o impedir ese parecido, y de una manera general, el escoger lo que será ese niño. Pues bien, es ahí donde se equivocan: los padres pueden influir sobre el hijo que viene a encarnarse en su familia.

La Enseñanza de la La Ciencia Iniciática muestra al hombre y a la mujer cómo prepararse para alcanzar el grado de pureza y el estado de espíritu óptimo para concebir un hijo, escogiendo -según las mejores influencias planetarias- incluso el momento de la concepción.

¿Cómo han podido descender tan bajo los hombres, dejando al azar un acontecimiento tan importante como la concepción de un hijo?

Es ahí donde es necesario pedir la ayuda del Cielo, la presencia de los ángeles, para poder atraer un espíritu poderoso, luminoso, que sea un bienhechor de la humanidad. En lugar de hacerlo así, piden ayuda al alcohol o a lo que sea, y a menudo en ese momento el hombre se comporta como un animal: violenta a su mujer, la cual comienza a alimentar hacia él sentimientos de desprecio, repugnancia y venganza... ¿Cómo extrañarse si después aparece un monstruo?

Como podéis ver, los seres humanos no creen en La Inteligencia Divina, pero sí en la estupidez, en la suerte, el azar y en el absurdo. No creen en el Creador, ni en la Inteligencia cósmica, ni en el mundo divino, ni en la justicia, ni en la bondad, y sin embargo creen que cosecharán frutos sin haber plantado y sembrado nada