La discusión sobre la verdad y la lógica

El hombre meditativo, con su tranquilidad, sabe que la verdad no se conquista con trucos lógicos, sino que se revela al corazón que se abre sin reservas.

OSHO

La historia de los monjes Zen

En un templo Zen en Japón, la tradición establece que un monje viajero puede alojarse por una noche si gana un debate sobre budismo contra un monje residente. Un día, el hermano menor, que era menos erudito y solo tenía un ojo, debe debatir en silencio con un monje. Cuando el monje viajero se retira, le cuenta al hermano mayor que su discusión fue sobre los principios del budismo, la doctrina y sus seguidores, y que el hermano menor le ganó con un gesto profundo que simbolizaba la unidad de estos conceptos.

Sin embargo, cuando el hermano menor regresa, le da una versión completamente diferente al hermano mayor. Le dice que el monje viajero lo insultó al señalar que solo tenía un ojo. En respuesta, él hizo gestos para felicitar al monje por tener dos ojos y luego lo amenazó con el puño. El hermano mayor, al escuchar las dos versiones contradictorias, se ríe.


La lección de Osho

A partir de esta historia, el autor, Osho, reflexiona sobre la futilidad de la discusión y el debate.

  • La verdad no se alcanza con la lógica: Las discusiones solo ofrecen un «alojamiento por una noche», una victoria temporal que no es la meta final. La lógica y la razón solo pueden llevar a conclusiones hipotéticas o «medias verdades», que para el autor no existen, ya que la verdad es un todo.

  • La discusión es una forma de violencia: Cuando se debate, la mente busca la victoria y la dominación, no la verdad. Esto crea una barrera que impide la comprensión genuina y la conexión entre las personas. El objetivo no debe ser ganar, sino permitir que la verdad prevalezca sobre ambos.

  • La fe supera a la lógica y la ciencia: El texto utiliza la metáfora de un científico, un filósofo y un hombre religioso compitiendo por un puesto. El científico se agota buscando una solución y el filósofo se confunde en sus propios pensamientos. En cambio, el hombre religioso, que se acerca a la vida con fe y sin expectativas, descubre que la «puerta» (la vida) nunca estuvo cerrada y no necesitaba ser resuelta, sino simplemente vivida.

  • La verdad es una experiencia, no un problema: La vida no es un acertijo que deba ser resuelto con la mente o el intelecto. Es un misterio que debe vivirse y experimentarse con confianza y fe. Las discusiones solo sirven para crear separación y obstaculizan el camino hacia la verdad, que solo puede ser revelada a un corazón abierto.

La Anécdota Zen

Un monje viajero busca alojamiento en un templo zen, donde la tradición dicta que debe ganar una discusión con uno de los monjes residentes. El hermano mayor, erudito, le pide a su hermano menor, menos instruido y con un solo ojo, que se encargue del debate en silencio. El viajero, al irse, le explica al hermano mayor que su hermano menor ganó el debate con gestos profundos sobre la unidad del budismo, su doctrina y los seguidores.

Sin embargo, el hermano menor tiene una interpretación completamente diferente. Él cree que el viajero se burló de su discapacidad visual y que sus propios gestos fueron una serie de respuestas corteses que terminaron en una amenaza de pelea. El hermano mayor se ríe ante la gran diferencia en la interpretación de los mismos gestos.


El Significado Simbólico de la Discusión

El autor utiliza la anécdota para explicar que las discusiones son, en esencia, inútiles porque no conducen a la verdad. Ganas una discusión, pero solo obtienes «alojamiento por una noche» (una victoria temporal) y no la verdad final. El debate se convierte en una violencia del ego que busca la victoria en lugar de la comprensión.

La comprensión requiere simpatía, humildad y una mente dispuesta a escuchar, mientras que la discusión fomenta la confrontación y la separación. Esto se demuestra con la analogía de un científico, un filósofo y un hombre religioso que buscan ser ministros. Mientras que el científico y el filósofo se pierden en la lógica y la razón para resolver un problema de la vida, el hombre meditativo, con su tranquilidad, se da cuenta de que la puerta no estaba cerrada en primer lugar. La vida no es un problema a resolver, sino un misterio a vivir. La verdad no se conquista con trucos lógicos, sino que se revela al corazón que se abre sin reservas.