Verdad absoluta o lógica hipotética # 1

Verdad absoluta o lógica hipotética parte 1. Las discusiones son fútiles y estúpidas. La discusión es tonta, nadie llega a la verdad mediante la discusión.

OSHO

ALOJAMIENTO A CAMBIO DE DIÁLOGO

Según una antigua tradición de ciertos templos zen japoneses, si un monje que está de paso, y sale airoso de una discusión sobre budismo con uno de los monjes residentes, puede pasar allí la noche. En caso contrario, tiene que irse.

LA HISTORIA

En el norte de Japón había uno de estos templos, dirigido por dos hermanos. El hermano mayor era muy erudito y el hermano menor era más bien tonto y solo tenía un ojo. Cierta tarde un monje llegó a pedir alojamiento. El hermano mayor estaba muy cansado, pues había estado estudiando durante muchas horas, así que le dijo al hermano menor que fuera y se hiciera cargo de la discusión.
Pide que el diálogo tenga lugar en silencio -dijo el hermano mayor. Poco después el viajero se acercó al hermano mayor y dijo: Qué tipo tan encantador es tu hermano. Ha ganado limpiamente la discusión, por lo que tengo que irme. Buenas noches.
Antes de marchar -dijo el hermano mayor-, te ruego que me cuentes cómo fue el diálogo.
Bien -dijo el viajero-, en primer lugar levanté un dedo para representar a Buda. Entonces tu hermano levantó dos dedos para representar a Buda y su doctrina. Así que yo levanté tres dedos, para representar a Buda, su doctrina y sus seguidores. Entonces tu avispado hermano agitó su puño cerrado ante mi cara, para indicar que los tres procedían de un mismo acto de comprensión. Dicho lo cual el viajero se marchó.
Poco después llegó el hermano menor, con un aire muy preocupado. Me he enterado de que ganaste la discusión -dijo el hermano mayor. No gané nada -dijo el hermano menor-. Este viajero es un hombre muy bruto. -¿Si? -dijo el hermano mayor-. Dime el tema de la discusión.
Pues -dijo el hermano menor-, en cuanto me vio, levantó un dedo para insultarme indicando que solo tengo un ojo. Pero como era forastero, pensé que tenía que ser cortés, por lo que yo levanté dos dedos, felicitándole por tener dos ojos. Ante lo cual, el miserable grosero levantó tres dedos, como queriendo decir que entre los dos solo teníamos tres ojos, por lo que me enfadé y le amenacé con darle un puñetazo en la nariz. Así que se fue.
El hermano mayor se rió...

OSHO EXPLICA

Todas las discusiones son fútiles y estúpidas. La discusión es tonta en sí misma, porque nadie puede llegar a la verdad mediante la discusión, mediante el debate. Podrás conseguir alojamiento para la noche, pero nada más. Lo que explica esta costumbre.

Es una tradición preciosa. En cualquier templo zen del Japón, durante muchos siglos, si pides alojamiento tienes que discutir. Si ganas la discusión puedes quedarte, esto es muy simbólico, pero solo por una noche. Llegada la mañana debes irte. Lo cual indica que mediante la discusión, la lógica, el razonamiento, nunca alcanzarás el objetivo, solo alojamiento por una noche. Y no te engañes pensando que el alojamiento por una noche es el objetivo. Tienes que continuar. Por la mañana tienes que ponerte de nuevo en camino.

Pero muchos se han engañado a sí mismos. Piensan que todo cuanto han conseguido mediante la lógica es el objetivo. El alojamiento nocturno se ha convertido en el no va más. Ya no avanzan y muchas mañanas han pasado. La lógica puede llevar a conclusiones hipotéticas, nunca a la verdad.

Y recuerda que lo que se aproxima a la verdad es también una mentira, porque ¿qué significa? Algo es verdadero o falso; no hay término medio. Algo es verdadero o no lo es... No puedes decir que es cierto a medias; no existe algo así, como tampoco existe un semicírculo, porque la misma palabra círculo significa lo completo. Los semicírculos no existen. Si es medio, no es un círculo.

Las medias verdades no existen. La verdad es el todo, no puedes tenerla a trozos, no puedes poseerla por partes.

Una verdad aproximada es un engaño, pero la lógica solo puede llevar al engaño. Puedes conseguir alojamiento para una noche, solo para retirarte, relajarte, pero no hagas -de él tu hogar. Por la mañana, tienes que seguir adelante, el viaje no puede acabar ahí. Por la mañana deberás volver a empezar, una y otra vez. Relájate en la lógica, en el razonamiento, pero no te quedes con esto, no te pares ahí, y recuerda continuamente que tienes que seguir.

Es una bella tradición. Y una cosa que hay que entender de la tradición y el significado: es simbólico. Segunda cosa: todas las discusiones son tontas, porque si mantienes una actitud de confrontación nunca podrás entender al otro. Todo cuanto te diga será mal interpretado. Una mente decidida a ganar, a conquistar, no puede entender. Es imposible, porque la comprensión necesita una mente no violenta. Cuando intentas salir victorioso, estás siendo violento.

La discusión es violencia. Puedes matar con ella, no puedes resucitar con ella. No puedes dar vida con ella, puedes asesinar con ella. Las verdades pueden ser asesinadas mediante discusión, pero no pueden ser resucitadas. Es violencia; la actitud misma es violenta. En realidad no pretendes la verdad, pretendes la victoria. Cuando el objetivo es la victoria, puedes sacrificar también la victoria.

El objetivo debe ser la verdad, no la victoria, porque cuando el objetivo es la victoria eres un político, no un hombre religioso. Eres agresivo, estás intentando de alguna manera subyugar al otro, dominarlo y tiranizado. Y la verdad nunca puede convertirse en una dominación, nunca puede destruir al otro. La verdad nunca puede ser una victoria en el sentido de que has subyugado al otro. La verdad aporta humildad. No son ego-trips, pero todas las discusiones son ego-trips. Por lo que la discusión nunca puede llevar a lo real; siempre conduce a lo irreal, lo falso, porque el mismo fenómeno que persigues, la victoria, es estúpido. La verdad gana, no tú, no yo. En una discusión tú ganas, o yo gano, la verdad nunca gana.

Los buscadores auténticos permitirán que la verdad venza a ambos. Los participantes en una discusión pretenden que la victoria les pertenezca a ellos, no debe pertenecer al otro. En la verdad, no hay otro. En la verdad, nos encontramos y nos convertimos en uno. Así que ¿quién puede ser el vencedor y quién el vencido? En la verdad, nadie resulta vencido. En la verdad, la verdad gana y nosotros nos perdemos. Pero en la discusión yo soy yo y tú eres tú; en realidad no existe un puente.

¿Cómo puedes comprender al otro cuando estás en contra de él? La comprensión es imposible. La comprensión necesita simpatía, participación. Comprender significa escuchar al otro, solo entonces florece la comprensión. Pero si estás discutiendo algo, debatiendo, razonando, no estás escuchando al otro, solo finges estar escuchando. En el fondo estás preparándote, en el fondo ya has dado el siguiente paso, lo que vas a decir cuando el otro acabe. Estás preparándote para refutarlo. ¡No le has escuchado, y estás intentando refutarle!

En realidad, la verdad no tiene importancia en una discusión, en un debate. Por lo que éste nunca es una comunicación, es imposible llegar a una comunión mediante el debate. Puedes discutir, pero cuanto más discutes... más te separas del otro. La separación, se convierte en un abismo; no puede haber terreno común. Por esto los filósofos nunca coinciden, los pandits nunca coinciden: son grandes discutidores. Se abre un abismo entre ellos. No pueden coincidir con el otro; esto es imposible.

Solo los amantes coinciden pero los amantes no pueden discutir, pueden comunicar. Por esto en Oriente hay una insistencia tan grande en shraddha: confianza, fe. Si discutes con tu maestro, se ensancha la brecha. Entonces es mejor seguir adelante; deja que este maestro sea el refugio de una noche, pero sigue adelante. Quedarte con él no te llevará a ninguna parte, la brecha se hará más grande. Si eres discutidor, no puede salvarse esa distancia. Es imposible. Confianza significa simpatía; confianza significa que no estás discutiendo -has venido a escuchar, no a discutir-. Has venido a entender, no a discutir. No has venido a vencer; en todo caso estás dispuesto a perder.

El auténtico discípulo está siempre intentando que el maestro le venza. Éste es el momento más grande en la vida del discípulo, cuando es totalmente destruido y derrotado. No es que el maestro vaya a ganar; él va a ser derrotado, el discípulo va a ser vencido. Y cuando el discípulo ya no existe, ha sido completamente derrotado, ha desaparecido, solo entonces se ha tendido un puente sobre la brecha, se ha salvado el abismo y el maestro te puede penetrar.

Por eso sucedió que los discípulos que Jesús reunió mientras recorría su tierra eran todos hombres sencillos, ni una sola persona educada. No es que no hubiera eruditos entonces; había grandes sabios en aquella época. Los judíos estaban en la cima de su gloria, por eso pudieron producir un hijo como Jesús. Él era la culminación. Jesús pudo suceder, lo que demuestra que los judíos estaban en la cumbre. Nunca más volverían a alcanzar semejante cumbre. Habían grandes eruditos, se organizaban grandes debates. La sinagoga judía era la sede del aprendizaje, una verdadera universidad. La gente viajaba de una parte a otra del país para discutir, debatir, razonar, descubrir; pero era una pelea. Ni un solo erudito siguió a Jesús.

De hecho, todos los eruditos estuvieron por unanimidad de acuerdo en que Jesús tenía que ser destruido. Todos los eruditos, gente educada, estaban dispuestos a matado. ¿Por qué? Porque él estaba en contra de la discusión. Amenazaba sus cimientos mismos; toda la estructura se hubiera derrumbado. Jesús hablaba contra la razón, y a favor de la fe, del amor, de cómo crear un puente entre dos corazones.

La discusión es entre dos mentes, dos cabezas; el amor, la comunicación, la confianza nacen entre dos corazones. Él estaba abriendo un nuevo camino -de amistad, de discipulado, de crecimiento-. Pensaba en términos de una dimensión totalmente diferente -la cualidad era diferente-. Decía: Dejad a un lado vuestras escrituras. No necesitamos vuestras biblias, porque son solo palabras. El erudito, el pandit, no podía tolerarlo. Jesús fue crucificado.

Sólo pudo encontrar gente sencilla: un pescador, un leñador, un zapatero. -hombres sencillos-. Todos sus discípulos, excepto Judas, eran incultos. Sólo Judas era verdaderamente culto, un caballero refinado, y vendió a Jesús por treinta monedas de plata. Este Judas culto y refinado le traicionó y Jesús sabía que si alguien podía traicionarle, ese era Judas. ¿Por qué? Porque al amor solo puede traicionarle la cabeza. El amor solo puede ser vencido por la lógica; ninguna otra cosa puede acabar con él.

Así que ésta es la segunda cosa a recordar antes de que yo entre en la anécdota: que mediante la lógica, la cabeza, la argumentación, os hacéis forasteros, mutuamente extraños; se pierde el puente que os une. ¿Cómo vas a alcanzar la verdad cuando no puedes entender al otro, cuando ni siquiera eres capaz de escucharle, cuando tu mente se limita a discutir y pelear? Eres violento, agresivo. Esta agresión no sirve.

Así pues, todas las discusiones son fútiles, nunca llevan a ninguna parte. Incluso cuando crees que se ha llegado a una conclusión, ésta es forzada; no se llega a ella gracias a la discusión. Puedes silenciar al otro, pero la convicción nunca llega actuando así; nunca. Y lo digo de forma categórica: nunca. Si posees ciertos trucos lógicos, puedes silenciar al otro, que puede ser incapaz de contestarte. Sabes más que él. Conoces más trucos y puedes acorralarlo mediante palabras y razonamientos mientras que él no puede responder. Pero no es ésta la manera de convencerle. En el fondo, él sabe que algún día encontraré más trucos y te pondré en tu lugar. Por el momento, no puedo contestarte. Muy bien, acepto la derrota. Ha sido derrotado, pero no lo has conquistado.

Y éstas son dos cosas diferentes. Cuando conquistas un corazón, no está derrotado, se siente feliz. Es victorioso en tu victoria, participa. No es tu victoria, ha vencido la verdad, y ambos podéis celebrarlo. Pero cuando derrotas a alguien, nunca es conquistado; sigue siendo enemigo. En el fondo espera el momento oportuno para imponerse.

Ningún debate puede convertirse en una convicción. Y si no se llega a la convicción, ¿en dónde está la conclusión? La conclusión es forzada, es siempre prematura. Es exactamente como un aborto, no es un parto natural. Lo has forzado, nace un niño muerto, o un niño lisiado, que seguirá siendo lisiado, débil y muerto durante toda su vida.

Sócrates acostumbraba decir: Yo soy una comadrona, asisto al parto natural. Un maestro es una comadrona. No va a forzar, porque un parto forzado no va a ser un parto auténtico. Es más como la muerte y menos como la vida.

Por esto un maestro nunca es discutidor. Y si a veces lo parece, solo está jugando contigo, y jugando por alguna razón. No te dejes enredar. Está jugando por alguna razón; puede discutir solo para averiguar si estás o no en una actitud discutidora. Si es así, tú te lo has perdido. Si puedes escuchar sus argumentos sin adoptar una actitud discutidora, él no va a jugar contigo este juego. Tiene que mirar en tu interior. Acaso estés escuchando conscientemente, pero discutiendo inconscientemente. Entonces él tiene que hacer aflorar tu inconsciente, para que te des cuenta de ello.

A veces un maestro parecerá agresivo, como si quisiera vencerte. Pero nunca quiere tu derrota, solo derrotar tu ego, no a ti; solo destruir tu ego, no a ti. Y recuerda: el ego es el veneno, te está destruyendo. Una vez que el veneno haya sido destruido, estarás libre y vivo por primera vez. Una luz abundante te sucederá por primera vez. Está destruyendo la enfermedad, no a ti.

A veces tiene que discutir. Han existido maestros muy discutidores. Era imposible vencerlos, imposible jugar el juego de las palabras con ellos. Pero simplemente intentaban hacer aflorar tu consciencia, para que pudieras darte cuenta de si tu fe era verdadera o no.

Sucedió una vez: un sufí, Junnaid, vivía con su maestro. Y éste era tan discutidor que negaba todo cuanto le decían. Si le decían: Es de día, él respondía: No, es de noche, y de hecho no era así, era de día. Cualquier cosa que Junnaid decía era negada por su maestro. Entonces él simplemente inclinaba la cabeza y decía: Sí, maestro, es de noche.

Un día, el maestro dijo:

Junnaid, has ganado. No pude despertar en ti una actitud discutidora. Y he sido tan obviamente falso que incluso alguien que nunca haya discutido nada hubiera dicho: Qué tontería. Es de día. No es necesario discutir, es tan evidente. Tú en cambio has dicho: Sí Maestro, es de noche. Tu confianza es profunda. Ahora nunca te discutiré, ahora puedo decir la verdad, porque estás preparado.

Cuando el corazón dice sí totalmente, estás preparado para escuchar. Y solo entonces puede serte revelada la verdad. Si el más mínimo no queda dentro de ti, la verdad no puede serte revelada, porque este no destruirá todo lo demás. El no, por pequeño que sea, es poderoso, muy poderoso; entonces la verdad será dicha, pero no te será revelada. El no va a ocultarla otra vez.

Por eso digo que todos los debates son fútiles, y por eso voy repitiendo una y otra vez que todo el esfuerzo de la filosofía ha sido inútil. No ha llegado a ninguna conclusión; no puede hacerlo.

CIENTÍFICO, FILOSOFO Y RELIGIOSO

Voy a contarte algo, y luego entraré en esta anécdota zen. Sucedió que un día el gran primer ministro de un gran emperador murió. El primer ministro era alguien excepcional, muy inteligente, casi sabio, muy listo, agudo, gran diplomático, y era muy difícil encontrarle un sustituto. Se buscó por todo el reino. Todos los ministros fueron enviados para encontrar por lo menos tres personas; entonces se tomaría la decisión final, y uno de ellos sería elegido.

La búsqueda se prolongó durante meses. Se peinó todo el reino; cada uno de los recovecos y rincones. Por fin se encontraron tres personas. Uno era un gran científico, un gran matemático. Podía resolver cualquier problema matemático, y las matemáticas son en realidad la única ciencia positiva, todas las ciencias son ramas suyas, o sea que estaba en la raíz.

Otro era un gran filósofo, era un gran constructor de sistemas: podía crear todo de la nada. Con meras palabras, podía crear sistemas muy bellos -es un milagro, solo los filósofos pueden hacerlo-. No tienen nada en sus manos; son los más grandes magos. Crean a Dios, crean la teoría de la creación, crean todas las cosas -y no tienen nada en las manos-. Pero son hábiles artesanos de palabras: juntan las palabras de tal manera que te dan una impresión de sustancia cuando no hay nada allí.

El tercero era un hombre religioso, un hombre de fe, plegaria, devoción. Y quienes habían estado buscando a estos tres debían de ser muy sabios, porque lograron su propósito.

Estos tres representan las tres dimensiones de la consciencia. Son las únicas posibilidades: un hombre de ciencia, un hombre de filosofía y un hombre de religión; son los cimientos.

El hombre de ciencia se ocupa en experimentos: si algo no es demostrado mediante experimentos, no puede ser aceptado. Es empírico, experimental; su verdad es la verdad del experimento.

El hombre de filosofía es un hombre de lógica, no de experimentos. El experimento no es la cuestión; solo mediante la lógica, prueba y refuta. Es un hombre puro, más puro que el científico, porque éste tiene que aportar experimentos, por lo que necesita el laboratorio. El hombre de filosofía trabaja sin laboratorio, solo con la mente, con la lógica, con matemáticas. Todo su laboratorio está en su mente, puede probar y refutar únicamente con argumentos lógicos. Puede resolver cualquier problema, o puede crear cualquier tipo de problema.

Y el tercero es la dimensión religiosa. Este hombre no contempla la vida como un problema. La vida no es un problema para un hombre religioso. No es nada que haya que resolver, es algo que hay que vivir.

El hombre religioso es el hombre de la experiencia, el científico es el hombre del experimento, el filósofo es el hombre del pensamiento. Para el religioso -el hombre de la experiencia-, la vida es algo que hay que vivir. Si hay alguna solución, surgirá de la experiencia, del vivir. Nada puede ser decidido de antemano mediante la lógica, porque la vida es más grande que la lógica. Ésta es una mera burbuja en el vasto océano de la vida, por lo que no puede explicarlo todo. Los experimentos pueden ser llevados a cabo solo cuando no estás implicado, los experimentos solo pueden ser llevados a cabo con objetos.

La vida no es un objeto, es el núcleo mismo de la subjetividad. Cuando experimentas eres diferente; cuando vives eres uno. Por lo que el hombre religioso dice: A menos que seas uno con la vida, nunca puedes conocerla. ¿Cómo puedes conocerla desde fuera? Puedes ir de un lado a otro, dando vueltas a su alrededor, pero nunca darás en la diana. Por lo que ni experimento, ni pensamiento, únicamente experiencia; simple, confiado: un hombre de fe.

Buscaron y encontraron a estos tres hombres, y entonces fueron convocados a la capital para el juicio definitivo. Dijo el rey: Descansad y preparaos durante tres días. En la mañana del cuarto día tendrá lugar el juicio, el final. Uno de vosotros será escogido; se convertirá en mi primer ministro –el que demuestre ser el más sabio.

Empezaron a trabajar, cada uno a su manera. ¡Tres días no eran suficientes! El científico tenía que pensar en muchos experimentos y llevarlos a cabo; era imposible saber de qué tipo sería el examen Así que no pudo dormir durante tres días, no tenía tiempo: y tenía toda la vida para dormir después de ser escogido, por consiguiente, ¿por qué preocuparse de dormir? No dormía, no comía. No tenía bastante tiempo; debía hacer muchas cosas antes del examen.

El filósofo empezó a pensar, tenía que resolver muchos problemas: ¿Quién sabe qué tipos de problema van a plantearme?.

Sólo el hombre religioso estaba tranquilo. Comía, y comía bien. Sólo un hombre religioso puede comer bien, porque comer es una ofrenda, es algo sagrado. Dormía bien. Rezaba, se sentaba afuera, paseaba, miraba los árboles y daba gracias a Dios; porque para un hombre religioso el futuro no existe y no hay examen final. Cada momento es el examen, de modo que ¿cómo vas a prepararte para él? Puedes prepararte para algo que está en el futuro; pero si algo está ahora mismo, aquí, ¿cómo puedes prepararte para ello? Tienes que afrontarlo. No había futuro.

A veces el científico decía: ¿Qué estás haciendo? ¿Perdiendo el tiempo, comiendo, durmiendo, haciendo oración? Puedes decir tus oraciones más tarde. Pero él se reía y no discutía. No era hombre de discusiones.

El filósofo decía: Duermes, te sientas en el jardín, miras los árboles. Esto no te va a servir de nada. Un examen no es un juego de niños, tienes que estar preparado para superarlo. Pero él se reía. Creía más en la risa que en la lógica.

Y llegada la mañana del cuarto día, cuando se dirigieron al palacio para el examen final, el científico ni siquiera era capaz de andar. Estaba tan cansado por sus experimentos, como si toda su vida se le hubiera escapado. Estaba muerto de cansancio, como si en cualquier momento fuera a caer dormido. Los ojos le pesaban y su mente estaba turbia. Casi se había vuelto loco.

¿Y el filósofo? No estaba tan cansado, pero se sentía más inseguro que nunca, porque había pensado y pensado, y argumentado y argumentado, y no hay argumento que pueda convertirse en la conclusión. Estaba confuso, hecho un lío, era un caos. El día en que había llegado hubiera podido contestar muchas cosas, pero no ahora. Incluso sus respuestas ciertas se habían vuelto inciertas. Cuanto más piensas, más inútil se vuelve la filosofía. Sólo los tontos pueden creer en certezas. Cuanto más piensas, cuanta más inteligencia te llega, puedes darte cuenta de que no son más que palabras, no hay sustancia. Quiso volverse atrás, porque presentía que su esfuerzo iba a ser inútil. No estaba en forma. Pero el científico decía: ¡Vamos! Probemos. ¿Qué podemos perder? Si ganamos, bien. Si no ganamos, bien. Pero probemos. No te desanimes tanto.

Sólo el hombre religioso caminaba alegremente, cantando. Podía oír los pájaros en los árboles, podía ver la salida del sol, los rayos del sol en las gotas de rocío. Toda la vida era un milagro tan grande. No estaba preocupado, porque no había examen -llegaría y afrontaría lo que sucediera, simplemente llegaría y vería lo que pasara-. Y no pretendía nada, no estaba expectante, estaba fresco, joven, vivo; nada más. Así es como uno debe acercarse a Dios; no con fórmulas prefabricadas, no con teorías prefabricadas, no con muchos experimentos de investigación, no con muchos diplomas de doctor en filosofía. No, eso no va a servir de nada. Uno debe ir cantando y bailando hacia el templo. Y si estás vivo, entonces puedes responder a cualquier cosa que llegue, porque la respuesta llega de la vida, del corazón, y el corazón está preparado cuando canta, cuanto baila.

Llegaron. El emperador había montado una estratagema muy especial. Fueron conducidos a una habitación en la que había puesto una cerradura, un rompecabezas matemático. En la cerradura había muchas cifras, pero no había llave. Estas cifras tenían que ser puestas de cierta forma: ahí estaba el secreto, pero uno tenía que buscarlo y encontrarlo. Si aquellas cifras se colocaban de determinada manera, la puerta se abriría. El emperador les dijo: Éste es un rompecabezas matemático, uno de los más grandes que se han conocido. Ahora tenéis que encontrar la solución, no hay llave. Si podéis hallar la respuesta a este problema matemático, la cerradura se abrirá. Y la persona que salga primero de esta habitación será elegida. Así que ahora empezad. Cerró la puerta y salió.

Inmediatamente el científico empezó a hacer muchos experimentos, muchas cosas, muchos problemas sobre el papel. Miraba, observaba las figuras en la cerradura. No había tiempo que perder, era una cuestión de vida o muerte. El filósofo cerró los ojos, empezó a pensar en términos matemáticos qué hacer, cómo puede ser solucionado este rompecabezas, que era absolutamente nuevo.

Éste es el problema con la mente: si algo es viejo, puede encontrarse la respuesta; pero si algo es absolutamente nuevo, ¿cómo salir airoso con la ayuda de la mente? Ésta es muy eficaz con lo viejo, lo conocido, la rutina, pero se muestra inútil cuando se topa con lo desconocido.

El hombre religioso no se acercó a la cerradura, porque ¿qué podía hacer? No sabía nada de matemáticas, no sabía nada de ciencia experimental. ¿Qué podía hacer? Se limitó a sentarse en un rincón. Cantó un poco, rezó a Dios, cerró los ojos. Los otros dos pensaron que no era un competidor. De alguna manera está bien, porque el asunto se ha de decidir entre nosotros dos. Entonces, de pronto, se dieron cuenta de que el hombre religioso había abandonado la habitación, ya no estaba allí. La puerta estaba abierta.

El emperador entró y dijo: ¿Qué estáis haciendo ahora? Se acabó. El tercer hombre está fuera. Pero ellos preguntaron: ¿Cómo?.. Pero si no ha hecho nada. Así que le preguntaron al hombre religioso, y él les dijo: Sólo estaba sentado. Recé y una voz en mi interior dijo: Tú, tonto. Ve y mira. La puerta no está cerrada con llave. No había problema que resolver, de modo que salí.

La vida no es un problema. Si estás intentando resolverla, te la estás perdiendo. La puerta está abierta, nunca ha estado cerrada. Si la puerta estuviera cerrada, los científicos hallarían la solución. Si la puerta estuviera cerrada, los filósofos hallarían un sistema para abrirla. Pero la puerta no está cerrada, por lo que solo la fe puede servir -sin ninguna solución, sin ninguna respuesta prefabricada-. Empuja la puerta y sal.

La vida no es un acertijo que haya que resolver, es un misterio que hay que vivir. Es un profundo misterio, de modo que confía y déjate llevar. Ninguna discusión -con algún otro o contigo mismo- puede ayudarte. Todas las discusiones son fútiles y tontas.