Baruch Spinoza: La oración es inútil

La oración en su forma tradicional de súplica carece de fundamento racional. Hemos proyectado nuestras propias cualidades humanas sobre la divinidad.

BARUCH SPINOZA

La oración

¿Un diálogo con lo divino o un monólogo del miedo?

Introducción

En la quietud de nuestro ser, en ese espacio interior donde residen las inquietudes más profundas, a menudo nos detenemos a contemplar la naturaleza misma de la oración. Cerramos los ojos, juntamos las manos y elevamos una voz —audible o silenciosa—hacia una entidad que imaginamos vasta y poderosa. Pedimos salud, suplicamos fortuna y rogamos que el curso de los acontecimientos se desvíe a nuestro favor. Pero, ¿qué buscamos realmente en este acto? ¿Un diálogo genuino o meramente un monólogo que apacigüe nuestros miedos? Hoy os invito a un viaje reflexivo hacia una comprensión más clara y profunda de la oración y su lugar en nuestra existencia.

La oración tradicional

Una súplica irrelevante.

La oración en su forma tradicional de súplica carece de fundamento racional. Hemos proyectado nuestras propias cualidades humanas sobre la divinidad, imaginando a Dios como un rey o un juez que premia y castiga. Sin embargo, al hacerlo, caemos en una contradicción: un Dios perfecto no puede ser inconsistente ni cambiar su naturaleza por caprichos individuales. Al orar para que cambien las leyes inmutables de la naturaleza —como pedir que no llueva o que se cure una enfermedad—, estamos pidiendo a Dios que actúe contra sí mismo.

El determinismo causal

Nada en la naturaleza es azaroso; cada evento es el efecto necesario de una causa anterior. Este determinismo causal nos muestra que no hay lugar para milagros si consideramos a Dios como perfecto. Un milagro implica una ruptura en la cadena causal, lo cual sería evidencia de imperfección divina. Al aceptar esta realidad, comenzamos a liberarnos de las pasiones tristes que nos atan al miedo y la esperanza.

Abandonando la superstición

La verdadera libertad.

La verdadera libertad no radica en la capacidad de violar las leyes naturales, sino en comprenderlas y actuar en armonía con ellas. Imaginad un hombre libre: no es aquel que ignora la gravedad, sino quien comprende cómo utilizarla para construir puentes. Así también, debemos aprender a gobernar nuestras pasiones mediante el entendimiento.

La transformación del acto de orar

Si bien hemos hablado de las limitaciones de la oración como súplica, esto no significa que debamos abandonar toda forma de conexión con lo divino. Lo que necesitamos es elevar nuestra concepción sobre lo que significa devoción. La forma más alta de relación con Dios no es pedirle cosas; es entender Su orden natural y encontrar alegría en esa comprensión.

El amor intelectual hacia lo Divino

El amor intelectual hacia Dios nace del conocimiento y la contemplación del orden y la perfección del universo. Cada vez que adquirimos un entendimiento claro sobre algo, estamos participando de la mente infinita de Dios. Este amor no busca recompensas futuras; es simplemente regocijarse en la verdad por sí misma.

Meditación y comprensión

La nueva oración.

La verdadera plegaria se convierte entonces en meditar y comprender, transformando nuestra energía hacia el conocimiento. En lugar de suplicar por cambios externos, debemos buscar entender por qué las cosas son como son. Esta práctica nos conecta con lo divino de manera más profunda y liberadora.

Conclusión

Al final del día, podemos responder afirmativamente a la pregunta: ¿es inútil la oración? Sí, si se entiende como una súplica por alterar el orden natural. Sin embargo, al abandonar esta noción infantil y abrazar el poder del entendimiento racional, nos acercamos verdaderamente a lo divino.

Que esta reflexión sea solo el comienzo; continúen cultivando vuestro intelecto y cuestionando todo lo que os rodea. En el camino hacia el conocimiento reside nuestra verdadera libertad y felicidad duradera. Recordad siempre: “La naturaleza entera es el único libro sagrado y la razón su único intérprete.” Que esta sabiduría os acompañe en cada paso de vuestra vida.