Verdad absoluta o lógica hipotética # 2

Verdad absoluta o lógica hipotética parte 2. Las discusiones son fútiles y estúpidas. La discusión es tonta, nadie llega a la verdad mediante la discusión.

OSHO

PROFUNDIZANDO LA CUESTIÓN

Ahora entremos en esta bella anécdota:

Según una antigua tradición de ciertos templos zen japoneses, si un monje que está de paso, y sale airoso de una discusión sobre budismo con uno de los monjes residentes, puede pasar allí la noche. En caso contrario, tiene que irse.

Las discusiones pueden darte solo esto: alojamiento por una noche, nada más.

En el norte de Japón había uno de estos templos, dirigido por dos hermanos. El hermano mayor era muy erudito y el hermano menor era más bien tonto y solo tenía un ojo.

Para dirigir un templo, se necesitan dos tipos de personas: alguien educado y alguien muy tonto. Y así es como todos los templos son dirigidos. En ellos siempre hay estas dos clases de personas: las educadas, que se han convertido en los sacerdotes, y las tontas que les siguen. Así se constituye cualquier templo.

De modo que estas anécdotas son algo más que anécdotas, son indicativas de ciertos hechos. Si la gente tonta desaparece de la faz de la tierra, se acabarán los templos. Si la gente educada desaparece de los templos, se acabarán los templos. Para que exista un templo, se necesita una dualidad. Por esto no puedes encontrar a Dios en un templo, porque no puedes encontrarlo en una dualidad.

Los templos son inventos de la gente lista para explotar a los tontos. Los sacerdotes son la gente más lista, son los mayores explotadores, y explotan de tal forma que ni siquiera puedes rebelarte contra ellos. Te explotan por tu propio interés, te explotan por tu propio bien. Los sacerdotes son los más listos, porque tejen teorías de la nada: todas las teologías, todo cuanto han creado... ¡Tremendo! Se necesita ser inteligente para crear teorías religiosas. Y se dedican a crear edificios tan grandes que al hombre corriente le es casi imposible entrar en ellos. Y utilizan tal jerga, utilizan términos técnicos tan complicados, que no puedes entender de qué están hablando. Y como no puedes entender piensas que son muy profundos. Siempre que no puedes entender algo piensas que es muy profundo: No llego.

Recuerda esto: Buda habla un lenguaje muy llano que cualquiera puede entender. No es el lenguaje de un sacerdote.+

Jesús habla en pequeñas parábolas, cualquier persona no educada puede entenderlo, nunca utiliza ninguna jerga religiosa.

Mahavira habla, imparte sus enseñanzas, en el idioma de la gente más sencilla.

Mahavira y Buda nunca utilizaron el sánscrito, nunca, porque el sánscrito era el idioma del sacerdote, del brahmán. El sánscrito es el idioma más difícil. Los sacerdotes lo han hecho muy difícil, han pulido, y pulido, y pulido. La misma palabra sánscrito significa pulir, refinar. Lo han refinado hasta tal punto que solo si eres muy, muy erudito puedes entender lo que están diciendo, si no, no llegas.

Buda utilizaba el lenguaje del pueblo, el pali, que era el lenguaje de los campesinos. Mahavira usaba el pracrito, que es la forma grosera del sánscrito; el pracrito es la forma natural del sánscrito -no tiene gramática propiamente dicha-. El erudito no ha llegado todavía, no ha refinado las palabras convirtiéndolas en incomprensibles para la gente sencilla. Pero los sacerdotes han venido utilizando el sánscrito, todavía lo utilizan. Nadie entiende hoy el sánscrito, pero ellos siguen hablando en sánscrito porque su profesión depende de crear una brecha, no un puente. Solo si el pueblo llano no entiende pueden subsistir los sacerdotes. Si el pueblo llano entiende lo que los sacerdotes dicen, éstos están perdidos, porque no dicen nada.

En cierta ocasión el Mulla Nasrudin fue a visitar a un médico, y los médicos han aprendido el truco de los sacerdotes: escriben en latín y en griego, y escriben de tal forma que incluso a ellos mismos les resulta complicado leer sus escritos. Nadie tiene que entender lo que escriben. De modo que el Mulla Nasrudin fue a un médico y le dijo:

-Mire, sea claro. Limítese a decirme los hechos. No utilice latín y griego.

-Si usted insiste y me permite la franqueza -dijo el médico-, no tiene ninguna enfermedad. Lo único que tiene es pereza.

-Muy bien -contestó Nasrudin-, gracias. Ahora escríbalo en griego y en latín, para que se lo pueda enseñar a la familia.

Los listos han estado siempre explotando a la gente sencilla. Por esto Buda, Jesús y Mahavira nunca fueron respetados por los brahmanes, los eruditos, los listos, porque eran destructivos, estaban destruyendo todo su negocio. Si la gente entiende, entonces el sacerdote no es necesario. ¿Por qué? Porque el sacerdote es un mediador. Entiende el lenguaje de Dios. Por eso dicen que el sánscrito es dev-bhas- Jha, el lenguaje de Dios: ¿No sabes sánscrito? Yo lo sé, de modo que me convierto en el eslabón intermediario, me convierto en el intérprete. Dime lo que quieres y se lo diré a Dios en sánscrito, porque él solo entiende sánscrito. Y naturalmente tienes que pagar por ello.

-Éstos son los dos tipos necesarios para un templo.

-En el norte de Japón había uno de estos templos, dirigido por dos hermanos.

-El hermano mayor era muy erudito y el hermano menor era más bien tonto y solo tenía un ojo.

¿Cuál es el simbolismo de un único ojo en esta anécdota? Una persona tonta es de una pieza: nunca duda, siempre está segura, y una persona educada es siempre dual: duda, continuamente se divide en dos. Siempre está discutiendo por dentro, en su interior tiene lugar un continuo diálogo; conoce ambas partes. Un hombre educado es una dualidad: dos ojos. Un hombre tonto es tuerto: siempre está seguro, no tiene argumentos, no está dividido.

Ésta es la razón de que si miras a una persona tonta, una persona estúpida, tienes la sensación de que se parece más a un santo que un hombre educado. En un santo encontrarás algo parecido al tonto, al estúpido. La cualidad es diferente, pero hay algo igual; la etiqueta es diferente. El tonto está en el primer escalón y el santo está en el último, pero ambos se hallan en los extremos de la escalera. El tonto no sabe, por eso es simple, tiene un ojo. El santo sabe, por eso es simple. También tiene un ojo; le llama el tercer ojo. Los dos ojos se han convertido en el tercero. También es un tuerto. Es una unidad, al igual que el tonto. Pero ¿cuál es la diferencia?

La ignorancia también está rodeada de inocencia, y también la sabiduría. El erudito está entre ambos: es ignorante y piensa que es sabio. Ésta es la división del erudito: es ignorante y piensa que es sabio. No está en este nivel, ni en el otro, cuelga entre ambos. Por esto se halla siempre en tensión. Un ignorante está relajado, un sabio está relajado. El ignorante no ha comenzado su viaje, se encuentra en casa. El sabio ha llegado a su destino, está en casa. El erudito está entre ambos, pidiendo alojamiento en algún monasterio, siquiera por una sola noche; es un vagabundo.

Los bhikkhus budistas han sido vagabundos, y Buda ha dicho: Sed vagabundos hasta conseguirlo. Sé un vagabundo. No solo por dentro, sino también por fuera, sé un vagabundo hasta que lo consigas. No te detengas antes. Cuando lo has logrado, cuando te has convertido en siddha, en buda, entonces se te permite sentarte.

La ignorancia y la sabiduría tienen una cualidad que comparten: la inocencia; ninguna de las dos es astuta. Por eso ha sucedido en alguna ocasión que un hombre de Dios ha sido considerado como un hombre tonto, un loco, el loco de Dios. San Francisco es conocido como el loco de Dios. ¡Lo era! Pero ser el loco de Dios es la mayor de las sabidurías, porque el ego se ha perdido. No dices que sabes, eres un loco porque no te atribuyes sabiduría. Y si no lo haces, ¿quién va a aceptar que eres un conocedor? Incluso cuando te la atribuyes, nadie lo acepta. Tienes que clavada con un martillo en las cabezas de los demás. Tienes que hacerles callar, discutir con ellos. Cuando no pueden decir nada más, entonces, de mala gana, aceptan que quizás, solo quizás, seas un sabio. Pero siempre dirán quizás. Dejarán abierta la posibilidad de poder negarlo algún día.

Y sino pretendes nada, ¿quién va a aceptarte? Y si tú mismo dices: Soy un ignorante, no sé nada, ¿quién va a pensar que eres un sabio? La gente va a aceptarlo inmediatamente si dices: No sé. Dirán: Ya lo sabíamos. Lo aceptamos, estamos totalmente de acuerdo contigo en que no sabes nada.

¡El loco de Dios! Si lees una de las grandes novelas de Dostoyewsky, te darás cuenta de lo que significa este loco de Dios. Dostoyewsky siempre tiene, en sus muchas novelas, un personaje: que es el loco de Dios. Está en Los hermanos Karamazov. Es inocente, puedes explotarlo. Incluso si lo explotas, confiará en ti. Puedes destruirlo, pero no puedes destruir su confianza: ésta es su belleza.

¿Qué te pasa, a ti? Si una persona te engaña. La humanidad toda se convierte en el mentiroso. Si un hombre te engaña, has perdido tu confianza en el Hombre -no en este hombre, sino en toda la humanidad-. Si dos de tres personas te engañan tú crees que no existe el hombre digno de confianza. Toda confianza ha desaparecido.

Es como, ¡si desde el principio no quisieras confiar! Y estas dos o tres personas te han dado la excusa. Si no fuera así, dirías: Este hombre no es digno de confianza pero ¿toda la humanidad? No lo se, de modo que debo confiar, tengo que confiar, de lo contrario. Y... si eres un hombre capaz de ver, dirás: No, solo este hombre. Es totalmente indigno de confianza; fue en ese momento, si digo que este hombre puede haber sido indigno de confianza en el pasado, pero ¿quién sabe si seguirá siéndolo en el próximo momento? Porque los santos pueden volverse pecadores, y los pecadores pueden convertirse en santos.

La vida es un movimiento. Nada es extático. En ese momento el hombre ¡era débil!, pero en el próximo momento puede recobrar el control, no volverá a engañar por lo que al día siguiente si vuelve; volverás a confiar en él, porque este día es diferente, este hombre es diferente, el Ganges nunca es igual, por tanto, no es el mismo río.

Sucedió una vez que un hombre fue y le pidió al Mulla Nasrudin un poco de dinero. Nasrudin conocía a ese hombre, sabía bien que no le iba a devolver el dinero, pero era una suma tan pequeña que pensó: Que se lo lleve; aunque no me lo vaya a devolver, nada se pierde. ¿Por qué decir no por una suma tan pequeña?. De modo que le dio el dinero.

Tres días después, el hombre volvió. Nasrudin estaba sorprendido: Parecía imposible, era un milagro que este hombre hubiera vuelto. Dos o tres días más tarde el hombre volvió de nuevo y pidió una fuerte suma. Nasrudin dijo:

-¡No! La última vez me engañaste y no voy a permitir que suceda otra vez.

-¿Qué estás diciendo? -dijo el hombre-. La última vez te devolví el dinero.

-Cierto, me lo devolviste, pero me engañaste, porque yo no creía que me lo devolverías. Pero esta vez, no. Ya está bien. La última vez actuaste contra mis expectativas. Pero ya basta; ahora no voy a dártelo.

Así es como funciona la mente astuta.

En este templo, uno era ignorante -un hombre sencillo, tuerto, seguro-. Otro era un estudioso, y el estudioso siempre estaba cansado porque trabajaba mucho por nada. De modo que ocupado sin ocupación, estaba siempre cansado.

Cierta tarde un monje llegó a pedir alojamiento. El hermano mayor estaba muy cansado, pues había estado estudiando durante muchas horas...

Es imposible encontrar un estudioso que no esté cansado. ¡Ve y observa! Ve a los pandits de Kashi y observa. Siempre cansados, siempre cansados, trabajando tanto -con palabras-. Recuerda, incluso un obrero no está tan cansado, porque él está trabajando con la vida. Cuando trabajas solo con las palabras, fútiles palabras, únicamente con la cabeza, te cansas. ¡La vida es vigorizadora! ¡La vida rejuvenece! Si vas al jardín y trabajas, sudas pero estás ganando más energía, no estás perdiendo. Sales de paseo y ganas más energía, porque estás viviendo en el momento. Si te limitas a encerrarte en tu estudio con palabras, te dedicas a pensar y pensar, es un proceso tan muerto que estarás cansado. Un estudioso está siempre cansado. Un tonto está siempre fresco, un santo está siempre fresco también. Tienen muchas cualidades similares.

...así que le dijo al hermano menor que fuera y se hiciera cargo de la discusión.

-Pide que el diálogo tenga lugar en silencio- dijo el hermano mayor.

Porque sabía que su hermano era tonto. De modo que el silencio es de oro si eres tonto, y también es de oro si eres un santo. Si sabes algo, te mantendrás callado. Si no sabes, es mejor mantenerse callado.

Un sabio se calla porque sabe y cuanto sabe no puede ser dicho. Un tonto tiene que estar callado porque, diga lo que diga, le cazarán. Un tonto puede engañar si se calla, pero no si habla, porque cualquier cosa que salga de él demostrará su tontería. Este hermano estudioso sabía bien que su hermano menor no era hombre de muchas palabras, era un hombre sencillo, inocente, ignorante, por eso le dijo: Pide que el diálogo tenga lugar en silencio.

Poco después el viajero se acercó al hermano mayor y dijo.

-Qué tipo tan encantador es tu hermano-.

Este otro debía ser también un estudioso, y si un tonto se calla puede derrotar a un estudioso. Si hablas te descubrirán, porque entonces entras en el mundo del estudioso. Con palabras, no puedes ganar.

Este otro era también un estudioso, un hombre de palabras. Le hubiera sido muy difícil mantenerse en silencio y discutir. ¿Cómo discutir? Si no puedes hablar, solo emplear gestos, todo el asunto se vuelve mudo y toda tu listeza desaparece, porque si no puedes hablar y el habla es tu mayor habilidad... Por ello si un estudioso no sabe mantenerse callado puede- ser vencido por un tonto, porque su habilidad, que se basaba en las palabras, se pierde.

En silencio, es un tonto -éste es el significado-. Por eso los eruditos nunca están callados, siempre hablan. Si nadie está presente, hablan consigo mismos, pero hablan. Hablan, y hablan, y hablan, por dentro y por fuera, porque hablando así su habilidad aumenta, se vuelven más eficientes. Pero si se topan con el silencio, de pronto todo su arte desaparece. Son más tontos que un tonto. Hasta un tonto puede vencerles. Están fuera de su mundo profesional, están simplemente desconectados. Se sienten seguramente en un gran aprieto.

...dijo: Qué tipo tan encantador es tu hermano. Ha ganado limpiamente la discusión, por lo que tengo que irme. Buenas noches.

Si encuentras un hombre educado, guarda silencio. Hazle frente con gestos. Le vencerás, porque no sabe nada de este tipo de lenguaje, no sabe nada del silencio. De hecho, es muy difícil para él quedarse callado. El viajero pensó inmediatamente que había sido vencido, por lo que debía irse y buscar otro monasterio antes de que se hiciera demasiado tarde, y encontraría un tipo con el que discutir hablando, intelectualmente.

Los gestos están vivos; cuando mueves la mano, todo tu ser la mueve. Cuando miras con los ojos, todo tu ser brota de ellos. Cuando caminas, caminas como un hombre total. Tus piernas no pueden caminar por sí mismas, pero tu cabeza puede ir dando vueltas y más vueltas por sí misma. La cabeza puede hacer tal cosa. Ninguna otra parte del cuerpo puede volverse autónoma. De modo que si quieres estudiar a un hombre, no escuches lo que dice y mira en cambio cómo se comporta, cómo entra en la habitación, cómo se sienta, cómo anda, qué aspecto tiene. Observa sus gestos, éstos revelarán la verdad.

Las palabras son engañosas. Hablamos no para revelar, sino para ocultar. Así que calla y observa a la persona. El lenguaje del cuerpo es más verdadero que el de tu cabeza. Además es muy, muy natural; proviene de la fuente misma, por lo que es muy difícil engañar con él. Puedes estar diciendo: Estoy bien, pero tus ojos, tu misma actitud, la forma en que te mantienes en pie, dice que sabes que no es cierto. Puedes decir con tus palabras que confías, pero todo tu cuerpo tiembla y muestra que no es así.

Cuando entra un ladrón, entra de una forma diferente. Cuando aparece un mentiroso, aparece de una forma diferente. Cuando camina un hombre sincero, camina diferentemente. No tiene nada que ocultar, no tiene motivo para engañar. Es sincero, su modo de andar es inocente. Basta con que hagas algo que tienes que ocultar, y entonces obsérvate: tu cuerpo dirá que todo es diferente. Hasta caminando estás ocultando algo. Tu estómago está tenso, estás alerta, tus ojos miran a todas partes para ver si alguien te observa o no, si te han cogido o no. Tus ojos son astutos, no son remansos de inocencia; se vuelven maliciosos. Observa tus movimientos corporales, te darán una imagen más auténtica de ti mismo. No hagas caso de las palabras.

Yo tengo que hacer esto continuamente. La gente se acerca a mí con toda clase de engaños. Tengo que observar sus gestos, no lo que dicen. Pueden estar tocando mis pies y toda su actitud muestra ego, de modo que el tocamiento de pies es inútil. Lo están manipulando. No solo están engañándome a mí, se están engañando a sí mismos. Toda su actitud dice: ¡Ego!, mientras que todo lo que dicen con palabras es humildad.

No puedes engañar con el cuerpo; tu cuerpo es más sincero que tu mente. Y todas las religiones que han sido inventadas por los sacerdotes te dicen: Tienes que estar contra el cuerpo y a favor de la mente, porque el sacerdote vive en la mente, explota con la mente. Con el cuerpo es imposible explotar; el cuerpo es auténtico. Siglos de vida inauténtica no han sido capaces de destruir la autenticidad del cuerpo. El cuerpo sigue siendo auténtico, muestra claramente quién eres.

-Ha ganado limpiamente la discusión, por lo que tengo que irme. Buenas noches.

-Antes de marchar -dijo el hermano mayor-, te ruego que me cuentes cómo fue el diálogo.

¡Se siente perplejo. ¿Cómo puede ser listo el tonto de su hermano? ¿Qué ha sucedido? Es un perfecto estúpido, ¿cómo pudo discutir, cómo pudo debatir, cómo pudo ganar? De modo que preguntó.

-Bien -dijo el viajero-, en primer lugar levanté un dedo para representar a Buda.

Porque un hombre de estudios utiliza los gestos como si fueran palabras, porque conoce tan solo un lenguaje. Si besa a su amada, por dentro pronunciará la palabra beso. Esto es una tontería; estás besando, no es necesario repetir beso interiormente; pero él lo hará. Obsérvate a ti mismo: haciendo el amor, por dentro dirás: Estoy haciendo el amor. ¡Qué tontería! Nadie te lo pregunta. No hay nadie a quien decírselo.

¿Por qué lo vas repitiendo? ¿Por qué?, siempre que haces algo, lo verbalizas. Porque sin verbalizar no estás cómodo. Con la palabra Dios, todo va bien; por esto un hombre de estudios irá al templo, a la mezquita, a la iglesia, también allí se dedica a charlar. Charlará con Dios... palabras.

Soren Kierkegaard dijo: Cuando entré en la iglesia, al principio acostumbraba hablar. Solía decir cosas, quejarme, rezar. Pero luego, poco a poco; me sentí ridículo. Le estoy hablando y no le estoy dando ninguna oportunidad de que me hable. Es mejor escuchar; cuando estás ante Dios, es mejor escuchar. De modo que dejó de hablar. Poco a poco, abandonó todas las oraciones. Se limitaba a ir a la iglesia y sentarse en silencio, pero en este silencio también había palabras por dentro. No las estaba utilizando por fuera, pero giraban en su interior.

Así que, poco a poco, también tuvo que abandonar las palabras interiores solo así se hace posible escuchar. Entonces entras en una dimensión totalmente diferente, de escucha, de pasividad, de receptividad. Te conviertes en una matriz. Entonces puedes recibir la verdad, porque no estás hablando, porque no eres agresivo. En ese instante solo Dios está trabajando y tú le permites que lo haga. Entonces Kierkegaard se volvió absolutamente silencioso; y dejó de ir a la iglesia. Alguien preguntó: ¿Por qué? ¿Por qué has dejado de ir a la iglesia?. Él dijo: Ahora he aprendido lo que significa la iglesia; solo significa estar callado y escuchar. Esto puede hacerse en todas partes, y es mejor hacerlo en otra parte, porque mucha gente va allí, a la, iglesia a hablar. Me molestan. Es mejor bajo un árbol. Es mejor bajo el cielo.

Y la iglesia es más grande allí, más natural. Y si tienes que estar callado, piensa que Dios está en todas partes. Si tienes que hablar: ve al templo. Pero si tienes que estar callado, ¿por qué ir a algún sitio? Dios está en todas partes, pero tú no puedes estar callado. Haces algo y lo repites por dentro. Tienes hambre y dices: Tengo hambre. ¿No basta con tener hambre? Si no lo dices, no estás cómodo; te has vuelto adicto a las palabras.

Este hombre... debió de haber sido un estudioso, un auténtico estudioso:

-Bien -dijo el viajero-, en primer lugar levanté un dedo para representar a Buda. Entonces tu hermano levantó dos dedos, para representar a Buda y su doctrina (el Dharma).

El hombre que no puede usar un gesto sin palabras traducirá los gestos del otro a palabras. Fíjate en la conexión. ¿Qué sucede? Conectarás el gesto del otro de la misma manera que interpretas tus propias palabras.

Pensaba: Este dedo. Un dedo representa.... Un dedo no representa nada. Un dedo se basta a sí mismo. Un dedo es un dedo. ¿Por qué hacer de él un representante? No es el representante de nadie. Y el dedo es tan bello, ¿por qué tiene que representar algo? Pero a la mente le gustan las cosas de segunda mano. El dedo no basta, tiene que representar algo.

Si miras una flor, no puedes mirar la flor directamente; inmediatamente tiene que representar algo. De modo que dices: Es igual que la cara de mi mujer. Si miras la luna, dices: Es como la cara de mi amada. Qué tontería. La luna es la luna. Entonces cuando miras la cara de tu amada, dirás: Es como la luna. Ni la luna se basta a sí misma, ni la cara de tu amada se basta a sí misma. Pero todo se basta a sí mismo. Nada representa a otra cosa.

Todo el mundo se representa únicamente a sí mismo. Cada uno es original, único. Nadie es una copia. Y cuando dices que el dedo representa a Buda, Buda se ha convertido en el original, el dedo se ha convertido en la copia. ¡No! Este Buda no lo puede permitir. ¡No lo puedo permitir! El dedo es tan bello cuando no representa a nadie. Pero si piensas que tu dedo representa a Buda, entonces los otros dos dedos representarán a Buda y su Dharma, su doctrina. Porque tu manera de entender al otro no es escuchándolo. Entiendes al otro escuchando tu propia mente. Interpretas al otro. Cuando yo digo algo, nunca creas que has oído lo mismo. Cuando yo digo algo, tú oyes algo, pero esto no tiene que ver conmigo; tiene que ver con tu propio proceso mental.

El proceso mental del monje que estaba de paso era: Este dedo representa a Buda. Y cuando el otro levantó dos dedos ni sospechó qué quería decir. No puedes entender al otro si tienes palabras dentro, porque en este caso todo se conecta con tu palabra, con tu proceso mental, y entonces se colorea. El viajero pensó está diciendo que hay dos cosas, no una: Buda y su Dharma, su doctrina, su ley.

Así que yo levanté tres dedos, fíjate en la conexión interna. No estás comunicando de ninguna manera con el otro. Estás comunicando contigo mismo. Esto es lo que quiere decir locura. Locura significa no conectar con el otro, es limitarse a ir hacia dentro y conectar tu nuevo momento con el pasado, la nueva experiencia con el pasado, interpretarla, colorearla.

Así que yo levanté tres dedos, porque si dice Buda, Dharma, yo diré Buda, Dharma, sangha, Buda, su doctrina y sus seguidores.

Éstos son los tres refugios budistas. Cuando un bhikkhu quiere ser iniciado, se convierte en un bhikkhu, dice: Buddham sharanam gachchhami, voy, me refugio en Buda. Dhammam sharanam gachchhami, me refugio en la doctrina. Sangham sharanam gachchhami, me refugio en la sangha, en los seguidores de Buda. Éstos son los tres refugios, las tres joyas del budismo.

Pero este hombre no se fija en lo que el otro está haciendo, ¡totalmente inconexo!, de modo que levantó tres dedos.

-Así que yo levanté tres dedos, para representar a Buda, su doctrina y sus seguidores. Entonces tu avispado hermano agitó su puño cerrado ante mi cara, para indicar que los tres procedían de un mismo acto de comprensión.

Dicho lo cual el viajero se marchó. Poco después llegó el hermano menor, con un aire muy preocupado.

-Me he enterado de que ganaste la discusión -dijo el hermano mayor.

-No gané nada -dijo el hermano menor-. Este viajero es un hombre muy bruto.

-¿Si? -dijo el hermano mayor-. Dime el tema de la discusión.

-Pues -dijo el hermano menor-, en cuanto me vio, levantó un dedo para insultarme indicando que solo tengo un ojo.

Entiendes según tú mismo: lees un libro, entiendes solo lo que ya sabes. Y escuchas, pero interpretas con el pasado, tu pasado se mezcla. Un hombre tuerto tiene siempre presente la herida. Acarrea una herida; en todas partes espera el insulto. Nadie se preocupa de ti, pero si tienes una sensación de inferioridad, andas buscando quién te va a insultar. Estás seguro de que ocurrirá, y entonces interpretarás. El otro acaso está diciendo Buda, pero tú crees que está indicando que solo tienes un ojo. Nadie se preocupa de tus ojos, pero interpretamos según entendemos.

Un hombre se acercó a Bayazid, un místico sufí, y le hizo una pregunta. Bayazid le dijo: Vuelve dentro de un año, porque ahora mismo estás enfermo. Tu interior está agitado y no puedo decirte la verdad porque no la entenderías, la interpretarías mal. Así que intenta durante un año mantenerte sano, callado, meditativo y luego vuelve. Si entonces me parece que puedes escuchar, te lo diré. Si no, acude a algún otro.

El hombre escuchó y se marchó. Durante un año se esforzó en permanecer sano, callado, tranquilo, pero nunca volvió.

Por lo que Bayazid preguntó:

-¿Qué le sucedió a aquel buscador?

Dijo alguien:

-Le preguntamos: ¿Por qué no vuelves?, y él dijo: Ahora ya no necesito volver, porque puedo entender desde aquí, en donde estoy, lo que Bayazid puede decir. Ésta es la paradoja: Cuando no estás preparado, preguntas, pero entonces no se te puede decir nada. Cuando estás preparado no preguntas, pero solo entonces se te puede decir algo.

Si eres tuerto, estás siempre buscando insultos, y si buscas insultos los encontrarás: éste es el problema. Si estás buscando algo, ésta es la desgracia: lo encontrarás. No es que nadie te esté insultando; lo encontrarás. De modo que no busques este tipo de cosas, porque las encontrarás en todas partes.

Alguien reirá, no de ti, porque ¿quién eres tú? ¿Por qué piensas que eres el centro del mundo? Ésta es una actitud egoísta. Vas por una calle y alguien ríe y piensas que se ríen de ti. ¿Por qué de ti? ¿Quién eres tú? ¿Por qué estás seguro de que eres el centro de todo el mundo? Alguien ríe: se ríe de ti; alguien insulta: te insulta; alguien se enfada: se enfada contigo.

En toda mi vida, no he encontrado ni una sola persona que estuviera enfadada conmigo. Mucha gente estaba enfadada, pero nadie estaba enfadado conmigo, porque yo no soy el centro del mundo. ¿Por qué iban a estar enfadados conmigo? Están enfadados; esto es algo relacionado consigo mismos, no conmigo. Me he topado con gente violenta hacia mí, pero no eran violentos hacia mí. Esta violencia venía de su pasado; yo no era la causa de su origen. Yo era quizás la excusa, pero no la causa. Sólo una excusa: si yo no hubiera estado allí, cualquier otro hubiera provocado esa misma reacción en ellos; algún otro se hubiera convertido en la víctima. Por lo que era una coincidencia que yo estuviera allí.

Cuando tu mujer se enfada contigo, es una coincidencia que estés allí. ¡Huye! Y no pienses demasiado en que está enfadada contigo. Estaba enfadada, tú estabas allí, esto es todo. Se hubiera enfadado con la criada, el niño, el piano, con cualquier cosa. Todo el mundo vive a través de su pasado. Sólo los budas viven en el presente. Nadie más.

Ese hombre pensó: Bien, me está mostrando que solo tengo un ojo. Es un grosero. Me está insultando, dice que tengo solo un ojo. Pero como era forastero, pensé que tenía que ser cortés.

Pero en el momento en que piensas que debes ser cortés, no eres cortés. ¿Cómo puedes serlo? La idea se ha colado: si piensas que el otro es grosero, te has vuelto grosero. No hay una pregunta ahora, porque la misma idea el otro es grosero se produce porque tu propia grosería ha aflorado. A través de tu grosería el otro parece grosero, le has coloreado. El otro muestra su dedo representando a Buda, ni siquiera ha mirado tu ojo. No le importa, solo quiere cobijo.

Un Buda... y la interpretación de Me está mostrando que solo tengo un ojo; es grosero. Cuando piensas de alguien que es grosero, mira atrás: tú eres grosero. Por eso lo interpretas así.

Pero ¿por qué eres grosero? Porque tu grosería es una manera de proteger tu herida. La gente grosera está siempre sufriendo de sentimientos de inferioridad. Si una persona no está de alguna manera aquejada de complejo de inferioridad, no será grosera. La grosería es su protección. Mediante la grosería, protege su herida. Dice: No te permitiré que toques mi herida. No te permitiré que me golpees.

Protege, pero la protección se convierte en proyección. Piensa que eres grosero, solo entonces puede serlo el otro. Ésta es una manera de ser grosero. Primero tienes que probar que el otro es grosero, y tu ego dice aún: Intentaré ser cortés. Cuando eres cortés, tu cortesía no es sino una fachada. Por dentro, ha aparecido la grosería, y pronto o tarde explotará.

Pero como era forastero, pensé que tenía que ser cortés, por lo que yo levanté dos dedos, felicitándole por tener dos ojos.

Esto es simplemente falso. ¿Cómo puedes felicitar a una persona si te sientes insultado? Si sientes que tienes un ojo y los otros tienen dos, ¿cómo puedes felicitar? En el fondo puedes sentirte envidioso, pero ¿cómo puedes felicitar? ¿Cómo puede la felicitación nacer de la envidia? Pero todas tus felicitaciones nacen así. Es un modo cortés, es educación, etiqueta. Si eres vencido por alguien, incluso entonces le felicitas por la victoria. ¡Qué falsedad! Si fueras tal persona en realidad no hubieras luchado de ninguna manera. Cuando luchabas eras el enemigo, y ahora estás vencido y vas y le felicitas. En el fondo no hay más que envidia, estás hirviendo, quisieras matar a ese hombre. ¿Lo intentarás? en el futuro, ¡ya verás!

Pero la sociedad necesita de la etiqueta. ¿Por qué? Porque todo el mundo es violento. Si no hubiera etiqueta, saltaríamos al cuello del prójimo continuamente. La sociedad tiene que crear barreras. No se os puede permitir que ataquéis al otro siempre, de lo contrario la vida sería imposible.

Pero en realidad sí estáis continuamente saltando al cuello del prójimo. Tu etiqueta, tu cultura, tus modales civilizados, no hacen más que ocultar este hecho. No permiten que tenga lugar una verdadera civilización. Se vive algo falso, por esto se necesita cada diez años una gran guerra, en la que toda etiqueta, todos los modales, toda moralidad son abandonados y las personas se lanzan unas contra otras sin ningún sentimiento de culpa. Entonces matar se convierte en el juego; cuanto más asesinas, más grande eres. Cuanto más grosero eres, mejor guerrero se te considera.

Y de regreso a vuestro país seréis recibidos como héroes; Pad-mabhushan, Mahavirachakra, la Cruz de la Victoria, os serán dadas. Os darán medallas. ¿Por qué os dan tales medallas?

Por convertiros en bárbaros, en asesinos; y como has sido un gran asesino, tu país te entrega esta medalla. Y llamamos civilizados a estos países, donde los asesinos de masas son reconocidos, apreciados... eso sí, si alguien mata a una persona va a la cárcel, una acción así no puede tolerarse. Cuando toda la sociedad se vuelve loca, estalla la guerra; todo se pone a un lado, se permite que los hombres muestren su verdadera naturaleza. Por eso todo el mundo se siente feliz cuando hay una guerra. Debería ser de otro modo, pero no; no sentís porque ahora se os permite ser animales. Siempre quisisteis serlo. Vuestra cultura, vuestra etiqueta, vuestros modales son meros modos pulidos tras los que esconder el animal. Este hombre dijo:

...Por, lo que yo levanté dos dedos, felicitándole por tener dos ojos. Ante lo cual, el miserable grosero levantó tres dedos, como queriendo decir que entre los dos solo teníamos tres ojos.

Hagas lo que hagas, tu herida estará ahí. El otro está diciendo: Las tres Joyas de Buda, pero para ti es solo la herida que vuelve. Intentaste ser cortés, intentaste no ser grosero, incluso intentaste felicitar. Pero tú eres tú, tu mente continúa. Ahora está mostrando tres dedos. De nuevo tu mente aparece y dice: ¡Este energúmeno! Está diciendo que entre los dos tenemos tres ojos. De nuevo está señalando que tienes un solo ojo. Esto es demasiado. ¡Ya basta!

... por lo que me enfadé y le amenacé con darle un puñetazo en la nariz.

Así que se fue.

Estaba enfadado desde el principio. Antes de encontrarse con el otro ya estaba enfadado, porque no puedes crear enfado si éste no está presente. Sólo puedes crear cosas que ya están presentes, tu creación no viene de la nada. Es tan solo que un estado inmanifestado se vuelve un estado manifestado. La cólera está ahí, no necesitas crearla. Alguien se convierte en la excusa y aflora. No estás enfadado con él, no es la causa. Estás acarreando la cólera y él se ha convertido en la excusa. El enfado está dentro; nadie puede hacerte enfadar si no estás ya enfadado. Pero siempre pensamos que alguien nos hace enfadar, alguien nos deprime, alguien nos hace esto o lo otro.

Nadie te hace nada. Incluso si te dejan solo estarás enfadado, estarás colérico. Aunque todo el mundo desaparezca, habrá momentos en que estarás triste, momentos en que te sentirás feliz, otros en los que estarás enfadado, o bien te sentirás muy benevolente.

Es la manifestación de tu historia interior. Esto es lo que llega a entender un hombre con capacidad de comprensión: que todo es una manifestación de mí mismo. Tú me das solo la oportunidad, la situación, pero el resto es una manifestación de mí mismo.

Una semilla cae en la tierra, germina, empieza a crecer un árbol. La tierra, el aire, las lluvias, el sol, le están dando una oportunidad, pero el árbol estaba escondido en la semilla. Tú acarreas todo el árbol de tu manifestación; los demás se convierten en la oportunidad. Cuando suceda algo, no mires afuera, mira adentro, porque lo que está sucediendo se halla conectado con tu pasado, no con la persona allí presente.

... me enfadé y le amenacé con darle un puñetazo en la nariz. Así que se fue.

El hermano mayor se rió.

El hermano mayor podía ver ambos puntos de vista. Por una parte, el vagabundo educado no había hablado a este hombre, su hermano no había gesticulado para él. Por otra parte, el tonto de su hermano no entendió los gestos de aquél. No se tocaron; entre ellos había habido un abismo, sin puente.

Discutieron, concluyeron. Uno fue vencido, otro fue vencedor, y nunca se encontraron, ni por un instante. Se rió.

Esta risa puede convertirse en iluminación, en comprensión profunda, en transformación. Si esta risa no se debe a la estupidez de este hermano o a la estupidez de aquel vagabundo, si esta risa se debe a toda la situación: cómo funciona la cabeza, cómo dos cabezas, dos pasados, pueden no encontrarse nunca, cómo dos mentes siempre permanecen separadas, no hay para ellas modo de encontrarse y mezclarse una con otra. Si se ríe de la situación en conjunto, no de este hermano o de aquel vagabundo educado, porque si se ríe de este hermano o de aquel vagabundo educado, esta risa no puede convertirse en iluminación, seguirá siendo el mismo, si se ríe de la situación en su conjunto: cómo funciona, cómo argumenta la mente, cómo trabaja dentro de sí misma, sin salir nunca, cómo siempre está cerrada, nunca abierta, cómo la mente solo es un sueño interior, una pesadilla... Si entiende esto, esta risa se convertirá en un estallido. El cubo, todo el cubo caerá, el agua se derramará; ni agua, ni luna.