La iluminación espiritual

Los Sutras

POR: ANTHONY DE MELLO

Imagen; Los Sutras; Anthony De Mello

LOS SIETE MIL SUTRAS

Tetsugen sacó, en total, tres ediciones de los sutras.

Tetsugen, un alumno de Zen, asumió un tremendo compromiso: imprimir siete mil ejemplares de los sutras, que hasta entonces solo podían conseguirse en chino.

Viajó a lo largo y ancho del Japón recaudando fondos para su proyecto. Algunas personas adineradas le dieron hasta cien monedas de oro, pero el grueso de la recaudación lo constituían las pequeñas aportaciones de los campesinos. Y Tetsugen expresaba a todos el mismo agradecimiento, prescindiendo de la suma que le dieran.

Al cabo de diez largos años viajando de aquí para allá, consiguió recaudar lo necesario para su proyecto. Justamente entonces se desbordó el río Uji, dejando en la miseria a miles de personas. Entonces Tetsugen empleó todo el dinero que había recaudado en ayudar a aquellas pobres gentes.

Luego comenzó de nuevo a recolectar fondos. Y otra vez pasaron varios años hasta que consiguió la suma necesaria. Entonces se desató una epidemia en el país, y Tetsugen volvió a gastar todo el dinero en ayudar a los damnificados. Una vez más, volvió a empezar de cero y, por fin, al cabo de veinte años, su sueño se vio hecho realidad.

Las planchas con que se imprimió aquella primera edición de los sutras se exhiben actualmente en el monasterio Obaku, de Kyoto. Los japoneses cuentan a sus hijos que Tetsugen sacó, en total, tres ediciones de los sutras, pero que las dos primeras son invisibles y muy superiores a la tercera.

AYUDAR

Eso es muy comprometido.

Si nos cuesta tanto caernos del caballo es porque la religión se ha identificado con el poder, endureciéndose, embruteciéndose, en vez de sensibilizarse con la verdad. La religión no quiere ver la realidad del Tercer Mundo, porque si la viese, tendría que cambiar y soltar su poder.

Cuidar a los pobres no es hacer un programa de ayuda desde el poder, sin sensibilizarse con la injusticia que provoca su pobreza. No se puede hacer un programa de amabilidad y ayuda sin bajar hasta ellos y vivir su vida como hizo Jesús. Desde arriba no puedes ver a los pobres como son. La amabilidad no es sonrisas ni buenas palabras mientras das una limosna. La amabilidad es hacer lo que más conviene a la otra persona, según lo que necesita en ese momento.

El místico es amable, pero no deja de ser enérgico y duro cuando hace falta, y sabe responder, precisamente porque es libre de prejuicios, de miedos, de poderes y de honores y por ello es capaz, en todo momento, de ser fiel a la verdad. Por eso no se amarga nunca ni se altera.

Tú acción debe venir de tu sensibilidad, y no de tu ideología. Las matanzas, las injusticias y las guerras provienen de la ideología que ciega a uno a la realidad y lo endurece. La teoría puede servir en algún momento, pero siempre que no desborde u oculte la realidad. Jesús era místico, hombre de vida, y por ello obraba sensibilizado con la vida. Por ello, Jesús, para la gente programada, resulta inconsistente, imprevisto, inaprensible, y asusta. Prefieren hacerse una ideología que se pueda programar y utilizar. Algo que no escape de toda categoría y todo esquema. Jesús predicaba con la vida y eso es muy comprometido.

La conciencia social no existe. El no dejar ver las cosas a los pobres y querer mirarlas nosotros por ellos, es ser adoctrinados, es manipularlos y no respetar su derecho a la liberación por sí mismos. Cuidado de no quitarles su espontaneidad, su alegría y su cultura primitiva, con la idea programada de liberarlos. El trabajo social que no brote de la sensibilidad y el respeto es peligroso. Con el nombre de salvación también existen la utilización, la persecución, la explotación y la crueldad.

Yo he conocido pobres, muy pobres, que se sentían felices a pesar de que no comían más que una vez al día. Ellos estaban a un nivel espiritual mucho más alto que el mío. Sencillez, alegría y vivir libres de preocupaciones futuras es algo que tiene un sentido mucho más real en los pobres que en nosotros, los pro-gramados. Ellos están libres de conceptos.

Jesucristo se sensibilizó a la vida y no a la religión. ¿Cómo puedes amar lo que no has vivido y ni siquiera has visto con ojos despiertos? Tu vocación es ser Cristo, no cristiano. Ser sensible y abierto a las personas y a la vida. Ser libre, directo, inconsistente, imprevisible como Él lo fue.

Lo que hace falta es estar despierto a la vida.


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