La iluminación espiritual

¿Sigue usted a Mahoma, Buda o a Cristo?

Krishnamurti y Cristo

Pregunta: Se ha dicho que usted es la manifestación del Cristo en nuestros tiempos. ¿Qué tiene que decir a esto? Si es verdad, ¿por qué no habla del amor y la compasión?

Krishnamurti: Mis amigos, ¿por qué formulan una pregunta semejante? ¿Por qué pregunta usted si soy la manifestación de Cristo? Lo pregunta porque desea que le asegure que soy o que no soy el Cristo, de modo que pueda usted juzgar lo que digo, conforme al patrón que tiene. Hay dos razones por las que formula esta pregunta: piensa que sabe lo que es el Cristo y, por lo tanto, dice: Actuaré en conformidad; o, si yo digo que soy el Cristo, entonces usted piensa que lo que digo es verdadero. No estoy evadiendo la pregunta, pero no voy a decirle quién soy. Eso tiene muy poca importancia y, por otra parte, ¿cómo podría usted saber qué o quién soy yo aun cuando se lo dijera? Una especulación semejante carece de significación. De modo que no nos preocupemos acerca de quién soy yo, sino veamos más bien la razón por la cual ustedes formulan esta pregunta.

Quieren saber quién soy porque están inseguros respecto de ustedes mismos. No estoy diciendo si soy o si no soy el Cristo. No les doy una respuesta categórica porque para mí la pregunta no es importante. Lo que importa es si lo que digo es verdadero, y esto no depende de lo que soy. Es algo que ustedes pueden descubrir solo si se libran de sus prejuicios y sus patrones de conducta. No pueden alcanzar la verdadera libertad respecto del prejuicio acudiendo a una autoridad, trabajando para un fin. Sin embargo, eso es lo que hacen: subrepticiamente, diligentemente, van en busca de una autoridad y, en esa búsqueda, no hacen otra cosa que convertirse a sí mismos en máquinas imitativas.

Usted pregunta por qué no hablo del amor, de la compasión. ¿Habla la flor acerca de su perfume? Ella simplemente existe. He hablado acerca del amor; pero para mí lo importante no es discutir qué es el amor o qué es la compasión, sino liberar a la mente de todas las limitaciones que impiden el fluir natural de aquello que llamamos amor y compasión. Lo que es el amor, lo que es la compasión, lo sabrá usted por sí mismo cuando su mente y su corazón estén libres de la limitación que llamamos egoísmo, egolatría; entonces lo sabrá sin preguntar, sin discutir, Ahora me formula la pregunta porque piensa que puede actuar de acuerdo con lo que averigüe de mí, que entonces tendrá una autoridad que gobierne su acción.

Digo, pues, una vez más, que la verdadera pregunta no es por qué yo no hablo del amor y la compasión, sino más bien qué es lo que impide el vivir natural y armonioso del hombre, la plenitud de acción que es amor. He hablado acerca de las numerosas barreras que obstruyen nuestro vivir natural, y he explicado que un vivir así no implica una acción instintiva, caótica, sino que es un vivir rico y pleno. El vivir rico y natural ha sido obstaculizado por siglos de amoldamiento, por siglos de lo que llamamos educación, la cual no ha sido sino un proceso de fabricar innumerables máquinas humanas. Pero cuando uno comprende el origen de estas obstrucciones y barreras que hemos creado para nosotros mismos a causa del temor generado por nuestra búsqueda de seguridad, entonces se libera de ellas, entonces hay amor. Pero ésta es una comprensión que no puede ser sometida a discusiones. Nosotros no discutimos la luz del Sol. Está ahí, sentimos su calidez y percibimos su penetrante belleza. Solo cuando el Sol está oculto discutimos a veces la luz del Sol. Lo mismo ocurre con el amor y la compasión.

Grandes Instructores del Mundo

Buda, Cristo y otros grandes Instructores del Mundo fueron a la fuente de la vida. Llegaron a ser Maestros artistas. Mas una vez conocida la naturaleza y suprema grandiosidad de la Fuente, se convirtieron en la Fuente, el Sendero, y la Personificación de la Sabiduría y el Amor. Tal debe ser nuestro propósito. No podéis ser el Buda o el Cristo, pero podéis tener los mismos sueños, anhelos, deseos y aspiraciones.

Una vez hayáis percibido la gloria de Su reino, podréis actuar por vosotros mismos en la particular línea de creación con que expreséis vuestra vista de aquella eterna gloria. Entonces, seréis el escritor más insigne, el artista más preciado, el cineasta más profundo. Tendréis la lengua del sabio. Allí subyace el estremecimiento de espiritualidad, la única ambición merecedora de lograr en el mundo. Debéis ser independientes, no solo emocional e intelectualmente sino también de todas las cortapisas físicas. Este es el único medio de lograr suma felicidad, de adquirir completa libertad de pensamiento, emociones y en todas las cosas físicas. Este es el único medio de vivir en el Reino de la Felicidad.