Dios y el reino de Satanás - Zen

La paradoja está en la propia naturaleza: noche y día, Dios y Satán, van juntos. El zen dice que si afirmas que Dios es bueno entonces surge un problema.

OSHO

Dios y Satanás

El zen no es una filosofía. El zen es un espejo, un reflejo de lo que es. Tal cual es. No añade una filosofía artificial. No tiene elección. No añade ni borra nada. Por eso dicen que el zen es paradójico, porque la vida misma lo es. Obsérvalo y lo comprenderás.

Amas a un hombre y también odias al mismo hombre. Ahora bien, nuestra mente nos dice que eso no está bien, que no debería ser así. Así que pretendemos no hacerlo. Pero es imposible. Si realmente queremos deshacernos de la parte del odio, también deberemos abandonar la del amor. Pero cuando ambas desaparecen, surge la indiferencia.

Esta paradoja está en la propia naturaleza: noche y día, verano e invierno, Dios y Satán, van juntos. El zen dice que si afirmas que Dios es bueno entonces surge un problema: ¿de dónde viene lo malo, de dónde proviene el mal? Eso es lo que han hecho las religiones –cristianismo, islam, judaísmo-: han separado a Dios de Satán. El mal proviene de Satán y el bien de Dios. Dios significa el bien. Pero ¿de dónde sale este Satán? Entonces empiezan a tener problemas y deben conceder finalmente que Dios también creó a Satán. Pero ¿qué sentido tiene dar tanta vuelta? Si Satán también es una creación de Dios, entonces Dios es la única referencia existente. Entonces Dios es el único autor, pase lo que pase está sucediendo a través de él y por tanto es paradójico. Eso es lo que dice el zen: que Dios es paradójico y que la existencia misma también lo es. Dios no es más que otro nombre para la existencia, para la totalidad de la existencia.

Una vez se comprende esta paradoja, surge en uno un gran silencio. Entonces no hay elección, no tiene sentido. Las cosas son juntas. No puedes convertirte en santo, porque si quieres ser santo deberás negar tu demonio; deberás partirte en dos. Deberás obligar a tu demonio a que more en el vientre, y el demonio permanecerá allí y no hará más que sabotear tu santidad. El zen aporta salud a la humanidad. Afirma que eres ambos. Acepta ambos. No niegues, no elijas, acepta ambos. Y en esa aceptación reside la trascendencia, y en esa aceptación no eres ni santo ni demonio.

Eso es lo que es un hombre santo, ni bueno ni malo, o ambos. Y cuando una persona es ambos, cuando es ambos conscientemente, entonces los opuestos se anulan entre sí. Intenta comprenderlo, pues es fundamental. Cuando aceptas tanto el bien como el mal y no eliges, ambos se anulan entre sí. Lo negativo y lo positivo se anulan. De repente surge el silencio. No hay ni bien ni mal; sólo existencia, sin discernimiento.

El zen es acrítico, imparcial, neutro. Te proporciona la libertad esencial del ser.