Cuentos de Anthony de Mello sobre orar y rezar
Cuentos de Anthony de Mello sobre orar y rezar para diferenciar el valor entre el rezo y la oración. Son divertidos, pero no dejan de cuestionarnos.
ANTHONY DE MELLO
CUENTOS SOBRE ORAR Y REZAR
La distancia más corta entre la verdad y un ser humano es un cuento.
El rezo no tiene significado sin conocimiento interior; mas cuando hay conocimiento interior hay verdadero pensar, y por lo mismo verdadera acción. Cuando hay verdadera acción no hay confusión, y por lo tanto no rezas a nadie que os saque de ella.
Mediante el rezo, la disciplina, la repetición, y todo lo demás, podéis producir cierta serenidad; pero eso es simple embotamiento, y reduce la mente y el corazón a un estado de hastío, de rutina y de cansancio.
Por el contrario, la oración es por cierto comprensión, la oración del corazón es comprensión. ¿Cómo puede haber comprensión habiendo exclusión? ¿Cómo puede haber comprensión cuando hay ruego, súplica? En la comprensión está la paz, la libertad; quedáis libres de aquello que comprendéis.
Recuerden, el mero hecho de concentrarse o de rezar no trae comprensión. La comprensión es la base misma, el proceso fundamental de la verdadera oración. Si examináis el rezo y la concentración con mucho cuidado, a fondo, hallaréis que ninguna de ellas trae comprensión. Solo conducen a la obstinación, a la fijación, a la ilusión. Mientras que la oración, en la cual hay comprensión, trae libertad, claridad e integración.
Por lo anterior les traigo una pequeña selección de cuentos sobre orar y rezar. Cuentos Budistas, Cristianos, Zen, Asideos, Rusos, Chinos, Hindúes, Sufí, antiguos y modernos, con el estilo inconfundible de Anthony de Mello.
ORAR
El Mahatma Gandhi solía expresarlo diciendo que podía perfectamente pasarse días enteros sin ingerir ningún alimento, pero que no le era posible vivir un solo minuto sin oración. Y afirmaba que, si se le privara de la oración durante un solo minuto, se volvería loco, dado el tipo de vida que llevaba.
Escuchar
Un anciano solía permanecer inmóvil durante horas orando. Un día, un sacerdote le preguntó de qué le hablaba con Dios.
- Dios no habla. Sólo escucha, fue su respuesta.
- Bien... ¿y de qué le habla usted a Dios?
- Yo tampoco hablo. Sólo escucho.
Las cuatro fases de la oración
- Yo hablo, tú escuchas.
- Tú hablas, yo escucho.
- Nadie habla. Los dos escuchamos.
- Nadie habla y nadie escucha: Silencio.
El arte de orar
El sufí Bayazid Bistami describe del siguiente modo su progreso en el arte de orar:
- La primera vez que visité la Kaaba en La Meca, vi la Kaaba.
- La segunda vez vi al Señor de la Kaaba.
- La tercera vez no vi ni la Kaaba ni al Señor de la Kaaba.
La mejor oración
- Una vez, le preguntó un rabino a un discípulo qué era lo que le molestaba.
- Mi pobreza, le respondió. Vivo tan miserablemente que ni siquiera puedo estudiar y ni siquiera puedo orar.
- En los tiempos que corren, le dijo el rabino, la mejor oración y el mejor estudio consisten en aceptar la vida tal como viene.
REZAR
Si no os dais cuenta en todo momento de todas vuestras reacciones, si no sois plenamente conscientes, si no os dais plena cuenta de vuestras diarias actividades, el mero hecho de encerraros en una habitación y sentaros frente a una imagen a rezar, es una escapatoria que no creará orden porque lo que recibís no trae claridad, ni comprensión.
Sobre rezos y rezadores
- La abuela: ¿Rezas cada noche?
- El nieto: ¡Por supuesto!
- ¿Y por las mañanas?
- No. En el día no tengo miedo.
La piadosa anciana
- Una piadosa anciana, al acabar la guerra: Dios ha sido muy bueno con nosotros: hemos rezado sin parar... ¡Gracias a Dios, todas las bombas han caído en la otra parte de la ciudad!
El asesinato de Hitler
- La persecución de los judíos por parte de Hitler se había hecho tan insoportable que dos de ellos decidieron asesinarlo, para lo cual se apostaron armados en un lugar por el que sabían que debía pasar el Fuhrer. Pero éste se retrasaba, y Samuel se temió lo peor: Joshua, le dijo al otro, ¡Reza para que no le haya pasado nada!
La tía piadosa
- Aquel matrimonio había tomado la costumbre de invitar todos los años a su piadosa tía a hacer con ellos una excursión. Pero aquel año se habían olvidado de invitarla. Cuando lo hicieron, ya a última hora, ella les dijo: Ya es demasiado tarde, he estado rezando para que llueva.
La interrupción
- Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida entre sus manos, en un banco de la iglesia vacía.
- Pasó una hora... Pasaron dos horas.. y allí seguía.
- Pensando que se trataría de un alma afligida y deseosa de que la ayudaran, el sacerdote se acercó a la mujer y le dijo: ¿Puedo ayudarla en algo?
- No, Padre, muchas gracias, respondió ella. He estado recibiendo toda la ayuda que necesitaba... ¡Hasta que usted me ha interrumpido!
El perro
- Ayer murió mi perro, Padre, y querría ofrecer un rezo por su eterno descanso. El Padre respondió escandalizado: ¡Nosotros no ofrecemos rezos por los animales! Inténtelo en la otra religión que hay en la esquina. Es probable que ellos quieran rezar por su perro...
- La verdad es que le tenía un enorme cariño, dijo el feligrés, y me gustaría ofrecerle una despedida decente. Pero, claro, no sé lo que se acostumbra a dar en estos casos... ¿Cree usted que bastará con quinientos dólares?
- ¡Un momento!, dijo el Padre. ¡No me había dicho usted a que religión pertenece el perro!