Solo Dios es santo

La religiosidad del mundo está orientada a la fabricación de santos. Para lograr este fin, se engañan ellas mismas reprimiendo en su inconsciente.

JIDDU KRISHNAMURTI

La búsqueda de la santidad

Meditación es ver el conmovedor y siempre cambiante movimiento de la vida. El hombre que ha progresado de ser un pecador a ser un santo, ha pasado de una ilusión a otra. Todo este movimiento es una ilusión. Cuando la mente lo ve, no crea más ilusiones, deja de medir. Por lo tanto, el pensamiento termina en relación con ese llegar a ser mejor. De ahí surge un estado de liberación, y esto es sagrado. Esto solo, puede quizás recibir aquello que es eterno.

Querer ser un santo no es más que un esfuerzo de la mente por crear otra careta para ganar aceptación social, ya sea del mundo o de un reducido grupo de personas. La mayoría de la religiosidad del mundo está orientada a la fabricación de santos. Para lograr este fin, las personas se engañan ellas mismas reprimiendo en su inconsciente aquello que es contrario a la imagen de santos que quieren fabricar.

El verdadero santo nunca buscó convertirse en santo. Su santidad es el resultado natural de soltar todo, incluso el deseo de ser un santo. Soltar todo es la renuncia suprema a todas las expectativas creadas por la mente y el ego. Y al mismo tiempo es la entrega suprema al fluir natural de la vida –al que algunos llaman la Voluntad de Dios.

El verdadero santo nunca busca parecer un santo. Por ello no busca esconder sus flaquezas ante los demás. En cambio, el que busca ser santo, esconde sus debilidades para mantener su imagen ante el mudo. Buscando la santidad nunca la encontrarás, solo desarrollarás un ego más bonito y más esbelto, un ego que habla de amor y medita largas horas, nada más.

La propuesta de Krishnamurti, que puse al principio de este artículo, es la de limitarnos a ser el Testigo de la mente y sus funcionamiento. Cuando observamos a la mente y al ego con sus juegos infantiles, entramos en otro nivel de la Consciencia; un nivel en el cual somos un observador imparcial que no se afecta ni se identifica con nada de lo que observa.

Pero lo más increíble de este observar, es que al hacerlo la mente se transforma, el ego se disuelve. Aquello que es observado de esta forma nunca queda igual, siempre hay un cambio, una transformación. De hecho, el éxito del ego radica en hacer que nos identifiquemos con él. Pero cuando lo observamos, este pierde su poder y se disuelve en ese instante. Esto que parece mágico es el poder científico y transformador de la Autoconsciencia, el arte de ver sin identificarse.

Cuando hacemos esto, no se busca convertirnos en santos o en personas mejores. En la observación no puede haber expectativas de ninguna clase. En ese momento entramos al Vacío absoluto, un vacío en el cual ya no hay mente ni noción de un yo personal que pueda ser afectado por lo que ve. De este modo nos convertimos en el espacio vacío y los pensamientos son solamente pájaros que cruzan sin dejar rastro alguno. Entonces deviene la santidad sin buscar ni desear jamás ser santos. Cuando la santidad llega de esta manera, no nos apegamos a ella y no necesitamos hacer un esfuerzo mental por sostenerla. Ni siquiera nos apegamos a eso porque en el Vacío la palabra santo es también una creación de la mente.