La iluminación espiritual

La amorosa luz y la bestia

POR: A H ALMAAS

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BUSCANDO LA AMOROSA LUZ

Nuestra relación con Dios es profunda e inconsciente.

A medida que empezamos a experimentar el universo como amorosa inteligencia cuya función es sostenernos y apoyarnos de tal modo que nos desarrollemos y despleguemos con facilidad, y empecemos a sentir la confianza no conceptual y no verbal que surge de ello, es probable que se nos presente un tema psicodinámico particular. El tema es una barrera específica que nos impide experimentar el Vivo Amanecer, en particular al nivel de corazón, donde lo llamamos Amorosa Luz. La barrera es un tipo de resistencia que en ocasiones adopta la forma de un profundo escepticismo sobre la existencia de dicha inteligencia amorosa: ¡Me suena un poco a chorrada Nueva Era! O tal vez adopte la forma de enojo: Si existe una inteligencia de esta naturaleza ¿dónde ha estado durante toda mi vida? ¿dónde estaba cuando la necesitaba?

Nuestra relación con Dios

Dichas reacciones son manifestaciones de incredulidad, desconfianza, falta de fe, paranoia, sospecha, sensación de traición, ira o incluso odio hacia dicha inteligencia. La clave está en nuestra relación con dicha inteligencia, que -si la concebimos de un modo teísta- constituye nuestra relación con Dios. Si nuestra mente está más impersonalmente orientada, lo consideraremos como nuestra reacción a cualquier inteligencia o presencia que impregne el universo; que básicamente es lo mismo que el concepto de Dios. Dichas reacciones contienen en su seno una historia de daño, frustración y una sensación de haber sido traicionados por Dios, y son universales en el sentido de que cualquiera que se identifique con un ego las experimenta de una u otra forma.

Como hemos dicho, la estructura del ego se basa en experiencias de la temprana infancia que dejan en el alma la impresión de una falta de apoyo, lo que conduce a la pérdida de contacto con las dimensiones amorosas y sustentadoras del Ser. Las continuas experiencias de dolor físico o emocional, así como los fallos o abandonos del entorno, conducen al alma a reaccionar, en un intento de conseguir el sostén. El alma se siente separada, sola, aislada, y tiene la sensación de que debe luchar por sí misma y ayudarse a sí misma con el fin de sobrevivir. Este es el modo en que se desarrollan las fijaciones.

La desconfianza que es consustancial con la perspectiva egóica se fundamenta en no experimentar la bondad del universo. A partir de esta falta de confianza surge lo que denominamos la Bestia, la parte del ego que no solo está frustrada y enfadada, sino que también odia lo que es bueno y positivo. Cuando experimentamos la Bestia, si existe algo de amor, lo odiamos y queremos destruirlo. ¿Dónde estaba? ¿Dónde se encontraba cuando me hacia falta? o Se supone que Dios es pleno amor, misericordia y compasión, pero si esto es verdad ¿por qué sufro tanto y el mundo es tan confuso? Esta parte del ego posee la consciencia de un niño y no puede racionalizar estas cosas como haría un adulto, consolándose y dándose explicaciones a sí mismo de que Dios me está poniendo a prueba. Aunque un niño tal vez no lo conceptualice, el pensamiento es algo parecido a: Si Dios no está cuando realmente lo necesito, Dios no es bueno. Si permanezco abierto y vulnerable, volveré a fracasar de nuevo, por lo tanto ¿de qué me sirve? No lo quiero; lo odio. No hace más que crearme problemas; confío en Él y soy dañado. Es mejor que dependa solo de mi y me olvide de Él. No volveré a confiar.

Nuestra relación con Dios es profunda e inconsciente. No es lo que nuestra mente consciente nos dice que es o deba ser; se trata de cómo experimentemos visceralmente a Dios. Excepto en el caso de que lo hayamos elaborado, todo el mundo siente odio hacia Dios o el universo, sea cual sea el modo en que lo concibamos. Todos hemos sufrido, nos hemos sentido dolidos o abandonados y nos hemos hecho preguntas enfadados con Dios: ¿dónde estaba la ayuda, dónde estaba el apoyo, dónde estaba el sostén, dónde estaba el amor, dónde estaba la bendición? Estos sentimientos están ocultos en muchas personas, tras su sentido de sí mismos, en forma de temor a Dios o creencia en Dios. Para dichas personas, la lealtad a Dios a menudo oculta más odio hacia Dios que en el caso de los no creyentes, puesto que tienen más razones para estar enfadados con Él. Creo en Ti, se que estás ahí ¿Dónde estás? ¿Cuidándote de otros? Estos sentimientos hay que llevarlos hasta la consciencia y elaborarlos antes de que podamos experimentar de un modo consistente esta amorosa presencia como fuerza en nuestras vidas. Hacerlo, significa dejar a un lado lo que nos dijo la iglesia sobre como debían ser nuestras relaciones con Dios, lo que se nos dijo en la mezquita o en el templo, con el fin de descubrir realmente lo que nuestra alma cree y siente, en sus profundidades, sobre esta inteligencia que llamamos Dios.

El tema de la Bestia nace cuando el Vivo Amanecer se experimenta en el corazón como una cualidad de la luz que es amorosa y sustentadora. La Amorosa Luz es lo que algunos denominan consciencia de Cristo: amor y luz universal, infinita e incondicional. A medida que nace la Amorosa Luz y empieza a afectar a la actividad del ego, lo que hace en particular es borrar la esperanza egóica. El amor es acción en el ahora, mientras que la esperanza se pone en el futuro. Por lo tanto, a medida que nace el amor, afecta a la esperanza egóica, y más abandonamos la esperanza, más cesa la actividad del ego. La Amorosa Luz nace a resultas de considerar la esperanza como parte básica de la actividad del ego. Sin embargo, la Amorosa Luz provoca la Bestia, la estructura de odio que se origina como reacción a la pérdida de este amor de Cristo. La Bestia se experimenta como una resistencia y una oposición a la Amorosa Luz. No es extraño que la Bestia o el demonio sea un personaje estelar en muchos relatos mitológicos.

El odio y la Bestia

En realidad, cuando experimentamos la Bestia, tal vez nos experimentemos también como una suerte de demonio, con cuernos, ojos rojos, rabo etc. Mucha gente experimenta en realidad esta estructura de un modo explícito. Te da la sensación de que te hayan salido cuernos y rabo, y estás lleno de furia y odio. Solo quieres destruir.

Expresar tu odio es, evidentemente, algo destructivo. Pero mucha gente cree que simplemente sentir el odio es destructivo. Sentir el odio puede llevar a algunas personas a expresarlo físicamente y volverse destructivas, algo que debe eludirse. Pero la mayoría de las personas -excepto que tengan dificultades en saber cual es el comportamiento adecuado- tienden a resistirse a expresar el odio incluso aunque empiecen a experimentar directamente la Bestia.

Es difícil saber porqué nace la experiencia específica del demonio. Creo que la imagen del demonio que vemos en los libros proviene de la experiencia real de odio. No se trata de que tengas una imagen del demonio solo porque la hayas visto en algún sitio. La imagen proviene de una experiencia original, aunque es difícil decir lo que hace que la experiencia original adopte una forma concreta.

Tal vez tenga que ver con los patrones de tensión del cuerpo, o el flujo de energía del organismo en dicho estado. Pero parece ser una imagen arquetípica.

La Bestia es un asunto muy específico relacionado con la cualidad esencial del Poder. El Poder esencial del alma se ve atrapado y distorsionado por el odio y el orgullo de la estructura de la Bestia. Cuando damos rienda suelta al negro odio es cuando sentimos que nos convertimos en el demonio; un gigantesco y poderoso demonio negro con un inmenso orgullo y un odio destructivo. Podemos sobrevolar la ciudad, observándola y riéndonos. Nos podemos sentir colmados de un odio poderoso, destructivo, frío, sereno y calculado. Podemos experimentar la insignificancia absoluta de todo lo que vemos. Permitir que surja esta estructura energética, y comprender sus orígenes, ilumina hondos temas sobre la desconexión entre el alma y el amor.

Si somos capaces de sentir el odio sin resistirnos o expresarlo, el odio se transformará en el Poder esencial. Dicho Poder puede atravesar la ilusión que mantiene en su sitio a la reacción del ego y puede permitir al alma serenarse lo suficiente para que la cualidad del amor pueda afectar su estado y percepción. Esta estructura de la Bestia se conecta con otra estructura primitiva del alma que nace de la frustración del amor así como de la temprana dimensión nutricia; a dicha estructura la llamamos el Chacal y tiene que ver con la experiencia de la fusión negativa. El estado de Chacal es una sensación más de corte animal, en la que la cualidad del alma sufre profundamente una ardiente frustración y agresividad. Cuando ello sucede, experimentamos la negatividad real del alma que aparece en parte como respuesta a la frustración y también como respuesta a verse fusionado con la madre en la fase simbiótica cuando ella estaba en un estado negativo. Estas estructuras de negatividad se iluminan cuando el efecto profundamente relajante y de apertura de la Amorosa Luz acaricia el alma. De este modo, podemos ver y comprender las estructuras, aunque no es fácil elaborarlas debido a sus raíces tan primitivas y tempranas.

Otra razón de que se presente la necesidad de afrontar el odio de un modo natural cuando trabajamos con la cualidad del Vivo Amanecer (o Amorosa Luz) es el hecho de que observemos tanta frustración y sufrimiento en quienes nos rodean y normalmente no percibamos la compasión y el amor divino de un modo directo, que se supone debería estar ahí. En particular, si vivimos en una tradición teísta, se nos ha dicho que Dios es misericordioso y bueno, y que nos ayudará. Pero, en la mayor parte de nuestras vidas, desde que éramos niños, siempre había dolor y sufrimiento. ¿Dónde estaba el amor de Dios? Según la percepción del niño, no vemos interferir a Dios de modo alguno puesto que, como niños, creemos que Dios es una cierta clase de persona que nos ayudará. Pero no vemos aparecer a nadie de esta clase que elimine nuestro sufrimiento. Por lo que nos sentimos decepcionados y dolidos por Dios, y entonces, evidentemente, experimentamos odio y enemistad hacia Él. Dicho enojo se dirige hacia la Amorosa Luz al vernos decepcionados en su seno. Ello no ayuda. Nos sentimos abandonados por Dios.

Los temas de la negatividad, reacción, odio y, en particular, las estructuras demoníacas que estamos analizando, la mayoría de las veces se ven descuidadas en las vías espirituales que ponen el énfasis en el amor. Nuestra experiencia en el Enfoque del Diamante es la de que cuando dichas estructuras no se ocultan o rechazan, sino que se iluminan y comprenden, la verdad real de la naturaleza amorosa del universo se vuelve accesible y puede integrarse en la experiencia del alma en curso.


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