La iluminación espiritual

Jesús el profeta

POR: JESUS EL CRISTO

Imagen; Jesús el profeta; Jesus El Cristo

VERDADEROS CRISTIANOS

La Voz del corazón,
la Verdad eterna, la Ley eterna de Dios,
dada por la profetisa de Dios para nuestro tiempo

Lo fundamental en nuestro tiempo para reflexionar y para el autor reconocimiento.

Navidad, ¿La fiesta culminante del año?
La vida de los cristianos en el transcurso del año.

El Amigo de Cristo:

Cuando recientemente ojeaba un catálogo de una casa de venta por correo me encontré en sus páginas con todo tipo de cosas navideñas. Junto a ropa elegante y objetos en parte finos y bonitos, encontré fotos de todo aquello que en la imaginación de la mayoría de las personas da forma a la Navidad. El verde de los pinos y el brillo de las velas, los ojos resplandecientes de los niños, la sensación de felicidad familiar en torno a la mesa de regalos. El Papá Noel de mejillas rojas o Santa Claus presentaba con una sonrisa pícara su repleto saco; angelitos de barro o plástico cantando y tocando diversidad de instrumentos; un joyero musical que podía tocar según se elegía canciones como Noche de paz, El tamborilero o Venid pastorcillos. Belenes de Navidad de madera o plástico se ofrecían con la tierna figurita del niño Jesús en la cuna de madera o plástico con las manitas levantadas bendiciendo, junto a una María llena de devoción y a un José que mantenía en alto el farol del pesebre en el que brillaba una bombillita que daba la luz justa. Ahí estaban los pastorcillos arrodillados, las ovejitas y los tres Reyes Magos de oriente en vestiduras suntuosas con coronas en las cabezas. También estaba allí la estrella de Belén y los angelitos regordetes vestidos con lazos ondeantes, todo lo que forma parte de una Navidad correcta, tal y como es debido.

Unas páginas más allá se ofrecían colgantes de bisutería en forma de Cruz en parte con el cuerpo de Jesús, en oro y plata, decorados con diamantes y, para la cartera menos abultada, con pedrería barata. Junto a los dulces tradicionales de Navidad también se ofrecía paté fino de hígado de ganso y jamón dulce de calidad y muchas cosas más.

En las más de 1000 páginas de ese catálogo me encontré, acumuladas por especialistas publicitarios profesionales, con todas las imágenes de deseos, los clichés que vienen estando vivos por Navidad en las personas. Si no existieran, estos hábiles especialistas publicitarios con conocimientos de psicología no los presentarían en las imágenes de forma tan lograda y publicitariamente eficaz. Me afectó y me vino el pensamiento: ¿qué hemos hecho los hombres, los cristianos, de la Navidad?

Pero en seguida me acordé que, a pesar de naturalmente sentirme cristiano durante mi pertenencia a la Iglesia católica -que finalizó hace 18 años- también había sido parte de mi mundo esa Navidad exteriorizada con sus clichés y sentimentalismos. Aunque año tras año acudía a la misa del gallo, y cada domingo a misa, solo me hice consciente del verdadero significado de la Navidad cuando le di la espalda a la Iglesia y me puse a buscar la verdad.

El Profeta:

Así como te fue a ti, parece que les ha ido y les va a muchos que se llaman cristianos. Navidad se ha convertido en un barullo, en un espectáculo de la gula y de la vanidad, de que solo puede escapar aquel que se ocupa de seguir a Cristo y desarrolla los valores internos. Solo cuando nos hagamos conscientes de que Cristo está vivo en nuestros corazones y que nosotros transformamos los contenidos de nuestra vida por medio de la aplicación activa de los Mandamientos de Dios y el Sermón de la Montaña de Jesús, cambiarán también nuestras imágenes de Navidad, que son lo mismo que nuestro mundo de programas. Entonces también nos acordaremos del Hijo de Dios, cuyo nacimiento como hombre es el motivo de la fiesta de Navidad.

Cuando escucho hablar del nacimiento de Jesús, mi corazón se alegra en el alma, pues especialmente en el tiempo de la Navidad me doy nuevamente cuenta de lo que supone que el Hijo de Dios dejara tras de sí el Cielo, la gloria, la existencia divina, la paz y a fin de cuentas al Padre eterno y también Su trono, que está a la derecha del Padre, para encarnar en un cuerpo humano, en un bebé.

El aceptó, al igual que todos los niños de esta Tierra, el áspero y frío mundo terrenal, para vivir en él. Los ricos de este mundo tienen cuartos calientes, provistos de cosas valiosas. Su vida transcurre en una sociedad de bienestar, en la que el uno no piensa ni habla precisamente bien del otro, pero en la que la riqueza una y otra vez tapa las muchas desavenencias interpersonales, según la máxima: Si tú no me haces nada, yo tampoco te hago nada a ti.

En esta conciencia viven muchos ricos, y viven, en la medida en que uno puede hablar de bien, muy bien. Externamente uno puede permitirse todo lo imaginable, se está bien situado.

Pero, ¿cómo le fue al Portador de la riqueza, al bien acomodado de los Cielos, al Hijo del Altísimo, que vino del reino interno, en el cual todo los seres son ricos, porque son herederos del infinito, es decir realmente bien acomodados? Jesús vino a una familia de carpinteros, a María y José. El no vino a una familia terrenal acomodada, sino a hombres que por medio de una vida consciente de Dios agradaban al Eterno, que por medio de Su ángel les anunció la Buena Nueva. María y José eran personas que sentían a Dios, que llevaban en sus almas la misión que cumplieron, de acoger entre ellos como hombre al Hijo del Altísimo. El vino en medio de ellos, rodeado de pastores, ovejas y de otros animales que estaban en torno al lugar del nacimiento, en el pesebre que albergó la Luz de los Cielos.

A pesar de que yo en mi vida terrenal he tenido que pasar por más de alguna privación, estoy agradecida y contenta de no ser rica externamente. Posesiones, poder, un prestigio de millonario, me acongojarían ante la faz de Dios, que permitió que Su Hijo naciera en la vulgaridad de este mundo, que confió a hombres que solo poseían una pequeña casita y no tenían otra cosa para comer, que lo que José ganaba con el trabajo de sus manos.

El Amigo de Dios:

Si Dios estuviera a favor de la riqueza de los ricos, habría hecho que Su hijo se encarnara en una familia rica, o habría ayudado a María y José a alcanzar bienestar. Precisamente la Navidad simboliza para mí el amor de Dios. Precisamente la Navidad me muestra que yo con mis pocas pertenencias sigo el camino correcto. Precisamente por Navidad siento que importa únicamente que hagamos lo que el Corregente de los Cielos en Jesús de Nazaret nos enseñó y vivió como ejemplo. Precisamente por Navidad siento que a mí, una pequeña lucecita, se me permite seguirle a El, la gran luz, encendiéndome una y otra vez en la gran luz, en el Cristo de Dios, de manera que mi llamita de amor se haga más grande.

Navidad ya no es para mí todo lo que nos encontramos en los mercados de Adviento o de Navidad, en las avenidas comerciales de las ciudades, o las ofertas de las casas de venta por correspondencia, sino que las semanas del Adviento y la Navidad misma son para mí un tiempo muy especial.

Por Navidad pareciera que en mí se abriesen las compuertas y se liberaran fuerzas que me acercan no al niño Jesús, sino al Cristo de Dios, que vino en Jesús a nosotros, que entró en la oscuridad de este mundo y nos trajo la luz de los Cielos, la promesa del amor de Dios y de la Redención para todas las almas y hombres.

Respuesta del profeta:

¡Cuánta razón tienes! Navidad es un tiempo especial que puede ablandar el corazón de los hombres, cuando éstos durante el año han llevado a cabo y han aplicado lo que rompe la costra dura del egoísmo y del provecho propio, lo que reconcilia a los hombres y les hace más pacíficos: la purificación de lo humano pecaminoso para poder seguir a Jesús, el Cristo. Entonces nuestra alma se ha vuelto más luminosa, pues sentimos que el año que ahora se inclina a su final ha merecido la pena para nosotros. Nuestra vida transcurre cada vez más consciente, porque Cristo se ha convertido en el centro de nuestra vida. Hemos dado pasos que nos condujeron a nuestro prójimo para estar a favor de él. Aumenta la comunicación positiva con nuestros semejantes, con los animales, plantas, piedras, astros y fuerzas elementales, con todo lo que vive. Esto trae una sensación de agradecimiento en el estar plenos, que significa felicidad interna y nos hace ricos, independientes de cómo es lo externo, el bienestar material. Quien desarrolla la riqueza interna, también se alegra con las pequeñas cosas de la vida, se vuelve consciente de la vida y cercano a ella. Afirma en todo lo positivo, aunque también vea lo negativo. A lo contrario a la ley divina no le dará fuerza, sino que se unirá con lo positivo, es decir establecerá comunicación con ello.

Estamos en la Tierra para ir a la escuela que es la Tierra, es decir, para dar día a día nuestros pasos de aprendizaje, reconociendo, arrepintiéndonos y purificando los aspectos de nuestros pecados que el día nos refleja, para que nos acerquemos cada día más a Dios, nuestro Padre, con la ayuda del Cristo de Dios y con Su conducción. En este camino de reconocimiento y purificación nos volvemos más sensibles y abiertos con nuestros semejantes, pues nuestra alma se enciende cada vez más con la luz del Cristo de Dios.

Si miramos a este mundo, entre todas las conductas funestas, ávidas de poder, explotadoras y codiciosas se ve una y otra vez una lucecita, una persona que se aparta de esta existencia de vampiro y se dirige a Cristo, que se ha decidido por algo mejor, que mide su forma de pensar y vivir con los Diez Mandamientos de Dios y con las enseñanzas de Jesús. En que estas luces aumenten en número, para que formen una red de luz que abarque toda la Tierra, que atraiga a otros que quieran encender la luz de su corazón mediante una vida positiva y orientada a Dios, en ello está la esperanza de un mundo mejor y verdaderamente cristiano, en cuyo centro esté Cristo, la vida en Dios. Tales personas son mansas, es decir de corazón dulce, porque durante todo el año han luchado contra sus errores y debilidades, contra su forma de pensar y comportarse egoísta, para liberarse de todo ello con la ayuda de nuestro Redentor. Son personas que en gran medida se han apartado de la fruslería de las figuritas de arcilla, cera o madera, que se supone simbolizan al Niño en Belén, para orientarse al Resucitado, cuya fuerza redentora vive en ellos, así como en cada uno de nosotros. Son aquellos que se han propuesto guardar el orden en su propio templo, lo que quiere decir, limpiar de pecados el Templo de Dios, es decir el alma y el cuerpo, para que la gran luz -de la que estabas hablando- pueda resucitar cada vez más en el alma y en el cuerpo del hombre.

Estas personas que viven en Dios son aquellas que conocen la fuerza y el poder universal de Dios, que vive en cada persona y en todas las formas de vida. Para ellos rige lo siguiente: Levanta la piedra y encontrarás a Dios. Siente en la gota de agua, en el arroyuelo, la majestuosa ola del mar y Le experimentarás. Observa un animalito y percibirás la vida de Dios. Mira una flor y verás la luz del Cielo. Mira en el firmamento, observa los astros y hacia ti irradiará el poder universal de Dios. Acepta a tu prójimo y experimentarás que en él vive el amor de Dios.

Para tales personas, la fiesta de Navidad es una gran fiesta de agradecimiento por el año que está llegando a su final. Viven en la observación interior y saben que también ellos son hijos del Altísimo, que durante su existencia en la Tierra maduran espiritualmente para ir a la Eternidad, a Dios, es decir, para regresar a Aquel que nos envió a Su Hijo, Jesús, el Cristo, a nosotros los hombres.

En la época de Navidad se gastan grandes cantidades de dinero para generar luz a nivel externo en las calles de las ciudades, en las casas y en parte también en la zona delantera de los jardines, luz que no está desarrollada en el interior de muchas personas. Naturalmente que la llama de luz divina, la llama de Dios, la llama redentora, se halla inextinguible en lo profundo de nuestra alma, y naturalmente que esta llama es alentada en algunos, especialmente en la época de Navidad. Pero donde no se derritió el hielo del corazón durante el año, poco más podrá florecer, desde la sensación llena de anhelo de lo profundo del alma y del corazón, que una melancolía difusa, un sentimentalismo. Y el sentimentalismo se puede reconocer porque no da frutos, es decir no conlleva consecuencias para la forma de pensar y vivir de cada uno. Sentimentalismo significa remover los sentimientos poco claros de melancolía y de culpas no confesadas, mezclados con autocompasión, la pena por haber descuidado algunas cosas. Quien se entregue al sentimentalismo, apenas será dichoso por ello, y en cambio no tardarán en presentarse las inculpaciones dirigidas al prójimo: reproches, acusaciones y no escasas agresiones. Además en la llamada Nochebuena se pelea mucho; eventualmente se espera aún a que los pequeños se hayan ido a la cama, para empezar con las discusiones. Muchos ahogan con vino y champán sus intensas y agresivas alteraciones de ánimo. Noche de paz, noche de amor. Y al día siguiente se continúa como antes. Si algunos mirasen más a fondo en sus arrebatos sentimentales navideños y dejasen aflorar sus sentimientos, ganarían con ello en autor reconocimiento y en fuerza para arrepentirse de algunas cosas hechas o desatendidas por propia culpa y podrían reparar muchos de estos daños, con la fuerza de su y nuestro Redentor, Cristo, e iniciar así un cambio en su vida. Tal como el sol de un único día no puede convertir un gran bloque de hielo en agua viva fluente, tampoco se ablandará en Navidad el corazón de más de un cristiano que ha utilizado las energías de sus días para estrujar suavemente a sus semejantes o exprimirles sacándoles lo que pudiera beneficiarle a él. Muchos hace tiempo que hicieron callar la voz de su conciencia, para no ser más que un poquito conscientes de que durante todo el año han menospreciado a sus semejantes, han abusado de éstos para alcanzar sus fines, les explotaron, hicieron valer sus exigencias de propiedad, les presionaron para que hicieran lo que ellos mismos no quieren hacer, ellos que han ascendido a codazos en la escalera del éxito. Ha sido y es el estrujar suavemente a sus semejantes mediante difamación, discriminación, mediante la difusión de falsedades y otras muchas cosas. Muchas personas han llegado al borde de lo estrictamente necesario para vivir, millones no tienen trabajo. Sin embargo, muchos miles son millonarios que continúan llenando sus cuentas bancarias para que les vaya bien en la Tierra. Todos ellos, ricos y pobres, explotadores, instigadores, violadores, los que maltratan niños, propietarios de burdeles, torturadores de animales, chantajistas y muchos otros se llaman cristianos. Muchos de ellos son católicos o evangélicos-luteranos. Se sientan en el círculo familiar como padres y madres queridos alrededor del abeto recién talado que exhala el perfume de su fuerza vital, comen con buenos modales la langosta arrojada viva al agua hirviendo o el ganso ahora asado, cebado en grasa con lo que le embutieron, cantan Noche de amor, noche de paz, reprimen tal vez una lágrima de añoranza porque, captados por el ambiente navideño, tienen que pensar en su infancia, en la que su padre y su madre por lo menos en la hora de la Navidad les regalaban un poco de mundo feliz en el salón.

La fiesta de Navidad, la fiesta culminante del año, se ha convertido en la coronación de la ridiculización de Jesús, el Cristo. Arrojemos a continuación algunas luces aclaratorias al mundo de falsas apariencias que se realiza en nombre del ser cristiano. Alrededor del tiempo de Navidad el año se inclina hacia su fin. Miremos retrospectivamente hacia el año. Algunos días después de la fiesta de Navidad comienza el barullo del Año Nuevo, en el que cristianos lanzan al aire algunos cientos de millones en castillos de fuegos artificiales como efecto teatral para el año que comienza. Cuántas personas podrían ser ayudadas con estos millones -niños que deplorablemente vegetan en orfanatos, hombres que habitan bajo puentes, niños de tripa abultada en los países subdesarrollados, empujados por el hambre torturante; niños mueren en el pecho de su madre, porque ésta no tiene alimento y a consecuencia de ello el cuerpo no produce leche para alimentar al pequeño; hombres que por decenas de miles mueren de hambre; hombres que vegetan en los barrios de miseria o en campamentos de refugiados, cuyos cuerpos están saturados de enfermedades, que han de esperar a su muerte porque el cristiano que ha de practicar el amor al prójimo no trae los medicamentos necesarios, con frecuencia ni siquiera un puñado de arroz, un puñado de grano, un trozo de pan. El cristiano lo lanza al aire.

¡Feliz Año Nuevo! El alcohol fluye, más de un cristiano está bebido. Otros a su vez muestran su bien alimentado cuerpo y por la excesiva abundancia no saben ya qué delicias culinarias han de ingerir aún. Y continúa: al feliz Año Nuevo se le añade el Carnaval. Fiestas ruidosas y embriagadoras en clubes nocturnos, en discotecas, en locales de baile bien decorados ofrecen la oportunidad de quitar la mujer al marido y el marido a la mujer. Uno se ofrece justamente a ello. ¿Qué es ya la fidelidad, cuando a uno le apetece aumentar los apetitos?

Los acomodados y ricos en todo el mundo se reúnen en fiestas de gala y noches de gala. ¿Quién hay ante la puerta? Un joven pobre, andrajoso, que simboliza el hambre de muchas personas; una mujer joven, apesadumbrada, que lleva en su pecho a su hijo muerto. Ellos personifican las calles de la miseria.

El joven pobre y la mujer delgada y joven con su hijo muerto simbolizan las palabras de Jesús: Tuve hambre, y no Me disteis de comer. Tuve sed, y no Me disteis de beber. Fui forastero, y no Me alojasteis. Estuve desnudo, y no Me vestisteis. Estuve enfermo y en la cárcel, y no Me visitasteis. Entonces también Le contestarán diciendo: Señor, ¿cuándo Te hemos visto, hambriento o sediento, o como forastero o desnudo o enfermo o preso y no Te hemos servido? Entonces El les contestará diciendo: En verdad, Yo os digo: lo que no habéis hecho a uno de estos pequeñuelos, a Mí no lo hicisteis.

Todos ellos, que están ante las puertas de los locales de las galas, ante los clubes, ante los hoteles nobles, simbolizan también la búsqueda de alojamiento de María y José. María, la mujer en avanzado estado de gestación, y José, fueron de casa en casa y llamaron a la puerta de los hombres porque María estaba cerca del alumbramiento. Las puertas permanecieron cerradas. Un hombre que apenas tenía él mismo un hogar, que apenas poseía él mismo alimento, dio un alojamiento a María y José; lo llamamos el establo de Belén. Allí dio a luz María, allí yació el Niño en un pesebre de paja. Hoy hay un niño en harapos, una mujer joven con su niñito muerto, muerto por hambre, ante el local de la gala. ¿Dónde? ¿En Londres? ¿En Delhi? ¿En Río? ¿En Nueva York? -entre nosotros, aquí y hoy; entre aquellos que se llaman cristianos. Escuchad vosotros cristianos, hace algunas semanas resonaba desde la misma sala de fiestas: ¡Feliz Navidad en todas partes!. Y: Niñitos, venid, venid todos... Ahora abandonan la fiesta algunos sentimentalmente inspirados, cruzando la bien iluminada sala de entrada, con los estómagos repletos de vino y platos delicados; con pescado, pavo, pierna de corzo mechada, bien aderezadas espaldas de conejo, es decir, caza para los cristianos. Un fino asado de ternera no puede faltar, un trozo de cerdo también ha de ser, un bonito muslo de pollo, pato o ganso, festivamente condimentado, naturalmente con la salsa adecuada. A las manos del joven flaco, andrajoso, lanzan los elevados huéspedes algunas monedas. Ante la mujer delgada de ojos muy abiertos se detienen espantados, pues la visión del niño muerto les asusta profundamente. Sacuden su bien cuidada cabeza y dicen: ¡qué atrevimiento! ¡Y algo así ante nuestro club! Indignados siguen adelante. Su reavivado sentimentalismo desaparece en el suave mecerse de la limusina de lujo, que les lleva a su casa con calefacción, a su vivienda calentita, a su mundo feliz y bello.

El carnaval llega a su final, el miércoles de ceniza se anuncia: ceniza sobre la estimada cabeza. Lo cual significa: acuérdate hombre que polvo eres y en polvo te has de convertir. Pero, ¿quién reflexiona sobre el polvo que él, el hombre ha de ser? Para algunos éste solo está en las calles. O para él son las personas pobres y miserables que están en las calles de este mundo o que están mendigando ante los nobles locales. Mientras el polvo se pueda vestir con valiosos trajes, polvo son los otros.

¡Ahora es Cuaresma, tiempo de ayuno! Oh no, para algunos -en Baviera- ¡ahora es el tiempo de la cerveza fuerte! Ahora corre más la cerveza fuerte y menos el vino; con algo se tiene que embriagar el cristiano. Afuera, ante la cervecera hay un niño, una mujer anciana con un niño tiritando. En la mano ella lleva un cesto con florecitas, también para el hombre bebedor de cerveza. En el niñito y en la anciana mujer está Jesús ante la puerta.

¿Cómo te comportas, oh hombre cristiano, que eres acomodado y hombre mundano? ¿Qué hay para Cristo en tu sentir, ante la carpa o el local de gala, al salir? En el prójimo se halla el Señor, el maestro llama: ¡oye el dolor, aprendiz, un niñito pide pan y clama, en el rostro de una anciana, la desesperación! Oh, ebrio cristiano, ¿qué harás? Bien sabe tu conciencia quién eres, mas con los pocos chavos que dieres tu compasión acallarás.

La Cuaresma y el tiempo de la cerveza fuerte van llegando a su final y así queda anunciada la Semana Santa. Ya semanas antes de estos días festivos, muchos cristianos piensan cómo y dónde los pasarán. Algunos suman a estos días festivos uno, dos o más días de vacaciones para ir a la montaña o a zonas más cálidas, al mar. ¿Qué les importa a muchos cristianos el Viernes Santo? Alguno se dice a sí mismo: el sermón del cura en Viernes Santo o en Pascua es además el mismo desde hace decenios.

Viernes Santo para muchos cristianos significa: nos acordamos de la muerte de Jesús en la Cruz. Y Pascua significa: nos acordamos de la Resurrección de Jesús. O sea, se rememora. En estos 2000 años ¿han pensado acaso los cristianos por qué a pesar de la Resurrección de Jesús continúa colgado, ayer, hoy y mañana un hombre muerto en la cruz? Los días de reflexión, Viernes Santo y Pascua de Resurrección, para muchos cristianos son solo conmemoraciones para grabar en nosotros los sucesos de hace 2000 años, que una y otra vez nos refrescan los predicadores.

Resurrección significa que Cristo superó la muerte.

¿Por qué -insisto, por qué, es decir, por qué motivo y con qué finalidad- cada año es como si se anulara Su Resurrección? De forma plástica: ¿Por qué se Le vuelve a matar? Y se burlan del creyente que gracias al hágase de Jesús, el Cristo, lleva en sí la Redención y desea seguir el camino de la liberación de sus pecados, siguiendo a Cristo, el Resucitado. Esto es una burla y escarnio de Cristo, una burla y escarnio de todos aquellos que acogen Su cruz y que con la ayuda del Cristo de Dios y gracias a Su Resurrección quieren liberarse de su carga de pecados, elevarse y dirigirse hacia el reino de la paz y del amor.

A la vista del hombre muerto, que continúa colgado en la cruz, muchos se preguntan: ¿qué nos ha traído el muerto, el Nazareno? El mundo no ha ido a mejor. Las muchas palabras bienintencionadas de los curas y sacerdotes no nos han traído el paraíso a este mundo. Por tanto ¿qué importan el Viernes Santo y la fiesta de Pascua? Tal vez algunos piensen que todo esto es solo para la gente mayor o para todos aquellos que aún necesitan un poco de sentimentalismo. Tal vez al modo como escribió críticamente el filósofo Nietzsche, sobre un Dios que nos cura a tiempo de un resfriado o nos permite subir a una carroza justo cuando comienza una tormenta, que hace justamente lo que las personas desean. Otros se han despedido totalmente de la fe y en secreto piensan como el mismo Nietzsche, que las iglesias no son otra cosa que las fosas y tumbas de Dios. Y como señal de que el filósofo podría tener razón, allí, mientras -según Nietzsche- el cuervo en el púlpito hace su servicio, cuelga inmóvil un hombre muerto en la cruz.

Mas de un cristiano, sin llegar tan lejos como el filósofo en su distanciamiento, tampoco concede gran significado a las palabras del sacerdote. Sin embargo, quiere al menos mantener las apariencias. Para no parecer totalmente falto de conciencia, participa al menos de las costumbres del Viernes Santo y de la Pascua. El Viernes Santo, un día de ayuno, se come pescado. Natu-ralmente, tiene que haber una carpa fresca, una trucha recién sacrificada o un bacalao. Aún ayer uno paseaba a la orilla del río alegrándose de los divertidos saltos de las truchas, de los movimientos llenos de encanto de esta especie. Mañana yacerán tal vez como cadáveres, sabrosamente aderezados, en la mesa de la comida del mediodía. Con indiferencia ante la trucha de mirada ahora pétrea, se celebra la comida. Ya no se piensa en que aún ayer eran éstos los peces que alegres y lozanos nadaban en el agua alegrándose de su existencia. Al hombre caníbal de animales, todo le parece bien, sea trucha o lucio. Lo importante para él es el placer sin contrariedades, seguramente también cuando una persona como yo apele a su conciencia.

Muchos son del parecer de que el hombre se ha convertido en animal. ¡Por favor, no ofendamos al animal! En muchos casos éste es mucho más noble y sensible que el hombre burdo, carnicero y caníbal.

Lo que se permiten los diez mil de arriba, incluidas las autoridades eclesiásticas, lo quieren también los contribuyentes que pagan sus impuestos eclesiásticos. Precisamente las autoridades eclesiásticas -así lo cree el imitador- tendrían que saber lo que hacen, y así éste toma parte en todos los usos y costumbres, ya sean paganos o caníbales. El, el cristiano llano, no asesina ni mata él mismo. Deja que otros lleven a cabo el trabajo sangriento.

Ayer, el cristiano que daba un paseo veía cómo un corderito retozaba en el prado, cómo la liebre saltaba por el campo, cómo el ciervo se escondía en el matorral. Se alegraba con la vida de los animales, de su belleza, de su encanto y de su alegría de vivir. Mañana, el domingo de Resurrección, el cristiano de Iglesia ingiere la pierna de cordero, el conejo en escabeche, o el lomo de ciervo adobado. El granjero, un cristiano también, ha matado al corderillo. El cazador, un cristiano a su vez, ha cazado y abatido a la divertida liebre y al gracioso ciervo. Pero, ¿qué pasa? ¡De algo tiene que alimentarse uno! Cordero, liebre y ciervo van en pedazos, bien aderezados, debidamente adobados, a la sartén y de ahí a la mesa del alto cargo eclesiástico y del cristiano de Iglesia que le imita.

Al prójimo del reino animal, que nosotros llamamos cerdo, no le va mejor. Ayer estaba el cochinillo alegre y contento, hoy es matado y despedazado. Los trozos de su cuerpo muerto son ahumados por el carnicero, es decir, preparados para el disfrute culinario, y ofrecidos para la compra. Más de un cristiano, que sabe lo que es bueno, envuelve el jamón ahumado en un paño fino y limpio, para luego llevárselo en un cesto al cura en la iglesia. Este, entonces, da su bendición a los dones de la naturaleza. Ahora está el jamón bendito y listo para ser consumido; bendito sea -gracias al jamón bendecido- el cuerpo caníbal de animales. Pues, al fin y al cabo, uno era aún y así cristiano.

La conciencia cristiana, que se orienta menos a los Diez Mandamientos y al Sermón de la Montaña que al ejemplo de los teólogos, es flexible. El Viernes Santo había al fin y al cabo pescado, por Pascua -siguiendo la más pura tradición pascual- hay el domingo por la mañana jamón bendecido, al mediodía lomo de ciervo adobado, o liebre, o un trozo de ternera a la plancha o una pierna de cordero, pues al fin y al cabo, también Jesús comió carne de cordero.

Quien aún asista a la iglesia, cantará con voz firme y segura en la misa del domingo de Pascua la conocida canción de resurrección: Jesús vive, con El también yo. Muerte, dónde están tus espantos? El Cristo de Dios ha resucitado en verdad. Su Espíritu vive en nosotros, -pero: ¿vivimos nosotros en El y con El?- ¿Cumple el cristiano lo que Jesús explicó y vivió dando ejemplo? ¿O se convirtieron muchas personas en una especie de fantasmas espantosos para los animales del bosque, del campo, del aire, de las aguas y de los establos? ¿No se han convertido muchos en fantasmas espantosos para la totalidad de la naturaleza? El cristiano tala los árboles, no importa que sea primavera, verano, otoño o invierno, de manera parecida a como maltrata, golpea y mata a los animales. Cristianos se han convertido en sacrificadores y carniceros de las reinos de la naturaleza. Los animales ponen pies en polvorosa ante el indomado hombre caníbal de animales.

Muchos cristianos aceptan todo esto como algo natural, pues se sienten como los señores de la Tierra y de la sociedad. ¿De qué sociedad? De una sociedad de carniceros, ladrones, asesinos, chantajistas, atracadores, violentos, estafadores, mentirosos, calumniadores, discriminadores, adúlteros, maltratadores de niños, violentos con la naturaleza, torturadores de animales, maltratadores de plantas y minerales, etc., etc., etc., es decir, de destructores de todo el planeta Tierra. Más de uno protestará ahora: ¡Pero yo, no!.

El tiene que dejar que le objeten: ¡demuéstralo! ¿Cómo te comportas con tus palabras y hechos frente a tus semejantes, por no hablar de tus pensamientos? ¿Cómo hablas de tus semejantes? ¿Cuáles son tus hechos y obras? ¿Cuán grande es tu amor a Dios y al prójimo? Bienaventurado el que de todo corazón siente lo bueno, desea lo bueno, quiere lo bueno, piensa con bondad y se comporta también correspondientemente. El tendrá una conciencia buena y tranquila, es decir, un corazón pleno de paz.

El Amigo de Cristo:

¡Detente, ya me basta! Al fin y al cabo, yo tenía aún una imagen tan hermosa de la fiesta de la Navidad. ¿He estado loco, participando en cosas así, como cristiano de Iglesia? Me avergüenzo de ser cristiano, pues con lo que has explicado he tenido que darme golpes en el pecho repetidas veces. Pero Jesús tomó también un trozo de cordero en la última cena pascual. Y además multiplicó también los peces. ¿No nos mostró con ello que al menos de vez en cuando podemos comer carne?

Respuesta del profeta:

En Esta es Mi Palabra. A y W. El Evangelio de Jesús. La manifestación de Cristo que el mundo no conoce, Cristo aclara al respecto lo siguiente:

Ni por los apóstoles ni por los discípulos fue ordenada la matanza de un cordero; pero tanto a Mí como a los apóstoles y discípulos nos fueron servidos, como ofrenda de amor, trozos de un cordero aderezado. Nuestro prójimo nos quiso obsequiar con ello; no sabían hacerlo mejor. Yo bendije la ofrenda y comencé a comer la carne. Mis apóstoles y discípulos lo hicieron igual que Yo. A continuación Me hicieron una pregunta, con el siguiente sentido: debemos abstenernos del consumo de carne. Así nos lo ordenaste. Ahora Tú mismo has comido carne.

Yo instruí así a los Míos: el hombre no debe matar intencionadamente a ningún animal, ni consumir la carne de animales que han sido matados para el consumo de su carne. Pero cuando hombres que todavía son ignorantes han preparado carne como alimento y se lo ofrecen al huésped como regalo y se lo sirven en la comida, el huésped no debería rechazar la ofrenda; pues hay que diferenciar el hecho de comer el hombre la carne por avidez de la misma, del de comerla en agradecimiento al anfitrión, por su esfuerzo.

Sin embargo, el que esto sabe debe, si le es posible y las circunstancias externas y el tiempo lo permiten, dar indicaciones generales al anfitrión, pero sin querer escarmentarle. Cuando el tiempo haya madurado, el anfitrión también entenderá estas indicaciones generales.

Al amor desinteresado también pertenecen, en este mundo, la comprensión y la tolerancia. Dejad al albedrío de cada hombre el querer entender y aceptar, o no, vuestras indicaciones generales. Si siempre pensáis, habláis y actuáis desinteresadamente, permaneceréis en el amor y el amor os bendecirá. Lo que entonces os sea servido como regalo de amor, estará bendecido.

Con la multiplicación de los panes, la fruta y los peces les mostré que ningún hombre tiene que pasar hambre y sufrir necesidades, cuando cumple las leyes de Dios.

En el llamado milagro de la multiplicación fue manifiesto que el hombre podría vivir en la plenitud, si cumpliese la voluntad de Dios; pues la ley universal es inagotable para los seres espirituales y para las almas y los hombres que hacen la voluntad de Mi Padre, que también es su Padre.

Mis discípulos Me trajeron panes y uvas para su multiplicación. Cuando tomé en Mis manos esta sustancia muerta, expliqué a los hombres que de ella el potencial de fuerza de Mi Padre, la elevada fuerza vital, se había retirado en gran medida, y que Yo no creo peces vivos para que a su vez sean matados.

Expliqué a los hombres que la vida está en todas las formas de vida y que el hombre no debe matarla intencionadamente. Los hombres, especialmente los niños, Me miraron con tristeza: No Me podían entender, pues vivían mayormente de peces, pan y pocas cosas más. Entonces les hablé en el sentido siguiente: las energías de la Tierra hacen que los peces muertos todavía mantengan su cohesión. Así que no os regalaré peces vivos provenientes del Espíritu del Padre, sino que os crearé peces que están muertos, o sea pobres en vibración, provenientes de la energía de la Tierra. Nunca llevarán vida, y no podrán ser matados. Quiero mostraros cómo sabe lo que está vivo -pan y frutos-, en comparación con el alimento muerto.

Y creé para ellos peces -a partir de las energías de la Tierra- que llevaban poca sustancia espiritual. Les di los peces muertos y les mandé comer al mismo tiempo el pan y los frutos, para que notaran la diferencia entre alimento vivo y muerto, entre alimentos de vibración alta y de vibración baja.

Muchos de mis semejantes estarán indignados por mis drásticas exposiciones sobre muchos cristianos, pero, ¿no es tal y como he explicado en este escrito? Del reproche del comportamiento por así decir caníbal de animales de muchos cristianos no me quiero excluir, porque yo también fui católica y viví esta cosas en mi casa paterna. Toda la familia, incluida la parentela, era católica. Todos hacían, sin reflexionar sobre lo que quería Jesús, lo que las autoridades eclesiásticas predicaban y vivían. Se sabía de los Mandamientos de Dios, en los que se decía: No matarás. Pero el cristiano de Iglesia cree que esto se refiere solo a las personas, y no también a los animales y las demás formas de vida de la naturaleza. Sólo cuando se me abrieron los ojos sobre lo que se ha hecho con la enseñanza de Jesús, cómo ha sido tergiversada y cómo Jesús, el Cristo, ha tenido y tiene que aguantar lo que las autoridades eclesiásticas tienen por agradable y placentero, puse ahí punto y aparte y dejé detrás de mí lo que hasta entonces había considerado como normal. Todos nosotros, también yo, tenemos que hacernos el reproche de por qué no reflexionamos sobre el canibalismo para con los animales. ¿Por qué no sentimos que también en la naturaleza está la vida de Dios, porque ella es la creación de Dios? Cuando escuchamos Someted la Tierra, esto no significa Explotadla, sino: Servid a la Tierra, para que ella pueda serviros por acrecentado.

Sin embargo: ¿cuántas cosas suceden dentro de la Tierra y sobre ella? Muchos cristianos actúan sin consideración frente a los dones de la creación y con ello también frente al Creador. Jesús dibujó una imagen muy distinta del seguirle a El. Sus palabras: Seguidme -es decir, a Jesús, el Cristo- significan: volveos mansos y humildes de corazón, y amaos los unos a los otros, como Yo os amé siendo Jesús y os amo como Cristo. De ello forma parte también la Madre Tierra y todo lo que vive sobre y dentro de ella, en y sobre los mares y en los aires.

Desde que las autoridades eclesiásticas, hace pocos años, convirtieron el mandamiento No matarás en No asesinarás, el matar en casos de legítima defensa y en la guerra justa está al parecer, permitido. Pero Dios nos ha dado el entendimiento para que nosotros hagamos uso de él. ¿Es guerra justa, cuando en Irlanda un emboscado católico mata a un soldado protestante que patrulla? Recuerda a esquizofrenia cuando la Iglesia católica prohíbe el aborto del embrión -que quede claro que nosotros los cristianos originarios estamos también contra el aborto-, mientras que por otro lado permite el matar en la guerra justa y en casos de legítima defensa. Pensemos detalladamente en el caso concreto: primero se protege al embrión, es decir, nace el niño y es tal vez bautizado como católico. Más tarde el adulto se hace protestante y es ahora un soldado protestante que patrulla. Le dispara un emboscado católico porque éste -del mismo modo que su adversario protestante- cree hallarse en una guerra justa.

Por lo demás: ¿quién decide en realidad lo que es una guerra justa, cuando Jesús habló del amor a los enemigos? De la misma forma cruel con la que se comportan los hombres entre ellos, actúan también contra los animales, plantas y minerales.

Y luego en Pentecostés tiene que descender la fuerza del Espíritu Santo sobre los cristianos...

El Amigo de Cristo:

Pero ésta solo puede ser dada indirectamente a través de predicadores como obispos, curas y sacerdotes; pues éstos no han previsto que El, el gran Espíritu, el espíritu del Cristo de Dios hable libremente. En el Concilio Vaticano II (1965) se dice: La Revelación y la Obra de Salvación de Dios se ha cumplido y completado en Jesús de Nazaret. En El se ha terminado en el tiempo la Revelación. Por ello el orden de salvación cristiano, es decir la nueva y definitiva Alianza, no puede ser superado y no se ha de esperar ninguna nueva Revelación pública antes de la aparición gloriosa de nuestro Señor Jesucristo.

Respuesta del profeta:

Pero, ¿no irás a creer que Dios se guíe por las autoridades eclesiásticas y que 1965 años después de Jesús haya anunciado tales cosas? El respeta el libre albedrío, que en este caso viene a ser la voluntad personal de las autoridades eclesiásticas. Por eso, El ya no habla en sus iglesias, aunque los altares estén tan adornados en oro y los llamados representantes de Dios brillen en púrpura. Jesús ni estuvo en una cuna de oro ni se vistió de púrpura. Esto quiere decirnos algo, pero solo a quien piense.

El Espíritu Santo, el Espíritu del Cristo de Dios, está en cada uno de nosotros. En el origen primario de nuestra alma la gran Vida está llamando a la puerta y nos llama a ser de nuevo hijos e hijas de los Cielos, es decir seres de luz provenientes de Su luz. El Espíritu Santo llama a la puerta y nos llama a guardar Sus mandamientos y a seguir a Jesús, el Cristo, quien no solo anunció el amor del Padre, sino que El mismo fue Manifestación del amor de Dios. Jesús amó a las personas y una y otra vez habló del amor a Dios y al prójimo. Jesús amó los animales, las plantas, cada piedra. Para El la Naturaleza fue el gran jardín de Dios, en el que vivió, que apreció, que cuidó con Sus sensaciones y pensamientos, y se ocupó de los animales tanto como Le fue posible.

En Esta es Mi Palabra. A y W. El Evangelio de Jesús. La manifestación de Cristo que el mundo no conoce está escrito al respecto:

Aconteció que el Señor salió de la ciudad, e iba por la montaña con Sus discípulos. Y llegaron a un monte de caminos muy escarpados. Allí encontraron a un hombre con un animal de carga.

El caballo se había desplomado a causa de la sobrecarga, y el hombre lo golpeaba hasta hacerle sangrar. Y Jesús se le acercó y dijo: tú, hijo de la crueldad, ¿por qué golpeas a tu animal? ¿No ves acaso que es demasiado débil para su carga, y no sabes que sufre?

Pero el hombre respondió: ¿qué tienes que ver tú con esto? Puedo golpear a mi animal cuanto me plazca; pues me pertenece y lo compré por una buena suma de dinero. Pregunta a los que están contigo, pues son de mi vecindario y lo saben.

Y algunos de los discípulos respondieron diciendo: sí, Señor, es tal como dice; estábamos presentes mientras compraba el caballo. Y el Señor respondió: ¿no veis acaso como sangra y no oís como gime y se lamenta? Pero ellos respondieron diciendo: ¡no, Señor, no oímos que gima y se lamente!...

Aun cuando el hombre haya adquirido un animal, no es propiedad suya. Tal como el cuerpo espiritual, el alma en el hombre, pertenece al eterno SER, porque el Eterno ha creado el cuerpo espiritual y los seres espirituales viven en el eterno SER a través del Eterno, así los animales también fueron creados por el Espíritu creador eterno y pertenecen a la vida que es y que perdura eternamente -a Dios.

Todo el infinito es amor sirviente, vida sirviente; y también el hombre ha sido llamado por Mí, Cristo, para servir a su prójimo de modo desinteresado. Forma parte de ello, además, el prójimo animal, es decir, los animales, pues también los animales están provistos con los dones del servicio desinteresado y sirven con agrado y complacientes al hombre que los ama.

Si el hombre no ama desinteresadamente a su prójimo, o sea a sus semejantes, tampoco les servirá desinteresadamente. Transferirá igualmente su egoísmo a los mundos animal, vegetal y mineral.

El animal no puede hablar. Calladamente sufre y soporta, y apenas puede comunicar su dolor y su sufrimiento. Sólo percibe el dolor y la pena que el animal padece, el que ama desinteresadamente a hombres, animales, plantas y piedras.

El hombre egocéntrico, el hombre dominador, espera que sus semejantes le sirvan. También exige del animal que le sirva por encima de sus posibilidades y fuerzas. El mismo manda -en vez de servir-. Por eso ocasiona torturas indecibles a hombres y animales. Si el hombre hace a sus semejantes dependientes de él -en cierto modo esclavos-, también subyugará a los animales. Quien ya no escuche a su conciencia, se volverá duro de corazón para con hombres y animales. Verá solo sus propios asuntos, su propio provecho. Se dará mucha importancia y olvidará así que su prójimo y su prójimo animal -es decir, los animales- han de sufrir bajo su dominio egocéntrico. Tampoco sentirá ya lo que su prójimo y el animal necesitan. Cuando los sentidos del hombre se han embrutecido, todo el hombre tiene poca sensibilidad; pero de modo tanto más susceptible reacciona, cuando se llama la atención a su propio yo y se pone en duda su proceder.


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