Canalizar la inspiración. Meditación y respiración

El Médium espiritual Edgar Cayce nos enseña como canalizar la inspiración con meditación y respiración. Artículo para potencializar la sabiduría interior.

EDGAR CAYCE

CANALIZAR LA INSPIRACIÓN

Ser un canal de inspiración es ser un canal sin límites

La inspiración es un aspecto cuando logramos canalizar, y también es la capacidad para elevar a otros a estados de conciencia superiores, y sacar a la luz lo mejor de las personas. La canalización no consiste exclusivamente en hablar con la voz de un espíritu separado de su cuerpo, presenta muchas otras facetas.

Probablemente nadie utilizaría la palabra canalizar para describir las diversas modalidades de inspiración. La palabra canalizar sirve para describir al ser humano como fuente de transmisión psíquica y espiritual. Esta palabra es sugestiva, y esta grabada en la imaginación de muchas personas.

La intuición en tanto en cuanto constituye un canal de orientación e inspiración. También se valora porque opera en consonancia con los valores de la persona. Y, sobre todo, porque al emplear la intuición dirigimos nuestra atención al interior de nuestra persona.

La voz de la inspiración se encuentra ligeramente por encima y por detrás de su cabeza, allí perciben a su ángel de la guarda, o sienten la presencia de su yo superior, cual un halo de energía sagrada. Ciertamente, yo mismo he experimentado algo así. Al meditar sobre el Divino, o al abrirnos al yo superior, lo natural sería que nos centráramos en un punto situado sobre nuestra cabeza.

La inspiración, conocimientos, o sabiduría alcanzables por dicho canal no tiene límites.

Uno de los principios para canalizar es que el principal estímulo de la corriente de inspiración es la existencia de una necesidad auténtica. La meditación, o la sintonización con un ideal, moldea la corriente. La necesidad y la oportunidad de aplicar el material canalizado, estimulan la corriente. Una forma muy eficaz de enfocar la escritura inspirada consiste en tratar de satisfacer una necesidad.

No sé cuántas veces he oído a alguien decir: ¡Dios mío! no sabía que esto estaba dentro de mí. No me puedo creer que yo haya escrito algo así. Al no estar disociados de la experiencia, al estar presentes en el punto donde nace la inspiración, perciben efectivamente cómo viene de su interior, de su armonización, de su estado de ánimo.

Nosotros mismos somos capaces de canalizar la información si estamos dispuestos a realizar el esfuerzo necesario. Tener auténtica necesidad de saber, sintonizar como es preciso, y tener capacidad para hacer uso de la orientación e intenciones de hacerlo, son los factores necesarios para obtener ayuda a través de las fuentes que pueden canalizar la inspiración.

Se necesita confiar y estar relajado para meditar sobre la inspiración, permitirse respirar con naturalidad observando al mismo tiempo el propio proceso respiratorio. Es necesario ser conscientes sin estorbar el desarrollo del proceso.

Lo fundamental es llegar a ser un canal consciente, capaz de recibir inspiración y de compartirla en un estado de percepción consciente.

MEDITANDO AL RESPIRAR

Meditando al Respirar: Un Canal de Inspiración

Voy a describirte una aproximación a la meditación que entra de lleno en la cuestión de cómo llegar a ser un canal. Para empezar, has de centrarte simplemente en tu forma de respirar y estudiarla durante un momento. Observa lo que salta a la vista: La respiración tiene dos partes. Hay una inhalación y una exhalación.

Durante la inhalación el tórax y el abdomen se expanden mientras los pulmones se llenan de aire. Durante la exhalación, el tórax y el abdomen se relajan.

La exhalación puede resultar muy relajante. Mientras observas cómo respiras, deja que la exhalación vaya seguida de una relajación. Cada vez que sueltes el aire, puedes relajarte un poco más. Cuanto más te relajes, más fácil te resultará pasar a la etapa siguiente.

A continuación quiero que prestes atención a tu forma de respirar y que no realices ningún cambio. Observa furtivamente cómo respiras para que tu respiración no se dé cuenta de que la estás mirando. Observa cómo se desarrolla de un modo natural, sin influir en ella con tu presencia. Asegúrate de que no la tocas.

Si eres como la mayoría de las personas, al observar cómo respiras, te parecerá que estás influyendo en ello o que lo controlas de algún modo. Puede que ayudes a terminar la exhalación o que pongas en marcha la siguiente inhalación. Tal vez influyas en ello para adaptarlo suavemente, o porque sencillamente no puedas evitarlo. Es difícil observar el proceso respiratorio sin sentir que se está influyendo en el mismo.

Párate por un momento. Asegúrate de que puedes controlar tu respiración. Inspira lenta y profundamente. Márcate el ritmo. Decide cuánto tiempo deseas contener la respiración. A continuación suelta el aire a la velocidad que quieras. Decide cuándo deseas volver a inhalar y haz que te obedezca tu respiración. Decide cuándo deseas poner fin a este ejercicio poniendo de manifiesto que controlas dicho proceso, y deja que el proceso respiratorio vuelva a la normalidad.

Piensa un momento: Si ahora no controlas el proceso respiratorio ¿quién lo está haciendo? La mayor parte del día, y por la noche mientras duermes, tu cuerpo regula este proceso de un modo natural y sin tu ayuda. ¿Necesita tu cuerpo que le ayudes a controlar la respiración mientras permaneces ahí sentado observando cómo respiras? No, por supuesto que no. Tenlo presente y utilízalo para tranquilizarte mientras tratas nuevamente de observar cómo respiras sin influir en ello.

Una indicación. Relájate mientras sueltas el aire, luego deja que la siguiente respiración se produzca libremente, a su manera. Haz la prueba. Deja que la respiración te suceda. Piensa para ti: Me respira.

Tal vez, yo pueda motivarte a seguir practicando de este modo si te revelo que lo que estás haciendo es un tipo de meditación. La tradición budista Zen lo denomina meditación sobre la respiración. Las instrucciones para poner en práctica este tipo de meditación son bastante sencillas. Céntrate en tu proceso respiratorio, obsérvalo, deja que se produzca.

EL CANAL DE INSPIRACIÓN

El observar el propio proceso respiratorio no es solo una antigua forma de meditación, también es una importante vía para llegar a ser un canal, un canal de inspiración. Estás dejando que el soplo vital —el espíritu— fluya por ti.

Todas las tradiciones religiosas han asociado la respiración con el espíritu.

Esta lecturas no son una excepción. Todos dependemos de ese motor invisible que es el aire para vivir. El aire toca todo aquello que vive. La palabra, inspiración, refleja la comprensión de esta relación. Existe un nexo entre el proceso respiratorio y el ser estimulado por el espíritu, animado por el genio, o despertado por la inteligencia creativa que procede de una fuente que queda fuera del alcance de nuestra voluntad individual. Al meditar podemos experimentar cómo la respiración constituye un canal de inspiración igualmente maravilloso.

Al relajarte, empiezas a sentir cómo el aire llega hasta ti por sí solo. Si consigues abandonar tus propios hábitos y confiar en la llegada de la inspiración, verás cómo sucede. Cada inspiración te parecerá un regalo que viene de dentro y, sin embargo, su espontaneidad te indicará que no es obra tuya. Te parecerá estar en un estado de gracia, tranquilidad, paz, y experimentarás una gran gratitud. El pensamiento: Me respira puede resultar muy tranquilizador.

Si estás tranquilo, eres un canal de inspiración, permítelo.

No es necesario que pienses en cuándo has de respirar ni que te preocupes pensando si vas a respirar. Simplemente, admite que va a producirse una inspiración, experiméntalo, deja que suceda. El abandonar los hábitos, hacerse a un lado y observar el propio proceso respiratorio equivale a convertirse en un canal de inspiración. Dado que por este canal pueden venir tantos conocimientos como por cualquier otro, has de practicar esta modalidad de meditación al tiempo que te instruyes, y sabrás apreciar mejor su valor.


La auténtica inspiración es el despertar de la conciencia que hay en nuestro interior.

Edgar Cayce