La iluminación espiritual

La actitud con la verdad

Cuento Zen (396)

Era un joven que había decidido seguir la vía de la evolución interior. Acudió a un maestro y le preguntó:

Maestro, ¿qué instrucción debo seguir para hallar la verdad, para alcanzar la más alta sabiduría?

El maestro le dijo:

He aquí, jovencito, todo lo que yo puedo decirte: todo es el Ser, la Conciencia Pura. De la misma manera que el agua se convierte en hielo, el Ser adopta todas las formas del universo. No hay nada excepto el Ser. Tú eres el Ser. Reconoce que eres el Ser y habrás alcanzado la verdad, la más alta sabiduría.

El aspirante no se sintió satisfecho. Dijo:

¿Eso es todo? ¿No puedes decirme algo más?

Tal es toda mi enseñanza, aseveró el maestro. No puedo brindarte otra instrucción.

El joven se sentía muy decepcionado, pues esperaba que el maestro le hubiese facilitado una instrucción secreta y algunas técnicas muy especiales, incluso un misterioso mantra. Pero como realmente era un buscador genuino, aunque todavía muy ignorante, se dirigió a otro maestro y le pidió instrucción mística. Este segundo maestro dijo:

No dudaré en proporcionártela, pero antes debes servirme durante doce años. Tendrás que trabajar muy duramente en mi comunidad espiritual. Por cierto, hay un trabajo ahora disponible. Se trata de recoger estiércol de búfalo.

Durante doce años, el joven trabajó en tan ingrata tarea. Por fin llegó el día en que se había cumplido el tiempo establecido por el maestro. Habían pasado doce años; doce años recogiendo estiércol de búfalo. Se dirigió al maestro y le dijo:

Maestro, ya no soy tan joven como era. El tiempo ha transcurrido. Han pasado una docena de años. Por favor, entrégame ahora la instrucción.

El maestro sonrió. Parsimoniosa y amorosamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del paciente discípulo, que despedía un rancio olor a estiércol. Declaró:

Toma buena nota. Mi enseñanza es que todo es el Ser. Es el Ser el que se manifiesta en todas las formas del universo. Tú eres el Ser.

Espiritualmente maduro, al punto el discípulo comprendió la enseñanza y obtuvo iluminación. Pero cuando pasaron unos momentos y reaccionó, dijo:

Me desconcierta, maestro, que tú me hayas dado la misma enseñanza que otro maestro que conocí hace doce años. ¿Por qué habrá sido?

Simplemente, porque la verdad no cambia en doce años, tu actitud ante ella, sí.

*MORALEJA*

Cuando estás espiritualmente preparado, hasta contemplar una hoja que se desprende del árbol pueden abrirte a la verdad.

Piénsalo, no necesitas ser indio, no necesitas ser americano, no necesitas ser inglés, no necesitas ser japonés, chino. Para conocer la Verdad has de ser inmenso, vasto, has de ser vital, has de estar vivo, amoroso, inquisidor, meditativo, pero sin prejuicios, sin libros sagrados, sin conceptos, sin filosofías. Cuando te has desnudado por completo de todo eso que te ha sido enseñado, cuando se han abandonado todos los condicionamientos, entonces, de repente, allí aparece la verdad superior; y esa Verdad superior es una síntesis en sí misma; tú no necesitas sintetizarlo. Es una unidad orgánica. Y desde esa actitud puedes reírte de toda la estupidez creada en nombre de la religión, en nombre de la tolerancia, en nombre del amor, en nombre de las iglesias y templos y mezquitas.

Esa actitud ha de tener lugar dentro de ti; no ha de ser introducida en el mundo. Porque solamente tú estás vivo; la sociedad está muerta, la sociedad es solamente un nombre. Solamente tú posees algo del alma. La síntesis ha de ocurrir ahí. La síntesis no ha de tener lugar en Nueva York o en Constantinopla; la síntesis ha de darse en tu interior, en mi interior. Y cada individuo se ha de convertir en un gran experimento con miras a esa síntesis. Pero recuerda que cuando surja la síntesis, no serás capaz de decir si es una síntesis entre Oriente y Occidente, entre lo musulmán y lo cristiano, entre lo hindú y lo católico. No. Inmediatamente, serás capaz de ver que es un trascender. La síntesis, la verdadera síntesis, la síntesis orgánica es un trascender; tu actitud ha cambiado, estás en la cumbre más alta. Desde allí puedes observar.