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Lo grande de la humildad

POR: JBN LIE

Imagen; Lo grande de la humildad; Jbn Lie

EL VALOR DE LA HUMILDAD

Cuanto más grandes somos en humildad, tanto más cerca estamos de la grandeza.
Rabindranath Tagore

Las estrellas no temen parecer gusanitos de luz.
Rabindranath Tagore

La nube esperaba humildemente en un rincón del cielo, y la mañana la coronó de esplendor.
Rabindranath Tagore

LA HUMILDAD

Identificarse con la humildad, cultivarla, ponerla en práctica, ya es un gran avance para aquellos que aprovechan la oportunidad de vida que se nos concede y se preocupan seriamente, tanto por su crecimiento personal, como espiritual.
Qué gran crecimiento se obtiene, cuando se entiende lo que la humildad representa, su alcance y repercusiones, lo que de ella se puede generar en pro de nuestro corto tránsito por este plano físico.

De ahí, la importancia de adentrarse en lo que involucra, lo que proporciona, motivo de este escrito, esperando, que el tema invite al lector a considerarla y ponerla en práctica.

No nos debe sorprender que se comente, que la humildad consista en callar nuestras virtudes y permitirle a los demás descubrirlas. Y no olvidar, que existen personas tan pobres que lo único que tienen es dinero, llenos de superficialidad, Nadie está más vacío, que aquel que esta lleno del ‘Yo mismo'. Seamos lluvia serena y mansa que llega profundamente a las raíces, en silencio, nutriendo.

Muy interesante sobre lo que ella expresa mis-frases.org : " Humildad es demostrar lo maravillosos que somos pero sin darnos cuenta, Humildad es la habilidad de hacer el bien mientras que el mal nos acecha, humildad es el dar todo de ti sin esperar nada a cambio, la humildad es la que tiene que existir siempre dentro de nuestros corazones. La humildad es la paz de la humanidad. Humildad es la que tenemos que tener todos los seres humanos...

Sobre ella nos aporta Wikipedia, que el término deriva del latín 'hŭmĭlĭtas, ātis, f. humilis',que se traduce no solamente como humildad sino también como bajo o de la tierra y humus, ya que en el pasado se pensaba que las emociones, deseos y depresiones eran causadas por irregularidades en las masas de agua. Debido a que el concepto alberga un sentido intrínseco, se enfatiza en el caso de algunas prácticas éticas y religiosas donde la noción se hace más precisa.

Por su parte nos comenta corazones.org/diccionario, que la Humildad es la virtud moral por la que el hombre reconoce que de si mismo solo tiene la nada y el pecado. Todo es un don de Dios de quien todos dependemos y a quien se debe toda la gloria. El hombre humilde no aspira a la grandeza personal que el mundo admira porque ha descubierto que ser hijo de Dios es un valor muy superior. Va tras otros tesoros. No está en competencia. Se ve a sí mismo y al prójimo ante Dios. Es así libre para estimar y dedicarse al amor y al servicio sin desviarse en juicios que no le pertenecen.

La humildad no solo se opone al orgullo sino también a la auto abyección (auto humillación) en la que se dejaría de reconocer los dones de Dios y la responsabilidad de ejercitarlos según su voluntad.

El humilde ve las cosas como son, lo bueno como bueno, lo malo como malo. En la medida en que un hombre es más humilde crece una visión más correcta de la realidad.

La humildad abre constantemente camino a la caridad en detalles prácticos y concretos de servicio. Este espíritu alegre, de apertura a los demás, y de disponibilidad es capaz de transformar cualquier ambiente. La caridad cala, como el agua en la grieta de la piedra, y acaba por romper la resistencia más dura.

Nos aporta además la fuente señalada, que consideremos los grados de la humildad a saber:

  1. Conocerse. Primer paso: conocer la verdad de uno mismo. Ya los griegos antiguos ponían como una gran meta el aforismo: "Conócete a ti mismo". La Biblia dice a este respecto que es necesaria la humildad para ser sabios: Donde hay humildad hay sabiduría. Sin humildad no hay conocimiento de sí mismo y, por tanto, falta la sabiduría.

    Es difícil conocerse. La soberbia, que siempre está presente dentro del hombre, ensombrece la conciencia, embellece los defectos propios, busca justificaciones a los fallos y a los pecados. No es infrecuente que, ante un hecho, claramente malo, el orgullo se niegue a aceptar que aquella acción haya sido real, y se llega a pensar: "no puedo haberlo hecho", o bien "no es malo lo que hice", o incluso "la culpa es de los demás".
  2. Aceptarse. Una vez se ha conseguido un conocimiento propio más o menos profundo viene el segundo escalón de la humildad: aceptar la propia realidad. Resulta difícil porque la soberbia se rebela cuando la realidad es fea o defectuosa.

    Aceptarse no es lo mismo que resignarse. Si se acepta con humildad un defecto, error, limitación, o pecado, se sabe contra qué luchar y se hace posible la victoria. Ya no se camina a ciegas sino que se conoce al enemigo. Pero si no se acepta la realidad, ocurre como en el caso del enfermo que no quiere reconocer su enfermedad: no podrá curarse. Pero si se sabe que hay cura, se puede cooperar con los médicos para mejorar. Hay defectos que podemos superar y hay límites naturales que debemos saber aceptar.

    Dentro de los hábitos o costumbres, a los buenos se les llama virtudes por la fuerza que dan a los buenos deseos; a los malos los llamamos vicios, e inclinan al mal con más o menos fuerza según la profundidad de sus raíces en el actuar humano. Es útil buscar el defecto dominante para poder evitar las peores inclinaciones con más eficacia. También conviene conocer las cualidades mejores que se poseen, no para envanecerse, sino para dar gracias a Dios, ser optimista y desarrollar las buenas tendencias y virtudes..

    Los errores son más fáciles de superar porque suelen ser involuntarios. Una vez descubiertos se pone el remedio y las cosas vuelven al cauce de la verdad. Si el defecto es una limitación, no es pecado, como no lo es ser poco inteligente o poco dotado para el arte. Pero sin humildad no se aceptan las propias limitaciones. El que no acepta las propias limitaciones se expone a hacer el ridículo, por ejemplo, hablando de lo que no sabe o alardeando de lo que no tiene.

    Vive según tu conciencia o acabarás pensando como vives. Es decir, si tu vida no es fiel a tu propia conciencia, acabarás cegando tu conciencia con teorías justificadoras.
  3. Olvido de sí. El orgullo y la soberbia llevan a que el pensamiento y la imaginación giren en torno al propio yo. Muy pocos llegan a este nivel. La mayoría de la gente vive pensando en si mismo, "dándole vuelta" a sus problemas. El pensar demasiado en uno mismo es compatible con saberse poca cosa, ya que el problema consiste en que se encuentra un cierto gusto incluso en la lamentación de los propios problemas. Parece imposible pero se puede dar un goce en estar tristes, pero no es por la tristeza misma sino por pensar en sí mismo, en llamar la atención.

    El olvido de sí no es lo mismo que indiferencia ante los problemas. Se trata más bien de superar el pensar demasiado en uno mismo. En la medida en que se consigue el olvido de sí, se consigue también la paz y alegría. Es lógico que sea así, pues la mayoría de las preocupaciones provienen de conceder demasiada importancia a los problemas, tanto cuando son reales como cuando son imaginarios. El que consigue el olvido de sí está en el polo opuesto del egoísta, que continuamente esta pendiente de lo que le gusta o le disgusta. Se puede decir que ha conseguido un grado aceptable de humildad. El olvido de sí conduce a un santo abandono que consiste en una despreocupación responsable. Las cosas que ocurren -tristes o alegres- ya no preocupan, solo ocupan.
  4. Darse. Este es el grado más alto de la humildad, porque más que superar cosas malas se trata de vivir la caridad, es decir, vivir de amor. Si se han ido subiendo los escalones anteriores, ha mejorado el conocimiento propio, la aceptación de la realidad y la superación del yo como eje de todos los pensamientos e imaginaciones. Si se mata el egoísmo se puede vivir el amor, porque o el amor mata al egoísmo o el egoísmo mata al amor.

Conclusiones: Debemos mientras transitamos por esta dimensión cultivar y poner en práctica humildad, tener presente lo que Mahatma Ganddhi sugiere que la verdad sin humildad es corrupta y deviene en caricatura arrogante de la verdad

La humildad es una virtud central en el taoísmo. La frase siguiente describe como debería entenderlo una persona de acuerdo a las enseñanzas del Tao Te Ching: Una persona sabia actúa sin proclamar sus resultados. Archiva sus méritos y no se queda arrogantemente en ellos, no desea demostrar su "superioridad" ante los demás.


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