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Ley de generación - El kybalión

POR: EL KYBALION

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GÉNERO

El género está en todo, todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos. El Kybalion.

La palabra género deriva de la raíz latina que significa concebir, procrear, generar, crear, producir. Un momento de consideración sobre el asunto demostrará que esa palabra tiene un significado mucho más amplio y general que el término sexo, pues este se refiere a las distinciones físicas entre los seres machos y hembras. El sexo no es más que una mera manifestación del Género en cierto plano del Gran Plano Físico: el de la vida orgánica.

El oficio del género es solamente el de crear, producir, generar, etc., y sus manifestaciones son visibles en todos los planos fenomenales.

La última palabra de la ciencia es que el átomo está compuesto por una multitud de corpúsculos, electrones o iones (diversos nombres de la misma cosa), que giran unos en torno de otros y vibran con un elevado grado de intensidad. Pero se postula además que la formación del átomo se debe realmente a que los corpúsculos negativos se pongan a girar en torno de uno positivo. Los corpúsculos positivos parecen ejercer cierta influencia sobre los negativos, impulsando a estos a constituir ciertas combinaciones que dan como resultado la creación o generación de un átomo. Y esto está perfectamente de acuerdo con las más antiguas enseñanzas herméticas, que han identificado siempre al principio masculino del género con lo positivo y al femenino con lo negativo, como en la electricidad, por ejemplo.

Género Mental

Si bien al principio parece que solo existe un único Yo, un examen más cuidadoso revela que existe un yo y un mí. Este par mental difiere en características y naturaleza, y el examen de esta, así como de los fenómenos que surgen de la misma, arrojan gran luz sobre muchos de los problemas de la influencia mental.

Mi

Comencemos considerando el mí, que generalmente se confunde con el yo, si no se profundiza mucho en los recesos de la conciencia. El hombre piensa de sí mismo (en su aspecto de mí o me) como si estuvieran compuesto por ciertos sentimientos, agrados, gustos, y disgustos, hábitos, lazos especiales, características, etc., todo lo cual forma su personalidad, o el ser que conoce él mismo y los demás. El hombre sabe que estas emociones y sentimientos cambian, que nacen y mueren, que están sujetos al principio del Ritmo y al de la Polaridad, cuyos principios lo llevan de un extremo a otro. También piensa de sí mismo como cierta suma de conocimientos agrupados en su mente, que forman así una parte de él. Éste es el mí o me del hombre.

Yo

El estudiante encuentra pronto que no es todo lo que hay en conciencia íntima, pues ve que existe un algo mental que puede querer que el mí obre de acuerdo con cierta línea creadora y que, sin embargo, permanece aparte, como testigo de esa creación mental. A esta parte de sí mismo se le da el nombre del yo. Y puede reposar en su conciencia a voluntad. Allí se encuentra, no una conciencia de una capacidad de generar y crear activamente en el sentido del proceso gradual común a las operaciones mentales, sino más bien de la conciencia de una capacidad de proyectar una energía del yo al mí: Querer que la creación mental comience y proceda.

El yo y el mí

También se experimenta que el yo puede permanecer aparte, testigo de las operaciones o creaciones mentales del mí. Este doble aspecto existe en la mente de toda persona, el yo representa al Principio Masculino del género mental, y el mí al Principio Femenino.

La tendencia del principio femenino es siempre la de recibir impresiones, mientras que la tendencia del masculino es a darlas o a expresarlas. El principio femenino tiene un campo de acción mucho más variado que el masculino. El principio femenino conduce el trabajo de generar nuevos pensamientos, conceptos, ideas, incluso la obra de la imaginación. El masculino se contenta con el acto de querer en sus varias fases. Sin embargo, sin la ayuda activa de la voluntad del principio masculino, el femenino puede contentarse con generar imágenes mentales que son el resultado de impresiones recibidas del exterior, en vez de producir creaciones mentales originales.

Las personas que pueden prestar continuada atención a un sujeto emplean activamente ambos principios mentales: el femenino, en el trabajo activo de la generación mental, y el masculino en estimular y dar energía a la porción creadora de la mente. La mayoría apenas hace uso del principio masculino, y se contenta con vivir de acuerdo con los pensamientos e ideas que se filtran en su mí y provienen del yo de otras mentalidades.

En los fenómenos telepáticos se ve que la energía vibratoria del principio masculino se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, y que esta última absorbe ese pensamiento y le permite desarrollarlo y madurarlo. En la misma forma obra la sugestión y el hipnotismo. El principio masculino de una persona da la sugestión dirigiendo una corriente de energía o poder vibratorio hacia el principio femenino de otra, y ésta, al aceptarla, la hace suya y piensa en consecuencia. Una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desenvuelve, y a su tiempo es considerada como una verdadera creación mental del individuo, mientras que en realidad no es más que el huevo de un cuco puesto en el nido del gorrión, pues aquel pájaro pone sus huevos en un nido ajeno. El proceso normal es que el principio masculino y el femenino de una persona obren coordinada y armoniosamente conjuntamente. Pero, desgraciadamente, el principio masculino del hombre corriente es demasiado inerte y perezoso para obrar y el y el despliegue de poder volitivo es muy ligero, y, en consecuencia, la mayoría está dirigida por las mentes y voluntades de los demás a quienes se permite querer y pensar por uno mismo. ¿Cuántos pensamientos u obras originales hace el hombre corriente? ¿No es la mayoría de los hombres simple sombra o eco de los que tienen una mente o voluntad más fuerte que la suya? La perturbación proviene de que el hombre corriente descansa casi completamente en su conciencia del mí y no comprende que, realmente tiene un yo. Está polarizado en su principio femenino mental, y su principio masculino, en el que reside la voluntad, está inactivo e inerte.

Personas magnéticas

El hombre fuerte del mundo manifiesta invariablemente el principio masculino de voluntad, y su fuerza depende materialmente de este hecho. Y en vez de vivir en las impresiones que le producen otras mentalidades, domina su propia mente, mediante su voluntad, obteniendo así la clase de imágenes mentales que quiere y domina y dominando así también las mentes ajenas de la misma manera. Contémplese un hombre fuerte y véase como se las arregla para implantar sus gérmenes mentales en la mente de las masas, obligándolas así a pensar de acuerdo con sus deseos. Este es el porqué las masas son como rebaños de carneros, que nunca originan una idea propia ni emplean sus propios poderes y actividades mentales.

Las personas magnéticas son las que pueden emplear su principio masculino para imprimir sus ideas sobre los demás. El actor que hace reír o llorar a la concurrencia está haciendo uso de este principio. Igualmente sucede con el orador, político, predicador o cualquier o cualquier otro que atraiga la atención pública. La influencia peculiar que ejerce un hombre sobre otro es debido a la manifestación del género mental según las líneas vibratorias ya indicadas. En este principio está el secreto del magnetismo personal, de la fascinación, etc., así como también de los fenómenos agrupados bajo el nombre de hipnotismo.


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