La iluminación espiritual

Las mentiras no te ofenden

POR: OSHO

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LA VERDAD ES LA MAYOR OFENSA

Amado Osho, En los años de Poona recuerdo que a menudo utilizabas la frase:

Estad en el mercado, pero sin ser del mercado. Pensé que esto significaba que cuando estaba alejado de Ti, tenía que recordarme constantemente que ya no era parte de la mentalidad del mercado; era un sannyasin.

Recientemente, después de haber caído en la llamada realidad normal de ir a la caza de oportunidades y de encontrar piso, la realidad de los supermercados y de los cabezas rapadas, me di cuenta de que tu gente no somos parte del mercado; que ahora ya no necesitamos recordárnoslo, somos obvia e irrevocablemente una raza aparte.

Hace solo unas semanas te planteé una pregunta sobre cómo podía ayudar a realizar tu visión. Ahora, tras mi reciente experiencia del mundo y viendo el tratamiento que te ha dado, ni siquiera tengo energía para hablar a la gente de Ti ¿Significa esto que se encuentran demasiado alejados, o lo estoy yo?

El tratamiento que he recibido del mundo es absolutamente natural, no debería ofenderte. Si hubieran sido respetuosos, comprensivos y amorosos hacia mí, eso habría sido chocante. Su tratamiento es absolutamente esperable.

No eres tú el que te has alejado demasiado, son ellos los que han ido demasiado lejos, y han estado alejándose durante millones de años. La distancia entre el hombre real y hombre tal como existe en el mundo, se ha hecho casi insalvable. Están tan alejados de su propia realidad que han olvidado el camino de vuelta.

EL PROPÓSITO

Han olvidado cuál era su propósito al venir aquí.

Hay una antigua parábola... Un rey muy sabio quería que su hijo su único hijo y sucesor fuera también muy sabio antes de sucederle y convertirse en rey de su vasto reino. El anciano eligió un camino muy extraño: Envió a su hijo lejos del reino, le dijo que le abandonaba, que debía olvidar completamente que era un príncipe. Ya no es un príncipe y no voy a hacerle mi sucesor.

Le fue arrebatado todo, sus hermosos ropajes, sus ornamentos...; le dieron las ropas de un mendigo y de noche le metieron en un carruaje para expulsarle del reino. Había órdenes estrictas de no permitir su regreso al reino bajo ningún concepto.

Pasaron los años; el príncipe se convirtió en un verdadero mendigo y olvidó que había sido príncipe. De hecho no tuvo que hacer esfuerzos para olvidar, porque era un mendigo. Pedía ropa, alimento, abrigo y había ido aceptando lentamente la condición en la que se encontraba.

Después de muchos años, un día estaba sentado a la puerta de un hotel, pidiendo. Era pleno verano y quería conseguir suficiente dinero para comprarse un par de zapatos de segunda mano, por supuesto porque la tierra le quemaba como el fuego y caminar sin zapatos era imposible. Tenía heridas en los pies y tan solo pedía que le dieran unas cuantas monedas. En aquel mismo momento un gran carro dorado se detuvo delante del hotel y descendió de él un hombre que le dijo: Tu padre te llama para que regreses. Es muy anciano, casi está muriendo y desea que seas su sucesor.

En un segundo el mendigo desapareció. Aquel hombre cambió completamente; se podía ver en su cara, en sus ojos... las ropas seguían siendo las de un mendigo, pero el hombre era totalmente distinto. Se reunió a su alrededor una gran multitud -la misma multitud ante la que había estado poniendo la mano para recibir unas monedas- y todos comenzaron a mostrarle su gran amistad. Pero él ni siquiera les prestaba atención. Subió al carro, se sentó en él y dijo al hombre que había venido a buscarle: En primer lugar llévame a un lugar hermoso donde pueda darme un buen baño, encontrar ropa adecuada a mi condición, zapatos y ornamentos, porque solo como príncipe puedo presentarme ante el rey.

Volvió a casa y lo hizo como príncipe. Dijo a su padre: Solo quiero preguntarte una cosa: ¿Por qué he tenido que mendigar durante tantos años? Realmente me había olvidado... Si no me hubieras pedido que regresara, habría muerto como un mendigo, sin recordar jamás que había sido un príncipe.

El padre dijo: Es lo que mi padre hizo conmigo. No lo hice para hacerte daño, sino para que pudieras experimentar los extremos de la vida: el mendigo y el rey. Y todo el mundo existe entre estos extremos.

Aquel día te dije que olvidaras que eras un príncipe; ahora quiero decirte que ser príncipe o mendigo son solo identidades que nos dan los demás. No es tu realidad, no eres tú: no eres el príncipe ni el mendigo. En el momento que te das cuenta de que no eres lo que el mundo piensa de ti, no eres lo que pareces ser sino algo tan profundamente escondido dentro de ti que nadie excepto tú puede verlo, entonces es cuando un hombre se hace sabio. De este conocimiento procede la sabiduría.

Yo me sentí enfadado con mi padre y sé que tú debes sentirte enfadado conmigo. Pero perdóname porque tenía que dejarte una cosa clara: no te identifiques con ser rey, no te identifiques con ser mendigo, porque estas identidades pueden cambiar en un momento. Y aquello que puede cambiarse no eres tú. Tú eres algo eterno, inmutable.

La gente se ha alejado mucho de su realidad y el hecho de recordársela les hace sufrir. El tratamiento que me han dado no es más que una expresión de su corazón herido. No quieren ver sus heridas; no quieren que se les recuerde lo que han tratado de olvidar y perdonar con tanto esfuerzo.

De alguna forma se las han arreglado para crearse una identidad en el mundo..., y aparece un hombre que la destroza completamente. Es natural que se enfaden conmigo. Es natural que quieran lapidarme. Es natural que quieran hacerme todo lo que siempre han hecho con la gente como yo.

Eso no quiere decir que pierdas la esperanza, que te sientas pesimista, que dejes incluso de hablar de mí. De esa forma no les ayudas ni te ayudas a ti mismo. No debes tener en cuenta su comportamiento en absoluto. Están completamente dormidos. Estamos intentando hacer algo que no les deja dormir, y naturalmente se sienten alterados y reaccionan. Esto es totalmente aceptable. ¿Pero durante cuánto tiempo van a reaccionar? Esta cuestión plantea un gran desafío. Si pierdes la esperanza has perdido el juego. Yo no voy a perder el juego.

Yo seguiré haciendo lo mismo hasta mi último aliento, sea cual sea su reacción. Sólo trayendo su reacción a la superficie existe una posibilidad de cambio. Pero es algo que tomará tiempo porque durante miles de años han estado alejados de sí mismos. Debes tener paciencia con ellos porque ellos necesitan tu compasión, necesitan tu paciencia.

Vendrán a casa; quieren venir a casa, pero admitir que aún no están en casa contraría su ego. De a misma forma que va contra su ego reconocer que son falsos, que son farsantes.

Pero su misma reacción: tirarme piedras, cuchillos, encarcelarme o crucificarme, les va a hacer cambiar. Ésa es la única manera que tienen de empezar a pensar en lo que están haciendo y en por qué se sienten ofendidos.

Sólo te sientes ofendido cuando se dice una verdad, algo que has estado ocultando. Nunca te ofenden las mentiras.

Bien, pues este país -que durante dos mil años ha estado propagando el cristianismo y condicionando a cada niño- teme a un turista que solo va a estar allí durante cuatro semanas. El arzobispo estaba tan alterado que amenazó con que mi casa ardería, con que se me lapidaría si no me iba del país, porque mi presencia destruiría la moralidad de aquel país, destruiría la religión, la familia, la iglesia, la tradición -¡en solo cuatro semanas!

Si puedo arreglármelas para hacer todo eso en solo cuatro semanas, entonces, sea lo que sea lo que se esté destruyendo, merece ser destruido. Simplemente se trata de algo falso. La gente no está en ello de verdad, solo están aparentando. Sólo las apariencias pueden destruirse en cuatro semanas, las realidades no pueden ser destruidas. Pero el arzobispo de la iglesia más antigua de la cristiandad tiene mucho miedo y no deja de mentir. Todo esto es lo que os he repetido una y otra vez, que todas vuestras religiones están basadas en mentiras y por eso tienen miedo.

El arzobispo envío telegramas al presidente del país, al primer ministro, a los demás ministros, diciendo que yo había sido enviado especialmente desde el infierno para destruir la iglesia cristiana ortodoxa griega. ¿Puedes creer que un hombre en su sano juicio diga algo así? Y él tiene el puesto más alto, hasta el presidente y el primer ministro le temen y tienen que cometer un delito porque aquel hombre puede provocar a las masas contra ellos.

EL PODER DE LA VERDAD

Pero yo disfruté de todo aquello porque demuestra: que la verdad un poder y una fuerza que le son propios. La verdad tiene una autoridad que las mentiras no pueden tener. Puedes haber estado condicionando a la gente con mentiras durante siglos, pero con un solo rayo de luz, tan solo una pequeña verdad, se puede destruir toda esa estructura.

Por tanto no hay que sentirse desesperanzado. Habla con la gente y, si se ofenden, alégrate. Significa que lo que has dicho ha alterado su condicionamiento y están intentando protegerlo.

No puedes alterar a una persona no condicionada. Puedes decir cualquier cosa de ella, pero no puedes alterarla.

Ahora mis sannyasins están en el mundo y yo les he dicho que se mezclen con el mundo para poder extender la verdad más fácilmente. Sois afortunados: nuestra gente, una pequeña minoría en un mundo de cinco mil millones de personas, es suficiente para crear un fuego salvaje. Pero no tengáis prisa ni estéis impacientes. Y tampoco es necesario perder la esperanza. La verdad es intrínsecamente infatigable, intrínsecamente invencible. Puede que lleve tiempo, pero no estamos escasos de tiempo. Y tampoco es necesario que la revolución ocurra ante nuestros: ojos.

Es suficiente alegría la de saber que vosotros fuisteis parte del movimiento que cambió el mundo, que estuvisteis del lado de la verdad, que seréis parte de la victoria final.


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