El cuento Zen «Desprogramarse», enseña a liberarte de la programación para responder por ti. Lo que nace y se decide adentro es auténtico y te hace libre.
Hay que dar al otro la oportunidad de que sea él mismo, eso es comprensión, eso es amor verdadero. No programar a los demás es de sabios e iluminados.
Ni una sola piedra de programación mental quedará al ser manifestada la verdad. Mira, observa, examina, explora... y tu mente se hará viva y despierta.
La verdad no necesita que se la mantenga, esa es la belleza de la verdad. Pero una ficción, debes pintarla seguido, está a cada instante derrumbándose.
No se necesita que a las personas les enseñen a mirar. Necesitan que las libren de la programación cultural y religiosa que las mantiene dormidas y ciegas.
Un sabio recibe no según él, sino según él ser. El ave murió a causa de la bella música. Y el príncipe lo hizo bien, así era como se recibía a un invitado.
La espiritualidad no es programación ni un mecanismo. Es, por el contrario, un desafío: Dios desafía al hombre gritándole una y otra vez: ¡Interiorízate!
Lo que haces como hábito y que no puedes dejar de hacer porque te domina, te hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado.
Las religiones insisten en programar a los niños desde tan pronto como sea posible, porque una vez pasada la infancia es muy difícil poder desprogramarlos.