Solo puedes anhelar a Dios con toda tu fuerza si estás dispuesto a poner todo tu ser en la búsqueda, han de involucrarte con todo tu corazón y todo tu ser.
Si deseas ver a Dios, mira atentamente la creación. No rechaces: no reflexiones de ella. Simplemente obsérvala. La observación es el camino a la no-mente.
Si miras un árbol y ves solamente un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol.
El significado de atar al camello es que no debes evadir tu deber; luego, si no sucede nada, confía en Dios o en la existencia o como prefieras llamarlo.
Ve por el sendero del amor. No hay en él preguntas ni silencios; el amor es como el alma iluminada profundizándose en la existencia, en Dios, en el ahora.
Si nos amamos verdaderamente, somos capaces de aceptarnos y valorarnos sin ambicionar nuestras carencias, nuestra imperfección y nuestra vulnerabilidad.
Un corazón de piedra, siempre buscará santos y templos de piedra. El estar despierto es cambiar tu corazón de piedra por uno que no se cierre a la verdad.
Los que aman la belleza son capaces de captar a Dios porque aman la vida y las personas. Solo el amor es clarividente es revelador de la vida y su mensaje.
En definitiva, es más fácil creer en los dioses que hemos creado si somos capaces de convencer a la mayoría de desprevenidos incautos de su existencia.
Un robot sigue haciendo algo; no es bueno ni malo. El robot no tiene espíritu, no tiene alma. Simplemente repite. La repetición está muerta, sin Dios.
Así es el ego: pensarte separado de la existencia, es perspectiva científica. Pensarte a ti, uno con la existencia, es perspectiva de la espiritualidad.
Las cosas son lo que son, Dios es como es. Si lo aceptas y lo comprendes no hay nada más que hacer. Entonces podrás seguir observando y seguir disfrutando.
La respiración rítmica como la de un bebé es el primer paso para alguien que quiere conectar con Dios y desarrollar e influenciar sus centros vitales.
Si no están los intermediarios, las personas tardarían mucho menos en encontrar a Dios, en darse cuenta de que pueden hacerlo sin la ayuda de los demás.
En tu vida te estás comparando, sí, por el contrario, dejas de comparar, la envidia desaparece. Lo único que sabes es que tú eres y que no eres nadie más.
Se necesita a alguien que pueda ser un testigo, que pueda dar testimonio, que pueda decir: «Sí, yo Le conozco», que pueda resonar en tus profundidades.
Al final, cuando la muerte llega, si le apuestas al poseer prestigio, poder, respetabilidad, nada de eso cuenta. Finalmente debes decir: He perdido mi ser.
Sabías que el tiempo nadie lo ha visto, que no hay forma de verlo. Si buscas, se ha ido, si piensas, no está ahí. Si simplemente eres, está ahí. Lo vives.
Aprenderás qué es de verdad Dios cuando veas un honorable profesor en todos. Tú eres todo el universo como lo son todos en la vida, todos son tus maestros.
Hay algo decisivo: si proteges tu ego, perderás a Dios. Si estás preparado para abandonar tu ego, le encontrarás. En ese abandonar se produce el hallazgo.
¿Cómo servir a Dios? Permanece en equilibrio y así servirás a Dios. Permanece en equilibrio y Dios estará a tu alcance y tú estarás al alcance de Dios.
Si el taxímetro corre lentamente eres feliz, si corre a mil, infeliz. Si experimentas esta sensación es porque tu felicidad depende de una causa externa.
La superioridad supone la ausencia de inferioridad, no es su opuesto. Simplemente no comparas. Cuando no comparas, ¿cómo puedes ser superior o inferior?
Para ir a tu interior debes trascender todas las ataduras. Sólo entonces puedes encontrar la fuente: la fuente que es la libertad, la fuente que es Dios.