Ludwig van Beethoven

Cuento zen con moraleja

Los seres sensibles son capaces de disfrutar de la belleza. Solo los que tienen sentido del humor pueden comprender el aparente despropósito de la vida.

Imagen del cuento: Ludwig van Beethoven

Cuento zen sobre la sensibilidad

Le preguntaron a Beethoven lo que quería expresar con la 3a. sinfonía, y el gran músico contesto:

«Si yo pudiera expresar lo que significa con palabras, no necesitaría expresarlo con música».

MORALEJA

Solo los sensibles son capaces de disfrutar de la belleza. Solo los que tienen sentido del humor pueden comprender el aparente despropósito de la vida. Precisamente porque tenemos la palabra «Dios» y asociamos a esa palabra las ideas con las que nos han programado, somos incapaces de descubrirlo en la vida corriente y cotidiana, y en las personas que están pasando a nuestro lado.

Los que aman la belleza son capaces de captar a Dios, porque aman la vida y las personas. Solo el amor es clarividente. Cuando ya no te haga falta el agarrarte a las palabras, entonces es cuando esta se convertirá para ti en algo muy bello y revelador de la vida y su mensaje.

Lo triste es que las religiones se ha dedicado a enmarcar el ídolo, encerrarlo, defenderlo, codificándolo, sin saber mirar lo que realmente significa.

La mejor manera de acercarte a la verdad es que pases tiempo mirando el mar, el campo, la naturaleza y, sobre todo, que repares en las personas como seres nuevos, sin conceptos, sin memoria, y que las escuches desde adentro con tu corazón abierto de par en par, comprendiéndolas, amándolas: Esta es la mejor oración.

La música aporta significado a la vida; lo que no es sustentado con pruebas aporta significado a la vida. Lo que ha sido probado, a lo sumo, te hace sentirte más cómodo. Dios no es un objeto y no puede ser demostrado. Dios es más como la música. Existe, ciertamente existe, pero no hay forma de aprehenderlo. No puedes tenerlo en tu puño, no puedes encerrado en tu cámara de los tesoros; no hay forma.

Pero hay gente que también utiliza a Dios. Cuando vas y oras por algo, estás tratando de emplear a Dios. Desconoces lo que es la oración, desconoces lo que es el amor, desconoces lo que es la música, desconoces por completo lo que es el mundo subjetivo. Tus rezos, si ocultan alguna motivación, algún deseo, son repugnantes. Pero somos gente muy astuta; encontramos, descubrimos, caminos y medios.

Pero seguimos siendo los mismos. Cambiamos las formas, pero seguimos siendo los mismos.