La objetividad y la subjetividad

Cuento zen con moraleja

Lo último o definitivo y la verdad significan lo mismo. La vida no es matemática; no es lógica, no es ciencia. Es algo más, y ese algo es lo más valioso.

Imagen del cuento: La objetividad y la subjetividad

Cuento zen sobre la objetividad y la subjetividad

Hogen, un maestro zen chino, vivía solo en una ermita en el campo.

Un día, cuatro monjes viajeros que pasaban por allí le pidieron permiso para encender un fuego en su patio y calentarse un poco. Mientras estaban preparando la hoguera, Hogen los oyó hablar de la objetividad y la subjetividad.

Uniéndose a la discusión, dijo:

Ahí tenéis esa gran piedra.

¿Dónde consideráis que esta, dentro o fuera de vuestra mente?

Uno de los monjes replico:

Desde el punto de vista budista, todas las cosas son objetivaciones de la mente.

Por lo tanto, yo diría que la piedra está dentro de mi cabeza.

Hogen replico:

¡Debes tener la cabeza muy pesada si llevas en tu mente una piedra tan grande como esa!

MORALEJA

Quien se dispone a abandonar su objetividad y su capacidad de juicio debe vivir con lo ininteligible. Quien aprende a evaluar lo que le sucede con realismo y objetividad lo hace más fuerte y tranquilo.

Debemos reconocer que cualquier cosa que diga el hombre tiene que ser humana. Aun una verdad objetiva tiene que estar teñida por la persona que la firma. Aun la objetividad no puede estar sin lo subjetivo; lo subjetivo va y la cubre.

Mediante la ilusión, uno lo vuelve todo falso. La ilusión no la causa la objetividad; es el resultado de la subjetividad.

El mundo no la está causando: tú la estás causando. Así que nunca eches la culpa al mundo. No digas, como la gente suele decir, que el mundo es ilusorio, que el mundo es maya. El mundo no es maya, el mundo no es ilusorio, es tu mente, es tu propia subjetividad, la que sigue creando maya, ilusión, por todas partes.

Pero el mundo está lleno de hechos y los hechos son relativos. Tiene que quedar muy claro para los científicos que Einstein no estaba hablando de la verdad sino de hechos. Pero para la ciencia no hay otra verdad que la que ellos descubren. No aceptan la verdad del místico, porque el místico no puede ponerla delante del científico para que este pueda diseccionarla y descubrir de que está constituida: sus medidas, su peso y cosas así.

Es una experiencia, y es totalmente subjetiva. No puede hacerse objetiva.

Por eso, si insisten en llamar verdad a los hechos, tenemos que decirlo de esta forma: las verdades objetivas son relativas y la verdad subjetiva es siempre definitiva. Pero para no mezclar las cosas, los místicos le han llamado verdad última.

Toda verdad es definitiva. Pero hay verdades científicas que solo son hechos. Por ejemplo: si estás sentado sobre una estufa caliente, la experiencia de que el tiempo pasa muy lentamente es un hecho de tu psicología; no tiene nada que ver con el tiempo. Pero nadie le dijo esto a Albert Einstein. Cuando estás sentado con tu novia y el tiempo pasa deprisa, eso tampoco tiene nada que ver con el tiempo; tiene que ver con tu mente.

El tiempo sigue siendo el mismo; es tu mente, tu concepto de tiempo lo que es relativo.

“Lo último o definitivo” y “la verdad” significan lo mismo. Puedes usar cualquier de estos dos términos, pero usar ambos es una repetición innecesaria.

La vida no es matemática; no es lógica, no es ciencia. Es algo más, y ese algo más es lo más valioso.