Los seis ciegos y el elefante

Cuento zen con moraleja

El cuento Zen «Los seis ciegos y el elefante», dice que es de tontos creer que en un mundo relativo se puede ver la verdad con lo limitada que es la mente.

Imagen del cuento: Los seis ciegos y el elefante

Cuento zen sobre lo relativo

Nuestra verdad es solo la porción de realidad que percibimos.

En la Antigüedad, vivían seis hombres ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era el más sabio.

Exponían sus saberes y luego decidían entre todos quién era el más convincente.

Un día, discutiendo acerca de la forma exacta de un elefante, no conseguían ponerse de acuerdo. Como ninguno de ellos había tocado nunca uno, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y así salir de dudas.

Puestos en fila, con las manos en los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva. Pronto se dieron cuenta de que estaban al lado de un gran elefante. Llenos de alegría, los seis sabios ciegos se felicitaron por su suerte. Finalmente, podrían resolver el dilema.

El más decidido, se abalanzó sobre el elefante con gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron tropezar y caer de bruces contra el costado del animal. «El elefante –exclamó– es como una pared de barro secada al sol».

El segundo avanzó con más precaución. Con las manos extendidas fue a dar con los colmillos. «¡Sin duda la forma de este animal es como la de una lanza!».

Entonces avanzó el tercer ciego justo cuando el elefante se giró hacía él. El ciego agarró la trompa y la resiguió de arriba a abajo, notando su forma y movimiento. «Escuchad, este elefante es como una larga serpiente».

Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos. El sabio agarró la cola y la resiguió con las manos. No tuvo dudas, «Es igual a una vieja cuerda» exclamo.

El quinto de los sabios se encontró con la oreja y dijo: «Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano».

El sexto sabio que era el más viejo, se encaminó hacia el animal con lentitud, encorvado, apoyándose en un bastón. De tan doblado que estaba por la edad, pasó por debajo de la barriga del elefante y tropezó con una de sus gruesas patas. «¡Escuchad! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera».

Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa. Sentados de nuevo bajo la palmera que les ofrecía sombra retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante. Todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera y creían que los demás estaban equivocados.

MORALEJA

En un mundo relativo muchos creen tener la razón. Creer ver la verdad con lo limitada que es nuestra mente es de tontos y mucho más juzgar con esta limitación. Tal vez a la historia le falte un sabio que pueda ver bajo todas perspectivas, reunirlas y decir a ciencia cierta cuál es la realidad en cuestión. No será un sabio con una mente inteligente, ni uno con una mente cuántica y tampoco uno con una mente espiritual, seguramente será uno que las reúna a todas y pueda ver todo con claridad y consciencia: lo relativo, lo cuántico y lo espiritual. Amanecerá y veremos.