Espiritualidad e iluminación
Cuento zen con moraleja
La iluminación no es un juego. Lo demás es un juego pero la iluminación no. Debes tener paciencia. A más apuro menos posibilidades tendrás de lograrla.
Cuento zen sobre espiritualidad e iluminación
Al turista, que daba muestras de ser un tipo bastante asustadizo, le daba miedo acercarse al borde del acantilado.
¿Que debería hacer, le pregunto al guía, si tuviera la desgracia de precipitarme hacia abajo?
Si eso le ocurriera, señor, dijo el guía lleno de entusiasmo, no deje de mirar a la derecha. ¡Le encantara el panorama, claro está, solo si usted ha alcanzado la iluminación espiritual, naturalmente!
MORALEJA
Los que han alcanzado la iluminación nunca están angustiados. Si cae al agua y no sabe nadar no se asusta, y por eso no se hunde, sabe que, sin el miedo, su cuerpo retornaría a la superficie por sí solo.
Recuerda: la iluminación no es un juego. Todo lo demás es un juego, pero la iluminación no. No es un juego; debes tener paciencia. Recuerda, cuanto más apurado estés, menos posibilidades tendrás de lograrla. Cuanto más paciente seas, más posibilidades tendrás.
Solo entonces Dios, solo entonces el estado de nirvana, la iluminación, la suprema luz, la verdad, o como quieras llamarlo, golpeara a tu puerta. Cuando no estás disponible para el mundo, estás disponible para Dios. Hasta que esto, la soledad total, no suceda, no serás un vehículo justo para que la divinidad descienda con toda su luz.
Si quieres libertad, la iluminación es la única libertad. Si quieres individualidad, la iluminación es la única individualidad. Si quieres una vida sin temores, la iluminación es el único poder. Si quieres una vida llena de bendiciones, la iluminación es la única experiencia. Y es muy fácil, absolutamente fácil; es la única cosa que para conseguirla no tienes que hacer nada, porque ya está ahí. Tan solo tienes que relajarte y verlo.
Por eso en la India no hay nada paralelo a la filosofía occidental. Filosofía significa pensar acerca de la verdad: “Amor al conocimiento”. En la India existe una cosa totalmente diferente. La llaman visión divina. Y la visión divina no significa pensar, significa observar.
Tu verdad no es para ser pensada, tiene que ser observada. Ya está ahí, no tienes que ir a ningún sito para encontrarla. No tienes que pensar acerca de ella, tienes que parar de pensar para que pueda emerger a la superficie de tu ser.
Se necesita que haya espacio sin ocupar dentro de ti para que la luz que esta oculta pueda expandirse y llenar tu ser. Y no solo llena tu ser, empieza a irradiar desde él. Toda tu vida se vuelve belleza, una belleza que no es la del cuerpo, sino la que se irradia desde dentro, la belleza de tu consciencia.