Cleopatra impresiona al César
Cuento zen con moraleja
Si quieres impresionar un Maestro eres tonto, un hombre divinamente estúpido. Al menos ahí abre tu corazón. No digas tonterías; al menos ahí, sé auténtico.
Cuento zen para ser auténticos
Cleopatra, reina de Egipto, intentó impresionar a Julio César, apostando que era capaz de cenarse diez millones de sestercios (con una sola de estas monedas se cenaba y dormía en una mansión). A la cual Julio César aceptó.
En la cena se sirvieron manjares, pero nada como para alcanzar esa cifra. Cleopatra lucía un impresionante collar con dos perlas. Se dirigió al juez de la contienda y le preguntó cuánto podría valer cada una de ellas. Unos cinco millones de sestercios, contestó. La reina echó una de las perlas en una copa con vinagre. Al estar formada por carbonato de calcio, reaccionó al aliño y se disolvió. Y Cleopatra se bebió la perla. No le hizo falta tomarse la segunda; Julio César ya se había dado por vencido.
MORALEJA
Siempre que quieras impresionar a alguien recuerda esto: impresionar es una tendencia humana, porque nadie quiere parecer menos; y aún más cuando se trata de cosas del otro mundo.
El problema surge porque cuando impresionas a los demás, existe la posibilidad de que puedas creerte tú mismo, a través de sus ojos y sus convicciones, que tú tienes algo. Si mucha gente está convencida de que sabes, poco a poco tú te convencerás de que sabes; ese es el problema, porque engañar a los demás no es un gran problema. Pero si tú te engañas por tu propio esfuerzo, entonces será casi imposible sacarte de tu sueño, ¡porque crees que no es un sueño en absoluto! Crees que estás completamente despierto. Así será difícil sacarte de tu ignorancia, porque piensas que ya estás Iluminado. ¡Será difícil sacarte de tu enfermedad porque crees que ya estás sano e íntegro!
Para que tu enfermedad no prospere haz solo lo que no fortalezca a tu ego, y tarde o temprano te iluminarás, porque cuando no hay ego, si te deja incluso por un solo instante, de pronto los ojos se abren y lo has visto. Una vez viste, nunca es olvidado. Una vez vislumbrado, se convierte en un imán tan poderoso en tu vida que va atrayéndote más y más cerca, hacia el centro del mundo. Tarde o temprano estarás fundido con ello.
Pero el ego se resiste, el ego se resiste a rendirse. Se resiste al amor, se resiste a la oración, se resiste a la meditación, se resiste a Dios. El ego es una resistencia, una lucha contra el Todo. Por eso es el rey del mal.
Y el ego siempre está interesado en impresionar a la gente. Cuanto más puedas impresionar a la gente, más comida consigue el ego. Esto es un hecho. Si no puedes impresionar a nadie, los apoyos son retirados y el ego empieza a temblar. No tiene base en la realidad. Depende de las opiniones de los demás.
Si quieres impresionar a un Maestro eres un tonto, un hombre perfectamente estúpido. Puede que quieras impresionar al mundo entero, pero no trates de impresionar a un Maestro; al menos ahí ¡abre tu corazón! No digas tonterías; al menos ahí, ¡sé auténtico!