Si te vuelves el amo de tu mente, sin que el deseo obre por ti, te volverás como Susanita, consciente de dónde proviene la luz interior, de su origen.
La belleza interior viene de tu propio crecimiento de la conciencia que estás trayendo de muchas vidas. El interior es eterno, el exterior es muy temporal.
Tú tienes tu fuerza interior para cruzar tu camino. Con tu poder interior, encontrarás la ruta, la ruta que a ti se adapte. Déjalo todo a tu interior.
Dios es lo que es. Se calla la mente y lo percibes en el silencio. En resumidas palabras, que tu mente no sea tu mente, que tu mente sea la mente de Dios.
La moraleja es no actuar para que te aprueben. El verdadero tú está aquí para descubrir el poder que hay en ti, no para satisfacer la opinión de los demás.
Es más seguro andar con tu propia oscuridad que con la luz de otro. Sé luz en ti mismo, no sigas a otros, no imites, no trates de parecerte a alguien.
Alcanzar la claridad y ser un erudito, solo se adquiere a través del esfuerzo. Has de trabajar para ello. En ese mundo interior nada puede ganarse prestado.
La verdadera riqueza es cuando puedes crear riqueza interior y llega un momento y sucede la armonía, la riqueza exterior encontrándose con la interior.
Recuerden que el interior y el exterior son solo uno: el exterior es solo la prolongación del interior, el interior es solo la penetración del exterior.
En el sentido interno, solo tú lo sabes, nadie más lo sabe. No se observa desde el exterior. Si duele la cabeza, solo tú lo sabes, no puedes demostrarlo.
Para ir a tu interior debes trascender todas las ataduras. Sólo entonces puedes encontrar la fuente: la fuente que es la libertad, la fuente que es Dios.