La iluminación espiritual

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La palabra Filosofía significa amor a la sabiduría y en un sentido amplio consiste en la búsqueda de la verdad, se diferencia del mito y de la religión en que busca respuestas utilizando la razón, es decir, analizando el Universo y sus causas, la causa última u origen del todo sería el objeto de la metafísica, parte central de la Filosofía, pero ésta también se ocupa tradicionalmente de otros aspectos del saber que se han ido convirtiendo en ciencias o disciplinas con categoría propia como la Lógica o la Psicología. La diferencia entre ciencia y filosofía está en que la ciencia solo se ocupa de una parte de la realidad, mientras que la filosofía aspira a explicar la totalidad, allí donde no llega la ciencia ni la religión aparece el saber filosófico.

Pero ¿qué es la verdad? Ante cualquier pregunta lo primero que debemos hacer es tener claro aquello sobre lo que estamos preguntando, pues la primera pista para encontrar la respuesta esta contenida en la naturaleza misma de la pregunta. La verdad en sí misma es la verdad ontológica, mientras que el conocimiento de la verdad se encuentra siempre dentro de un enunciado del lenguaje, decimos que algo es verdadero o falso, en este enunciado existen dos elementos básicos: el Sujeto que conoce y el Objeto aludido o predicado; pero no todo conocimiento es verdadero, solo cuando éste se corresponde con la verdad ontológica podemos conocer las cosas tal como son, es decir, cuando la representación mental del objeto se ajusta a sus características reales. Sin embargo esta representación nunca es exacta porque está limitada por los datos obtenidos y por factores psicológicos y sociales, de lo cual deducimos que las verdades del conocimiento no pueden ser absolutas, lo más que podemos hacer es acercarnos a la Verdad con un espíritu crítico, aunque sin caer en el escepticismo. La historia del pensamiento humano es una crónica apasionante que constituye una guía y un motivo para la reflexión, pues todos somos un poco filósofos, nuestra capacidad de abstracción nos permite acceder a una realidad superior a la de los animales.

Junto con Platón y Aristóteles forman los tres pilares de la filosofía grecorromana, que se inicia en el siglo VI antes de Cristo hasta la caída de Roma (476 d. C). Este filósofo supone el descubrimiento de la razón para los griegos, Sócrates llegó al convencimiento de que muchos de sus conciudadanos, incluso aquellos que eran tenidos por sabios, no basaban sus conocimientos en fundamentos lógicos sino en memorizar lo que habían aprendido de otros, lo cual no significa un conocimiento verdadero. Por tanto era necesario partir de nuevo, de cero y olvidar todo lo aprendido: "Solo sé que no sé nada", a partir de este axioma es posible reconstruir el camino hacia la verdad, mediante un esfuerzo puramente racional hasta descubrir la respuesta. Despojadas de todo prejuicio, las ideas que se han ido gestando en la mente, brotan como en un alumbramiento repentino y feliz (EUREKA). Por primera vez se planteaba la salvación del alma, para ello es necesario conocerse a sí mismo.

Este discípulo de Sócrates formulaba sus ideas mediante metáforas que ayudan a entender su filosofía, las más conocidas son el "carro alado" y la "caverna". El carro alado representa la mente en el paraíso original de las ideas tirado por dos caballos, uno blanco y otro negro: El auriga que lleva las riendas representa la razón, el caballo blanco es la parte noble del alma humana y el negro la pasión. Cuando las bajas pasiones desvían al caballo negro, éste hace caer al carro a la tierra y abandona ese estado idílico de perfección. Así pues la mente se encuentra en un mundo terrenal que le es ajeno y esta mente venida a menos no es ya capaz de representar los conceptos de un modo perfecto, por lo que toda búsqueda de la verdad es un recuerdo de algo que perdimos en el pasado. La metáfora de la caverna también representa la condición humana: Unos hombres están encadenados de cara a la pared de una cueva de manera que solo pueden ver las sombras que proyecta el fuego cuando los objetos pasan delante de él. A través de la apariencia de las cosas (las sombras) el hombre debe descubrir qué es lo que acontece dentro de la caverna, qué representa la verdadera realidad.

A su vez discípulo de Platón, sin embargo a diferencia de su maestro no concebía lo percibido a través de los sentidos como un mero reflejo de una realidad superior. Más allá de un mundo de sombras los objetos concretos son seres que existen y en cuanto al mundo de las ideas no está separado del mundo sensible terrenal, porque si la esencia de las cosas no está en las cosas no se pueden explicar. Aristóteles es la cima de la filosofía clásica, por primera vez se establecen los principios de la lógica y del método científico basado en la observación y verificación de las teorías, la experiencia se convierte en la principal fuente de conocimiento al partir de lo particular a lo general (inducción) y a la inversa por deducción. Aristóteles identifica la verdad con la felicidad y el goce supremo, su figura marcará toda la filosofía posterior como paradigma del pensamiento occidental.

Después del paréntesis de la Edad Media el conflicto entre la fe y la razón empieza a decantarse poco a poco a favor de ésta última, pero los descubrimientos científicos de Copérnico y Galileo ponen de manifiesto la forma como nos engañan las apariencias: ni la Tierra es plana ni está inmóvil y no es el sol el que se mueve alrededor sino al contrario. La veracidad de los juicios humanos despierta cierta incertidumbre puesto que las cualidades que atribuimos a los objetos son percepciones nuestras que pueden deformar la realidad, la fe en el hombre renacentista parece tambalearse. Siguiendo el ejemplo de Sócrates, Descartes empieza a replantearse todo el saber de su tiempo hasta dudar de todo conocimiento. ¿Cómo estar seguro de algo? Lo único que puedo afirmar es que dudo y si dudo pienso, luego entonces existo. Esta duda metódica nos lleva a un nuevo axioma: "Pienso, luego existo", partiendo de esta verdad incuestionable se puede establecer un criterio de certeza mediante el cual no es posible dudar de la realidad; por tanto toda idea que se presenta a la mente de una forma clara y distinta supone una evidencia necesariamente verdadera. Siguiendo este discurso de entre todas las ideas hay una que destaca como una marca innata e imborrable: La idea de perfección que Descartes identifica con Dios, cuya bondad garantiza la existencia de las entidades externas al Sujeto.

Para este filósofo el racionalismo cartesiano es demasiado subjetivo y rechaza las ideas innatas. No es suficiente que el Sujeto se adecue al Objeto, éste es el error que la ciencia a puesto de manifiesto, pues la adecuación ha de ser mutua. Por tanto la razón pura no basta, la verdad objetiva debe fundamentarse en evidencias previas, en ello se diferencian los juicios "a priori" o sin evidencia previa (como las matemáticas) de los juicios "a posteriori" basados en la experiencia, pero ambos son necesarios para la ciencia (cuyos descubrimientos pueden ser comprobados y repetidos por cualquier investigador dando lugar a leyes universales).

Dentro del racionalismo que domina la filosofía, Heguel representa la cima del idealismo, la concepción del mundo procede de las ideas, el espíritu lo es todo, pero antes de nada hay que superar las contradicciones y los dualismos, para ello propone el método dialéctico: a toda tesis formulada le sigue una refutación o antítesis que hace necesaria una revisión o síntesis, iniciando de nuevo el ciclo. De esta forma Hegel da una explicación sistemática a la Filosofía y a la Historia. Los conceptos no son inmutables, están sujetos al cambio, a una evolución que los hace cada vez mas perfectos y cercanos a la verdad.

Siguiendo el método de su predecesor, Comte distingue tres niveles de conocimiento: el mítico o religioso, el metafísico o filosófico y el positivo o científico que sería superior a los dos anteriores. En éste último estadio el espíritu humano ya no vive de ficciones porque la ciencia positiva, que se apoya únicamente en datos empíricos, le ha descubierto lo real con unas posibilidades ilimitadas para desvelar los secretos de la naturaleza, el hombre ya no necesita a Dios para explicar el mundo.

El positivismo de Comte desemboca en un mayor materialismo opuesto al idealismo de Hegel: La verdadera realidad está en el mundo que vemos y palpamos, para Feuerbach el hombre es lo que come, considerado no solo con entendimiento y voluntad sino también con corazón y sentimientos. Este hombre real no es una abstracción, es el hombre concreto que vive y siente, visto con un humanismo que marcará desde ahora la Filosofía. Feuerbach lleva su antropocentrismo al extremo de hacer del hombre Dios: los deseos y aspiraciones del hombre proyectaron un ser con atributos infinitos, de esta forma se inventó la religión para satisfacer el ansia de perfección e inmortalidad, es preciso por tanto devolver al hombre sus atributos divinos.

El éxito del positivismo significa la muerte de Dios, la religión no es más que una alienación, un anacronismo derivado del animismo primitivo o creencia en espíritus, lo que importa es la vida terrenal mas allá de una supuesta vida de ultratumba. Pero de entre todas las teorías científicas y filosóficas ninguna influye tanto en este controvertido filósofo alemán como la evolución de las especies de Darwin. Para Nietzsche el ser humano común es demasiado humano, es decir, demasiado imperfecto como para ser la cima de la filogénesis, no es un fin sino un medio, un eslabón más de la cadena evolutiva, un paso hacia el "Superhombre" que ha de venir. Si no hay progreso en esta dirección, solo puede haber retroceso, involución y animalidad, la idea de que debe existir algo mejor que el hombre aparece tan claramente definida que lleva a una conclusión inevitable: La lucha por la supervivencia es la esencia de la vida por encima de los formalismos, los débiles caen ante la adversidad, solo los espíritus fuertes prevalecen y son capaces de superarse. La muerte y el sufrimiento adquieren así un sentido, ya que contribuyen a la mejora de la raza humana y a la llegada del Superhombre, el futuro es lo relevante no el pasado. Nietzsche supone una ruptura no solo con la moral tradicional sino con el racionalismo sistemático, situándose más allá del bien y del mal: el pensamiento es libre y no puede ser esclavizado por ninguna norma, lo que le lleva a caer en la paradoja.

El vitalismo de Nietzsche abre el camino hacia el existencialismo, cuyo máximo representante es el francés Jean-Paul Sartre. A diferencia de los "seres en si" el hombre es también un "ser para sí" dotado de conciencia y enfrentado a la angustia de la nada, el sin sentido de la vida se explica porque solo el hombre puede dárselo. La religión es por tanto un intento fallido de cubrir ese vacío porque se cede a otro esa pesada responsabilidad, al hacerlo se renuncia a uno mismo. La auténtica existencia consiste en aceptar plenamente ese desafío del destino en la soledad del ser en sí y para sí, que es intransferible ya que nadie puede vivir las pasiones y los sentimientos de otro, por ello tanto la moral universal como el amor (entendido como la unión con otro ser para sí) son imposibles. Mas allá de todo servilismo el hombre debe vivir la vida libremente y construir su propia ética personal e intransferible. El existencialismo se define como un humanismo ateo, pero tampoco es cierto que si Dios no existe todo está permitido, más bien pone de manifiesto la relatividad de los valores, nada está por encima del hombre: somos absolutamente responsables de la vida que hemos elegido llevar. Lo esencial es ser coherente con uno mismo, pero la teoría no sirve sin la practica, cualquier problema existencial ha de afrontarse con la misma honestidad: ser ante todo sinceros y obrar de acuerdo con nuestras ideas. Sólo así es posible dar sentido a la existencia individual, de lo contrario la vida se transforma en una falacia, en un absurdo que termina con la muerte.