El monje Zen y el arquero

Cuento zen con moraleja

Si entrenas para ser arquero, solo serás un arquero. La concentración es estrechamiento de la conciencia. La espiritualidad es expandir la sensibilidad.

Imagen del cuento: El monje Zen y el arquero

Cuento zen sobre la concentración

Después de ganar varias competencias de tiro al blanco, el joven y presumido campeón, desafió a un maestro del Zen famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una habilidad técnica muy buena cuando impactó el centro del blanco en su primer intento. Su segundo tiro era igual de perfecto y dijo al anciano:

¡Allí lo tiene! ¿Vea si puede igualar eso?

Sin perturbarse en lo más mínimo, el maestro no sacó su arco. Le hizo un gesto para que lo acompañara a la montaña.

Curioso sobre las intenciones del viejo, el campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco.

El viejo maestro caminó tranquilamente hasta el centro del frágil y peligroso puente, escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.

Ahora es su turno, le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro.

El joven miró con terror el abismo sin fondo y no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco.

Usted tiene mucha habilidad con su arco, dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante, pero tiene poca habilidad en su interior, que le deja aflojar el tiro.

MORALEJA

Si entrenaste para ser un gran arquero, solo podrás ser un gran arquero.

La concentración es un estrechamiento de la conciencia. Una mente concentrada se vuelve muy, muy insensible a todo lo demás.

La espiritualidad es otra cosa, es volverse sensible a todo lo que está sucediendo, sin elegir nada, simplemente consciencia sin elección.

Mediante la concentración puedes eludir cosas. Te vuelves alerta de una cosa a costa de otras mil y una cosas. En la espiritualidad, simplemente eres consciente sin ninguna exclusión. No pones nada de lado. Simplemente, está disponible. Si canta el ruiseñor, estás disponible. Si se siente el sol, toca tu cuerpo y sientes la calidez, estás disponible. Si pasa el viento, lo sientes, está disponible. Un niño llora, un perro ladra; simplemente eres consciente. No tienes un objeto.

La concentración está dirigida a un objeto. La espiritualidad no tiene objeto. Y en esta consciencia sin elección, la mente desaparece, porque la mente solo puede permanecer si la consciencia es estrecha. Si la consciencia es amplia, completamente abierta, la mente no puede existir. La mente solo puede existir con la elección.

Si dices: Este canto del ruiseñor es bello. En ese momento se excluye todo lo demás, ha entrado la mente.