La iluminación espiritual

Las virtudes de Benjamín Franklin

POR: BENJAMIN FRANKLIN

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LAS VIRTUDES

  1. Templanza. "Comer sin llegar a la saciedad; beber sin llegar a la exaltación".
  2. Silencio. "Hablar únicamente de aquello que pueda beneficiar a los demás o a nosotros mismos; evitar las conversaciones triviales".
  3. Orden. "Asignar a todas las cosas su lugar; dedicar a cada parte del negocio su propio tiempo".
  4. Resolución. "Resolverse a desempeñar lo que se debe hacer; desempeñar sin fallar aquello que se ha resuelto hacer".
  5. Frugalidad. "No hacer gasto alguno si no es para bien propio o de los demás; es decir no desperdiciar dinero alguno".
  6. Laboriosidad. "No perder el tiempo; estar siempre dedicado a algo útil; evitar todas las acciones innecesarias".
  7. Sinceridad. "No recurrir a engaño nocivo alguno; pensar con inocencia y justicia, y si se habla, hacerlo de acuerdo con esto".
  8. Justicia. "No hacer mal a persona alguna mediante daño u omitiendo los beneficios que son nuestra obligación".
  9. Moderación. "Evitar los extremos; abstenerse de resentir los daños hasta donde se crea que lo merecen".
  10. Pulcritud. "No tolerar la falta de higiene en el cuerpo, la ropa o la habitación".
  11. Tranquilidad. "No alterarse por menudencias, ni por accidentes comunes o inevitables".
  12. Castidad. "Practicar el acto carnal pocas veces si no es por motivos de salud o para tener descendencia; nunca por torpeza, debilidad o en perjuicio de la propia paz y reputación o la de los demás".
  13. Humildad. "Imitar a Jesús y a Sócrates".

Según Benjamín Franklin, el ajedrez es como la vida
y por ello se puede aprender del juego:

  1. Previsión, que mira un poco hacia el futuro, y considera las consecuencias que puede tener una acción; lo que le ocurre continuamente al jugador, "Si muevo esta pieza, ¿cuáles serán las ventajas de mi nueva situación? ¿Qué uso puede hacer mi adversario de ella para molestarme? ¿Qué otros movimientos puedo hacer para sostenerla, y para defenderme de sus ataques?"
  2. Prudencia, que inspecciona el tablero de ajedrez entero, o la escena de la acción, las relaciones entre las numerosas piezas y situaciones, los peligros a los que cada una de ellas está expuesta, las distintas posibilidades de apoyarse entre ellas, las probabilidades que el adversario pueda hacer éste o aquél movimiento, y ataque ésta o la otra pieza; y qué diferentes medios se pueden utilizar para evitar su golpe, o hacer tornar sus consecuencias contra él.
  3. Cuidado, no hacer nuestros movimientos demasiado apresuradamente. Este hábito es adquirido mejor, observando estrictamente las leyes del juego, tales como, "Si usted toca una pieza, usted la debe mover a algún lugar; si usted la soltó, usted debe dejarla ahí" y, por lo tanto, cuanto mejor se observen estas reglas, el juego llega a ser más la imagen de la vida humana, y especialmente de la guerra, en que, si usted se ha puesto incautamente en una posición mala y peligrosa, no va a poder obtener permiso de su enemigo para retirar a sus tropas, y colocarlas en un ligar más seguro, pero debe asumir todas las consecuencias de su temeridad.

Y, por último, aprendemos por el ajedrez el hábito de no ser desalentados por las actuales malas apariencias en el estado de nuestros asuntos, de esperar un cambio favorable, y de perseverar en la búsqueda de recursos. El juego está tan repleto de acontecimientos, hay tal variedad de cambios en él, su suerte está tan sujeta a vicisitudes repentinas, y uno tan frecuentemente, después de la contemplación, descubre los medios de salir de una dificultad supuestamente insuperable, que uno tiene el valor de continuar la contienda hasta el final, con esperanzas de victoria por nuestra propia habilidad o, por lo menos, de obtener un mate ahogado por la negligencia de nuestro adversario.


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