La iluminación espiritual

La iglesia contra la mujer

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La iglesia contra la mujer; Patrocinio Navarro

La rebelión de la mujer

Asistimos en este siglo y en estos días de marzo a un acontecimiento mundial trascendente: la rebelión de la mujer. Ya era hora. Y resulta asombroso que haya sido casi simultáneamente en países donde al menos les es posible elegir cómo vestir, cómo pensar y hasta caminar libremente sin tener que ir acompañadas por obligación ni dar explicaciones por todo eso, porque por increíble que nos pueda parecer aún tiene que seguir dando explicaciones en demasiados hogares y en demasiados países a su pareja, a sus patronos y a los custodios de la moral pública y religiosa. Especialmente a estos últimos. Han sido milenios de dar explicaciones, así que la mujer ha llegado al hartazgo, se rebela, y comienza a dejar de ser sumisa y a exigir más derechos. Al menos los mismos derechos que los de sus iguales masculinos.

Ya era hora

Ya era hora. ¿Cómo ha sido posible tan largo cautiverio de su igualdad y de su libertad con respecto al varón, y cómo ha podido soportar tantos milenios de silencio? Así que ahora se rebela y clama por derechos de todo tipo: laborales, salariales, domésticos. Ahora la mujer se planta ante el mundo machista y patriarcal, egocéntrico y orgulloso del hombre y le viene a decir que ya está bien de ser sojuzgada, discriminada, explotada en todos los terrenos, usada como objeto de placer, deshumanizada, despreciada intelectualmente. Está harta de ser invisible en la historia de la espiritualidad, del arte, de la cultura y de la ciencia. Que no está predestinada por ninguna ley de la naturaleza o divina a fogonera de cocina, señora de la limpieza, o cuidadora de ancianos y desvalidos, porque eso puede y debe ser tarea compartida y en igualdad de oportunidades, respeto, derechos y salarios. Y por primera vez en la historia, la mujer hace sentir y ver su clamor a nivel mundial, con una sola voz que nace desde sus entrañas tantas veces ultrajadas.

Sus enemigos siempre están cerca: el egoísmo, y el odio del clero.

¿Qué fuerzas contrarias a su dignidad evitan siempre que el sexo femenino haya sufrido y sufra la intolerable discriminación que viene soportando milenio tras milenio? ¿Qué poderosos enemigos tiene enfrente? En primer lugar, uno inmediato: el egocentrismo del varón. El ego del macho quiere estar satisfecho a costa del trabajo y la sumisión de ella, ser servido y sentirse superior porque goza de mayor reconocimiento social, mayores privilegios legales y económicos, más fuerza física y mayor propensión a la violencia.

El ego del macho viene acompañado del respaldo de leyes machistas, de tradiciones machistas heredadas siglo a siglo, familia por familia, ley tras ley, y goza del más poderoso aliado en todo el Planeta contra la mujer: la religión patriarcal, da igual como se llame. La religión, sea musulmana, judía, católica o protestante es enemiga de la mujer. Y sabemos por qué, porque todas ellas parten del mismo libro: el Antiguo Testamento. Ahí está la raíz venenosa del desprecio y el odio a la mujer. Por eso es difícil de comprender que aún vayan a las ceremonias religiosas, se confiesen, crean en los curas, se casen por la iglesia o permitan que los ensotanados les recen sobre sus tumbas al morir.

Sí. El núcleo duro del desprecio hacia la mujer, la zona cero de este desastre, nace del cuento del Paraíso Terrenal y la historia del pobre Adán embaucado por la malvada Eva y su venenosa manzana. Eva, la mujer, es responsable de la expulsión del Paraíso de Adán, el hombre. Y eso al diosecillo de la biblia le enfada y dice:

Multiplicaré los trabajos de tus preñeces; con dolores darás a luz a los hijos; y buscarás con ardor a tu marido, que te dominará (Génesis 3:17)

(¿Acaso el diosecillo de la biblia es el Dios en el que debe creer una mujer?)

Aprovechando el machismo presente en el Antiguo Testamento, y la posición de s. Pablo de Tarso, la naciente Iglesia auspiciada por el emperador Constantino fue tomando posiciones cada vez más radicales contra la mujer. Los llamados Padres de la Iglesia, destacaron por su odio al género femenino. Y lo peor es que tuvieron muchos seguidores que ahondaron en la maldad inicial, como vemos en el artículo El machismo y la misoginia en la iglesia Católica, escrito por Ana Mulet y publicado en U.R.T. del que inserto textos que aparecen en cursiva.

Es a partir de ese cuentito sobre Eva, convertida en la esencia de lo femenino, que las religiones han intentado tomar el control moral sobre las mujeres justificando toda clase de vejámenes y crímenes cometidos contra ellas hasta en el nombre de Dios como aval supremo, si se enfrentaban al mundo masculino en cualquiera de sus versiones sociales, económicas, de poder o filosóficas, o ponían en cuestión- oh, osadía infernal- la propia religión y a sus clanes sacerdotales. Entonces ya podían ser juzgadas como brujas, malas madres, almas descarriadas, putas, y otros hermosos adjetivos, porque siempre tenían y tienen contra ellas un frente que se va renovando a lo largo de la historia, formado en cada época por los más poderosos, incontestables y admirados representantes del clero, que les dedicaban lindezas como estas:

¿Y no sabes tú que eres una Eva? La sentencia de Dios sobre este sexo tuyo vive en esta Era: la culpa debe necesariamente vivir también. Tú eres la puerta del demonio; eres la que quebró el sello de aquel árbol prohibido; eres la primera desertora de la ley divina; eres la que convenció a aquél a quien el diablo no fue suficientemente valiente para atacar. Así de fácil destruiste la imagen de Dios, el hombre.

(Tertuliano, Padre de la Iglesia).

La mujer es un ser de calidad inferior que no fue creada por Dios a Su imagen y semejanza. Corresponde al orden de la naturaleza el que las mujeres estén al servicio de los hombres

(san Agustín, Padre de la Iglesia)

Las mujeres deben callar en las asambleas, pues no les está permitido tomar la palabra; antes bien, estén sumisas, como también la Ley lo dice.

(san Pablo, Epístola a los Corintios)

La mujer es una equivocación de la naturaleza… El valor esencial de la mujer radica en su capacidad para parir y en su utilidad para la economía doméstica

(santo Tomás de Aquino)

Cuando veas a una mujer, piensa que es el diablo. Es una especie de infierno.

(Papa Pio II)

Sus caras son como viento abrasador, y sus voces silbidos de serpiente, pero también aplican encantamientos nefastos a incontables hombres y animales. Y cuando se dice que su corazón es una red, se está hablando de la malicia insondable que impera en sus corazones. —san Ambrosio

¿Y ante el feminismo? Aquí el clero se pone al día. ( No se lo pierdan, porque todavía hoy dice estas cosas el obispo de San Sebastián en España en 2018).

(LAS FEMINISTAS)…proclaman con toda soberbia que han logrado o que van a lograr quién sabe que emancipación de la mujer. Tal emancipación según ellos debe ser triple: en el régimen de la sociedad doméstica, en la administración del patrimonio familiar y en la facultad de evitar o suprimir la vida de la prole. Y así la llaman social, económica y fisiológica: fisiológica porque quieren que las mujeres a su arbitrio estén libres o se libren de las cargas conyugales o maternales (emancipación esta como ya dijimos de sobra, que no lo es sino un crimen horrendo); económica, por la que pretenden que la mujer, aún sin saberlo ni quererlo el marido, pueda libremente tener sus propios negocios, dirigirlos y administrarlos, sin tomar para nada en cuenta a los hijos, al marido y a toda la familia; y social, en fin, por cuanto aparta a la mujer de los cuidados domésticos, tanto de los hijos como de la familia, a fin de que sin preocuparse por ellos pueda entregarse a sus antojos y dedicarse a los negocios y a los cargos, incluso públicos. —Papa Pío XI, año 1930

A este respecto, la señora Mulet, escribe:

Los protestantes tampoco son menos machistas; les pondré solo dos ejemplos:

Tengan sus hijos y hagan como puedan; si mueren, benditas sean, porque seguramente mueren en medio de una noble labor y de acuerdo a la voluntad de Dios… Así ven ustedes cómo son débiles y poco saludables las mujeres estériles; aquéllas bendecidas con muchos niños son más saludables, limpias y alegres. Pero si eventualmente se agotan y mueren, no importa. Que mueran dando a luz, que para eso están. —Martín Lutero.

Otro protestante afirmó: el feminismo es: un movimiento socialista contrario a la familia, que estimula a las mujeres a abandonar a sus maridos, matar a sus hijos, practicar la brujería, destruir el capitalismo y a convertirse en lesbianas. —Pat Robertson.

(Hasta aquí la cita, y sin comentarios)

El verdadero cristianismo respeta y acepta a la mujer como igual

Dado que en el mundo occidental predomina aún alguna de las versiones degeneradas del cristianismo, podemos preguntarnos cuál era la actitud hacia la mujer del propio Jesús el Cristo. ¿Se corresponderá con la de alguna de las Iglesias? Nada más lejos.

Sabemos que Jesús de Nazaret tenía discípulos y discípulas. Entre ellos no existía ninguna discriminación de género, y los primeros cristianos, tras la partida del Maestro, seguían respetando esa igualdad. El machismo estaba excluido y cualquier mujer era respetada y escuchada en las asambleas de las comunidades sin ningún tipo de traba. Por desgracia, a medida que las comunidades cristianas fueron influenciadas por advenedizos ilustrados procedentes del paganismo romano, como Pablo de Tarso, las cosas fueron de mal en peor para ellas, ya que para los romanos las mujeres eran inferiores al hombre.

En el tomo 2 del libro ¿Quién está sentado en la silla de san Pedro? editado por Vida universal, podemos leer:

Jesús no tuvo únicamente a los doces apóstoles en torno a sí. También estuvieron con él muchas discípulas, entre ellas incluso damas de la sociedad de aquel entonces, como Juana, la mujer de un alto funcionario de Herodes. A tales mujeres hoy se las llamaría emancipadas, porque no aceptaban el acostumbrado papel de la mujer (…) En tiempos de Jesús era de este modo: si una mujer tan solo hablaba con un hombre en la calle, podía ser repudiada por su marido sin pago de su legado matrimonial, que viene a ser como nuestra compensación de manutención (…) Pero Jesús puso fin a toda esta insensatez. Él vivió y enseñó la igualdad (….) La imparcialidad de Jesús con las mujeres llamó la atención incluso de sus discípulos. (Hasta aquí la cita).

Debemos concluir entonces que el verdadero cristianismo, el de Cristo, no tiene nada que ver con todos esos juicios, desprecios, castigos, humillaciones y crímenes sin cuento contra las mujeres en todas las épocas, incluida la presente, ni, por supuesto, con esta Iglesia que se dice cristiana y ha sido siempre parte o instigadora de muchos de esos crímenes, como cuenta el historiador alemán Karlheinz Deschner (*) Deberíamos concluir, pues, que en pleno siglo 21 aún se halla el mundo bajo el poder intelectual de unos advenedizos que ocupan cargos relevantes en el mundo intelectual, en el mediático y en las Iglesias, y que actúan como ecos serviles de sus mentores históricos en su odio a la mujer, como si en vez de ser sus madres hubieran sido paridos por una piedra. No es casualidad que sus argumentos les sean útiles a tantos maridos machistas, tantos patronos explotadores, tantos políticos y tantos proxenetas para justificarse ante sus dormidas conciencias hasta ese día en que despertarán sobresaltados, se mirarán en el espejo de sus acciones y se horrorizarán como sin duda ya les habrá ocurrido a todos sus mentores en los mundos del Mas allá. Allí, según las enseñanzas cristianas – las de verdad- cada uno tendrá que vérselas frente a sus víctimas. Pero hoy y aquí parece que las que pretenden que lo sean les han salido respondonas. Apoyemos para que no haya marcha atrás.

( * Su voluminosa obra donde pone de manifiesto la historia criminal de la Iglesia puede encontrarse fácilmente en castellano, impresa o gratis en el buscador Google. Fue encausado por el Vaticano, pero la Iglesia perdió el juicio ante la abrumadora cantidad de datos fidedignos aportados por el historiador.


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