La iluminación espiritual

Los fariseos actuales

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Los fariseos actuales; Patrocinio Navarro

LOS AUTORES Y EJECUTORES

Ni fariseos ni escribas son especies extinguidas, ni mucho menos, aunque es verdad que estamos presenciando su declive a la vez que -paradójicamente- su momento de mayor actividad para evitarlo. Ellos son los que ocupan los estrados del mundo, los autores y ejecutores- con sus clanes sacerdotales- del suicida pensamiento neoliberal.

Cuando los fariseos actúan como arquitectos del mundo

Hace milenios que el mundo está mal, pero tal vez ahora está peor que nunca. Hace milenios que existen partidarios de cambiar las cosas, y a lo largo del tiempo van adoptando diversos disfraces. El más común es el de los escribas y fariseos, activos en los centros de poder, en las cátedras universitarias y en los púlpitos de las catedrales, ocupando como usurpadores el espacio que correspondería a la verdad. Estos enemigos de la verdad, siempre partidarios de cambiar las cosas del vecino sin mover las propias, pertenecen a varios grupos a los que podríamos llamar trabajadores del exterior, ya que centran su mirada sobre los problemas del mundo de fuera, reflexionan y actúan sobre ellos y viven a sus anchas creando nuevos problemas sobre los que vuelven a reflexionar y actuar siempre en su propio beneficio o en el de sus amigos y jefes.

Uno de esos grupos se presenta como Sindicalista o como Político y quiere mejorar las condiciones de los trabajadores o de los ciudadanos, según el caso, pero sin hacer enfadar al patrón, porque el patrón los tiene en nómina bajo el epígrafe: Subvenciones a sindicatos y partidos, liberación de cargos sindicales y políticos, y otros privilegios. Ninguno de ellos, como es propio de su condición, se propone cambiar el edificio, solo darle algunos retoques. Le basta con tapar – de acuerdo con el patrón- algunas goteras. Y el mundo sigue girando con su miseria inalterada.

Otro grupo se presenta como Transformador Radical. Quiere cambiar el mundo de arriba abajo, pero sin que ninguno de sus miembros se plantee tampoco cambiarse a sí mismo. Los de este grupo probaron varias revoluciones y todas fracasaron porque los nuevos amos reprodujeron los viejos modelos. Sus artífices no reconocieron que por no aceptar su propio cambio interior ellos mismos no habrían de tener cabida en su mundo ideal de hombres perfectos en una sociedad perfecta. Allí, llegado el caso, sus habitantes les rechazarían por primitivos.

El tercer grupo se presenta como Reformador Religioso. Es como los dos anteriores, pero guardan una estética diferente de uniformes, puesta en escena y vestuario. Por lo demás, viven en palacios y siguen viviendo de los cuentos del idealismo hipócrita con que seducen, como los otros, a las multitudes. Pero estos son aún más peligrosos porque hablan del Más Allá y asustan con el infierno a sus hipnotizados si no se les hace caso. Aceptan encantados ser mantenidos por los otros dos grupos y a la vez pretenden dominarlos para vivir con sus propias leyes, que, por cierto, contradicen a las que dicen respetar cara a la galería y que constituyen sus señas de identidad oficial. Estos son los peores de los aspirantes a arquitectos mundiales.

Los trabajadores del interior

En contraste con los grupos de fariseos se hallan los Trabajadores del Interior. Estos aspiran a cambiarse a sí mismos, pues mantienen el principio de que la sociedad muestra, a gran escala, quiénes son los individuos que la formamos, igual que un organismo da testimonio de la salud o enfermedad de sus células. Sin salud de las células no hay salud posible para un organismo por más remedios externos que los médicos intenten. Los trabajadores del interior proclaman que solo una mente liberada de prejuicios y deseos de riqueza, poder y prestigio; solo una mente independiente y crítica es capaz de transformar el mundo. Defienden que si tal cosa no ha sido posible hasta hoy es debido a la existencia de profundas miserias en el corazón humano. Por ello se esfuerzan por vivir según las leyes de la conciencia y superar las miserias que se reconocen ante las leyes de Dios (los 10 Mandamientos y el Sermón de la Montaña). Por ello perdonan a quienes les ofenden y les piden perdón y piden perdón a Cristo por los propios errores. Si es posible reparan cuanto pueden el daño que hayan hecho y se esfuerzan en no repetir los mismos errores. Este es el circuito de purificación cristiano-originario. Aquí cada uno se halla frente a Dios y a su propia conciencia y no tiene que buscar a ningún sacerdote de los grupos anteriores para aligerar su alma.

Muchos de estos trabajadores del interior, manifiestan que nadie ha desacreditado tanto al cristianismo como los supuestos cristianos; que nadie ha desacreditado tanto al marxismo como los supuestos marxistas; que nadie ha desacreditado tanto la democracia como los políticos supuestamente demócratas, ni a la familia patriarcal como el machismo, ni a la propiedad como los propios capitalistas. Todos ellos han modelado sus principios y actuaciones hasta confluir en esto que se viene llamando El Sistema, y que dirige el mundo bajo una u otra capa de barniz, bien sea religioso, político, social, o económico. Un barniz de mentiras tan superficial que no resiste ni el empuje de una uña de verdad para quedar en evidencia.

Así que hemos llegado a un punto en que es preciso rescatar la espiritualidad de las Iglesias que la convierten en religión; la democracia de los Parlamentos donde está secuestrada; la política de los políticos que la monopolizan; la familia del machismo patriarcal; la verdadera Ciencia de los científicos que juegan a ser dioses; el dinero de los usureros que vampirizan, y así sucesivamente. Para ello, cada uno debemos tener la suficiente autoestima y fuerza interior como para evitar ser manipulados por los arquitectos del sistema; entonces podremos esperar cambios verdaderos.

Trabajar por una nueva humanidad civilizada habitando una casa-mundo reconstruida en el interior de cada uno es el gran reto que hoy tenemos ante nosotros. De esta victoria interna, personal, depende sin duda la gran victoria final.


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