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¿Es santa la «semana santa»?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Es santa la «semana santa»?; Patrocinio Navarro

SEMANA SANTA

El llamado Domingo de Ramos abre dos puertas a la vez: la de la semana que se viene llamando santa, y la del turismo de espectáculos grotescos combinados con la buena mesa. Para un cristiano, Santo solo es Dios. Pero para un católico, santo es cualquiera: desde un papa- santidad se le llama, por imperfecto que sea- hasta quien abrió otra puerta para que la Iglesia pasara a la Historia: el emperador Constantino, un criminal, pero santo católico, como Carlo Magno y otros de su calaña.Y la lista de supuestos santos es interminable, como todos sabemos, pues no hay día que no tenga no uno, sino dos o más. Y puestos a poner el calificativo supremo de santo a lo que más convenga, pues ¿por qué no a esta semana en que Cristo fue apresado, torturado y asesinado? y eso es motivo para una gran fiesta turística, santurrona- que no santa- y con buena mesa para carnívoros en el mundo supuestamente cristiano.

Para un cristiano, lo mismo que para cualquier persona de buena voluntad que piense con un mínimo de espíritu crítico, resulta asombroso el espectáculo cirquense de las festividades eclesiásticas. Especialmente este de la llamada semana santa con su cortejo inacabable de procesiones con imágenes sangrientas y dolientes acompañadas a menudo por uniformados armados y mandamases civiles y eclesiásticos. Una perfecta puesta en escena que representa, exactamente, a los mismos actores de las alianzas contra el Nazareno: casta sacerdotal, políticos y militares. ¿Acaso se explica esto en las clases de religión? No, claro está. Allí se dirá que es la manera en que el poder del mundo honra a Jesús el Cristo. Pero ¿de verdad lo honra, o lo exhibe como un trofeo de caza?

Autoflagelaciones, y autolesiones, fetichismo, penitencias despiadadas, canciones desgarradas llamadas saetas, desfiles interminables de ídolos dolientes y hasta gritos obscenos con aparente fervor hacia alguno de ellos, forma una confusa mezcla de paganismo y religión externalizada multiplicada en todos los pueblos y ciudades con el mismo o parecido guión. Y todo eso se compatibiliza con el buen vino, la comilona y, por supuesto, el paquete turístico todo- incluido para extranjeros. Una celebración, sí, pero ¿de qué? ¿De un asesinato? Pues celebrar y conmemorar son cosas opuestas. Conmemorar la pasión, las torturas y la muerte de Jesús, invita al recogimiento, a la reflexión, a reconocimientos sobre si uno mismo conserva algo en contra de Cristo. O sea: todo lo contrario de lo que se hace en estos días. Y si algo hubiera que celebrar sería poder comprobar tras nuestro autoanálisis que cada vea somos mejores cristianos, si es que nos tenemos por tales.

Cualquiera que sea la manera cómo se celebre esta semana de paganismo religioso aumenta considerablemente el consumo de carne de animales terrestres o acuáticos, pues el pescado- que algunos comen como alternativa a la carne- sigue siendo tan carne como el carnero, ¿o es que no se trata de animales cuya vida procede de Dios? Así que estos días se celebra un gran holocausto animal para celebrar ¿qué? Pregunto de nuevo. Porque si se tratara de la llegada de la primavera, en que la naturaleza revive, ¿le llevaríamos la contraria matando a sus criaturas y devorando a sus seres vivos? Pero si se tratara de recordar con estas fiestas paganas el acto más ignominioso llevado a cabo por los hombres en esta Tierra, el de Jesús, entonces aún es más grave: porque nos ponemos al lado de los asesinos que celebran con fiesta -oh, ciega humanidad - las torturas infames y el asesinato de Su Redentor.

Una y otra vez, año tras año, se repiten las mismas escenas, las mismas procesiones con sus mismas músicas y los mismos protagonistas para ver el desfile de la victoria aparente del demonio: el cuerpo muerto colgando de la cruz, la exhibición de un trofeo satánico, pero ¿acaso era posible que Cristo muriera por matar el cuerpo de Jesús en el que encarnaba? ¿O es que esta Iglesia que se dice cristiana tampoco cree en la victoria de Cristo sobre la muerte? Si creyera realmente en la vida al menos tanto como en la muerte, habría que preguntar al papa que vemos siempre con su palma el domingo antes de la semana santa: ¿a qué este circo siniestro? ¿Por qué no cuentas la verdad? Porque una de dos: o no la sabes, o la escondes por alguna razón que no confiesas. No se sabe qué es peor para el que se dice representante de Dios y se hacer llamar santidad.

Una enfermera belga, que asistió a muchos moribundos en la primera guerra mundial confesó que los católicos eran los que más temían a la muerte. Es natural, pues ¿qué jerarquía católica o qué sacerdote cuenta la verdad de lo que hay en el Más Allá? Pero Cristo sí lo explica: Los siete planos de purificación y los siete Cielos, pero ningún infierno, que es lo que la Iglesia tiene como as en la manga para tener el control de las almas. Tampoco se le dice a la gente que si se muere con demasiado apego a este mundo o con demasiados asuntos pendientes, como deseos de venganza o parecidos, se quedan como almas atadas a la Tierra hasta que vuelven a encarnar, que es lo que desean. Entre tanto, desde esa Plataforma procuran influir telepáticamente en personas afines para que cumplan sus propios deseos En el mundo católico no se habla de esto. Cuando uno muere, o va al Cielo o al Infierno, se le dice. Así que tiene sentido lo que cuenta la enfermera, pues después de todo, ¿quién se cree tan bueno como para presentarse ante Dios nada más morir?

La obsesión lacrimógena y santurrona por la muerte, mimada por la Iglesia llena de cruces el orbe supuestamente cristiano con el Cristo clavado y agonizante y hace olvidar la resurrección, idea central del cristianismo, así como la idea de la Redención que Cristo nos trajo con su ejemplar triunfo sobre el ego y la muerte física y espiritual que representa la cruz desnuda, tan ausente en los templos católicos y no por casualidad. La Redención significa que una chispa de la energía de Cristo fue enviada a cada humano y a cada alma en los planos de purificación para que pudiera tener la fuerza necesaria para volver al Cielo de donde procedemos y evitar su disolución como quieren los demonios. Y esto sucedió en el instante mismo en que Jesús pronunció en la cruz Su Está consumado. La Iglesia no dice nada de esto, pues prefiere tener a sus fieles sujetos por el miedo.

La idea del aniquilamiento o del miedo al sufrimiento eterno, con la falta de perspectiva y conocimientos sobre la vida verdadera y el Más Allá que la Iglesia nunca explica arroja a sus creyentes a vivir tremendas contradicciones envueltas en un sentimiento trágico de la existencia en la que el consuelo adopta dos direcciones: la exaltación de la materia y el apego a lo mundano – que es su lado pagano en todas sus fiestas y también en esta de la semana santa- mezclado todo con el ancestral temor al castigo por esos mismos excesos: de ahí la autoflagelación en todos los sentidos y el miedo a la muerte como telón de fondo. ¿Cristianismo, satanismo, masoquismo o ignorancia? Ustedes dirán. Pero de santa semana de la Iglesia, ya ven que nada de nada.


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