La iluminación espiritual

Del amor y la felicidad

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Del amor y la felicidad; Patrocinio Navarro

LA NATURALEZA ES UN EJEMPLO DE AMOR

Sabemos por experiencia o sentimos su vacío por carencia, que el amor es el principal aliciente de nuestras vidas y la felicidad un estado que se desea para sentir completa la vida. Sin embargo, vemos cómo nuestra humanidad anda a la greña en todo tipo de conflictos en lo personal y social. ¿Quién se atreve a decir sin temor a equivocarse en gran medida que el amor o la felicidad ocupan entre nosotros un lugar al menos aceptable? Así pues, ¿estamos fracasando en lo que más deseamos poseer mientras nos distraemos con otras cosas? Cada uno deber contestarse a sí mismo, pero entre tanto es bueno recordar que el amor es la fuente de la felicidad, y que esta no existe sin aquel.

Es bueno recordar que para cualquiera de nosotros existe- o al menos debiera existir- algo o alguien hacia quien uno o una se encuentra disponible en cualquier momento y nos empuja a actuar a su favor. Ese impulso profundo al que obedecemos es eso que llamamos amor, y que existe potencialmente en todos nosotros, porque somos hijos del amor. Como almas, hijos del amor de Dios; como cuerpos- con suerte- del amor humano. Y es que en el territorio del amor humano existen innumerables variantes, matices y desfiguraciones. En esto sucede para muchos lo mismo que cuando contemplamos la lluvia a través de un cristal empañado. Llueve, sí, pero el cristal empañado (el ego, por ejemplo) no deja ver con claridad, incluida la visión humana del amor que tanto se confunde con sexo, pasión y otras cosas.

Podríamos asegurar que si el sentimiento del amor fuera tan claro en cada uno como mirar a través de un cristal limpio, la felicidad personal y colectiva que tanto echamos de menos estaría asegurada.

Sin embargo, pocos de nosotros somos felices de un modo estable; solo a ráfagas fugaces la mayoría. ¿ Cual es el problema? ¿Cómo es posible que un sentimiento que consideramos como el principal de nuestras vidas y que nos abre la puerta al paraíso interior no sea capaz de estar presente en nuestras vidas hasta el punto de evitar tantas catástrofes personales y sociales? ¿Cómo es posible? Porque si amar y ser amados es el sentimiento más valioso al que aspiramos, y sin embargo es un gran ausente en la vida colectiva (un breve repaso mental al último telediario o una mirada a su medio social o laboral), ¿podríamos decir entonces que vivimos en un mundo que ha fracasado en gran medida en aquello que considera lo mejor para sí? ¿Es este un mundo de gente frustrada? Porque si no somos capaces de alcanzar a vivir con cierta constancia el sentimiento del amor, capaz de proporcionarnos felicidad, es inútil pensar ya en otros sentimientos que pudiéramos llamar secundarios, que conducen tan solo a placeres fugaces, repetitivos, con frecuencia nocivos para el alma y el cuerpo físico, y la especie humana parecería condenada a la infelicidad. ¿Es así realmente?

Cuando observamos la existencia de gentes felices, que las hay – no que aparentan serlo ni se auto engañan- tenemos que concluir que la felicidad es posible, y cuando observamos más de cerca a estas gentes felices, a veces en circunstancias que a cualquiera pudieran parecerle insoportables, percibimos que su secreto no es otro que su capacidad de amar desinteresadamente, altruistamente. Y si desde esta cumbre de humanidad miramos el mundo, no podemos menos que constatar el gran error en que vive la mayoría aspirando a algo por lo que- gran contradicción- no está dispuesta a poner el medio de conseguirlo.

La Naturaleza es un ejemplo de amor

La Naturaleza es un ejemplo de amor. Los átomos se atraen por afinidades electromagnéticas; las moléculas, por afinidades químicas, los animales por atracción sexual y vibratoria. ¿Y dónde habría que colocar a los seres humanos en la escala naturaleza? ¿Cómo animales, como muchos pretenden? Pero los animales no aspiran a la felicidad, ni tampoco a la inmortalidad. Eso es algo que tienen por su condición como criaturas de Dios. Nosotros, más evolucionados como almas, tenemos necesidad de hacernos esas preguntas, pues la Creación toda cumple un propósito de largo alcance: evolución y expansión creadora.

Los ciegos espirituales no ven en la Naturaleza más que el resultado de ingentes cantidades de casualidades cósmicas, algo imposible de creer si se piensa sin prejuicios. Para ellos solo existe la casualidad y la necesidad, de tal modo que todo es necesariamente casual pero nunca remotamente causal ni en consecuencia dirigido por una mente organizativa del caos. Pero las personas espiritualmente despiertas, se preguntan por la fuente del amor que anida en su corazón, y descubren en lo más íntimo de su ser que la energía que los sustenta no es otra que la misma Energía Universal que opera en el mundo de los minerales, de las plantas y de los animales, y los nutre igual que nutre a cada una de nuestras células corporales. Esa Energía se llama Amor. Algunos le llamamos también Dios o de otras maneras, pero en definitiva se trata de Esa Energía tan impersonal como personal, que nos impulsa a ser mejores personas y de paso más divinos y felices.


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