La iluminación espiritual

Por una consciencia libre y de convivencia

PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Por una consciencia libre y de convivencia; Patrocinio Navarro

CONSCIENCIA LIBRE

Durante siglos, la humanidad ha soportado el espectáculo teatral de poderosas fuerzas enemigas de la Verdad divina y de las verdades humanas cuya diversidad de ropajes han sido los más convenientes para ejercer sobre las conciencias toda clase de poderes: religiosos, militares, políticos, culturales, mediáticos, financieros y otros. Tales cosas se hicieron y hacen posibles mediante una compleja red de alianzas y acuerdos sobre el respectivo papel de cada una de esas fuerzas y la delimitación de sus poderes respectivos entre sí. Mediante diversos actores para dar la cara en su nombre, tales fuerzas actúan en nuestro mundo desde los escenarios respectivos utilizando métodos muy semejantes y casi invariables en el tiempo por cada sector de poder. Engaños, traiciones, conspiraciones, diversos tipos de manipulación, -incluida la mental y emocional,- y otras formas mucho menos sutiles, como la violencia extrema hasta el asesinato o la guerra, son muy corrientes.

Con estos métodos se persigue invariablemente controlar las conciencias, controlar la energía personal y los recursos materiales de todos y controlar a cada individuo desde su nacimiento hasta su muerte en un sin fin de aspectos, como el ser bautizado en una religión, o adscrito a una identidad nacional, por poner dos ejemplos. Campañas sistemáticas de "pedagogía popular" son promovidas desde palacios, catedrales, mezquitas, sedes de gobiernos, centros de inteligencia militar y grandes corporaciones financieras en perfecta sintonía, y divulgadas por agencias de prensa, radios y televisiones públicas y privadas para uniformar las mentes. Los niños son programados en la misma dirección desde la propia familia, y luego en la escuela, para que acepten todo aquello que deben aceptar para integrarse en el rebaño de espectadores, creadores de riqueza, y sumisos consumidores. Principalmente se trata de aprender desde la niñez que es necesario someterse a todos aquellos a quienes se les define como autoridad, renunciar a su capacidad crítica y creatividad, ser competitivos, individualistas y a aceptar a todo tipo de intermediarios: religiosos, políticos, económicos, culturales desde la cuna hasta la sepultura. Estos aspectos son determinantes para que funcione la sociedad del consumo- espectáculo mediante el cual unos -los pocos-consiguen poder, reconocimiento social y riquezas mientras otros- los muchos-viven cada día peor, o mueren de hambre o enfermedades cada dos segundos.

La brecha tiende a agrandarse mientras se siga viviendo por las mayorías como un espectáculo dramático en el que no existen culpables si son demasiado poderosos, y se admita como modelo al que imitar a todo aquel que se dice que lo es por boca de alguna autoridad competente. La llamada autoridad competente son los cómplices visibles de las fuerzas más oscuras del Universo a cuyo servicio están aquellos que les siguen hipnotizados por su aparente poder y quieren ser como ellos (ricos, poderosos, reconocidos): Los que así proceden son las víctimas. De estas víctimas-"inmensas mayorías",- viven las poderosas minorías del poder oscuro.

Religiones institucionales se encargan de mentir para las víctimas exhibiendo libros hábilmente condicionados (biblias, historia falsificada o códigos de derecho) para justificar ante el mundo situaciones de privilegio en total oposición a los principios espirituales o humanos que dicen defender. Derechos Humanos reconocidos oficialmente como hitos de civilización son, por su parte, exhibidos como coartada para justificar actuaciones criminales desde los poderes públicos. Y mientras, se llenan de cadáveres y heridos las naciones violentadas, los edificios de las iglesias de sumisos acríticos y las prisiones del mundo de testigos incómodos como periodistas, escritores y artistas que denuncian las injusticias y se niegan a ser imitadores o víctimas.

La organización de los mafiocráticos del mundo oscuro ha llegado a tal grado de eficacia en el control de los cuerpos y las mentes, que pocos son los que escapan a sus tretas y redes, pues privados como han sido tantos de cultura crítica y de elementos espirituales puros de respuesta; presos en la inercia social del consumismo y los goces materiales como único sentido del existir, las masas enferman de inanición espiritual, pobreza mental y cultural, así como de muchas enfermedades producidas por el modo antinatural del vivir moderno, los trabajos semiesclavos en las industrias y campos, la carencia de oportunidades culturales enriquecedoras y la falta de perspectivas íntimas que lleva a tantos problemas mentales y físicos el vivir sin verdaderos valores internos en los que apoyarse.

El proceso de desintegración personal constatable en las grandes urbes y cada vez más en zonas rurales conduce a la desintegración de las relaciones en todos los grupos humanos.

Para ser honrados es preciso introducir la idea de que lo que sucede no sería posible si en el interior del alma humana no existiese un campo de cultivo propicio y acogedor para las malas siembras de los poderes negativos que dirigen el mundo. Sin embargo, conviene huir de dos tópicos: del tópico de Aristóteles afirmando que el alma es un libro en blanco al nacer (apropiado por las iglesias para negar la reencarnación que Cristo predicó) y del tópico de Rousseau en la misma dirección con su célebre principio de que el hombre nace bueno, pero lo corrompe la sociedad. No cabe exculpar a cada uno de sus propias conductas y achacar a la sociedad o a sus dirigentes exclusivamente sus males, pues lo contrario sería negar el libre albedrío o suponer que este ha sido anulado totalmente por los poderes que rigen el mundo. Y aunque este sea el fin que estos pretenden, aún no lo han conseguido. Ahora bien: la presión que se ejerce sobre la humanidad hace muy difícil a los más débiles vivir contra la corriente, y muchos por comodidad, por miedo, por condicionamiento sociocultural y educativo y por no poner en práctica las leyes divinas que proponen la libertad como base para el desarrollo de la evolución, se dejan llevar por la corriente, pese a sus efectos perversos. ¿Consecuencias? Cada día aumenta el número de enfermedades mentales, sociales y físicas que llevan al robo, al crimen, a las drogas legales o ilegales, al fanatismo, mientras crece la apatía ante los desmanes de los poderosos. Aumentan epidemias provocadas como excusa para grandes negocios, la aparición de enfermedades nuevas merced al cambio climático mientras la respuesta inmunológica y social para hacerles frente es cada vez más débil conforme la mafiocracia mundial es más fuerte a la vez que el poder de los antibióticos y otros medicamentos se torna menos eficaz.

Igualmente débil es la respuesta social y legal basada en una de las peores enfermedades:

La resignación pasiva y conformista.

¿Cómo afrontar esta ola destructiva?

En esta situación parece más que evidente la necesidad de un profundo despertar de las conciencias a verdades que han sido profanadas, adulteradas, olvidadas y perseguidas durante siglos. Y ahora que estamos obligados a convivir entre diversas culturas en nuestras sociedades, tal vez sería apropiado buscar qué puntos esenciales son los comunes y libres de fanatismos culturales, religiosos, sociológicos y científicos y aprender a convivir entre nosotros según principios positivos en nuestras vidas cotidianas. Esto como es natural exige un trabajo de fondo, una depuración de conceptos que nos han sido transmitidos interesadamente por sus beneficiarios, y la identificación de nuevos paradigmas que nos conduzcan a una visión liberada y liberadora. Es preciso más que nunca agarrar el timón de nuestras vidas y no dejar que se nos marque el rumbo por algún interesado en recoger beneficios. Algunas reglas de conducta de validez universal como la Regla de Oro "Trata a los demás como tú mismo quisieras ser tratado", o "No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti" son pilares básicos de convivencia basados en la ley universal del amor, que es la ley del mismo Dios al que todas las religiones dicen respetar bajo diversos nombres. El amor, el respeto y la tolerancia basados en el cumplimiento de leyes universales como los Diez Mandamientos (aceptados por todas las religiones y personas de buena voluntad) conducirían a una convivencia pacífica, imposibilitarían las guerras y nos conducirían a ese mundo tan deseado de paz, libertad, unidad, justicia y fraternidad. Estos sabios principios reconocidos por la Humanidad en su conjunto solo esperan ser puestos en práctica para que este mundo que hemos configurado desde la negación de esos principios y nos conduce al desastre global, dé un salto evolutivo. Esta es la esperanza de la verdadera revolución que no es solo social, que no es violenta, que no se basa en partidos, iglesias ni institución alguna, porque solo opera en el corazón de cada persona, de cada uno de nosotros: es la revolución espiritual. En esta revolución pacífica cada uno es la esperanza de los demás. No hay otra salida. Que no espere nadie que puedan poner remedio a los males del mundo los mismos que lo dirigen hacia el abismo. Que no espere nadie que una revolución de las clásicas ("quítate tú, que me pongo yo") va a poner remedio a los males de nadie, pues de este tipo de revoluciones violentas ya hemos visto cuáles son sus frutos históricos. Y como nos dijo Cristo: "Por su fruto se conoce el árbol". Que no espere nadie que economistas, banqueros, políticos, papas, intelectuales, científicos, sindicatos, partidos políticos, comités de (supuestos) sabios, organismos internacionales o iglesias de cualquier nombre van a proporcionar soluciones para salvar esta civilización dispar y venenosa a la que llamamos "el mundo".

Miren de frente el mundo que estos han creado con nuestra ayuda: la amenazante realidad que nos envuelve y a la que cada uno de ellos contribuye en grandísima medida. Y sobre todo no esperen seguridad alguna de su parte, sino más control policial y mediático y peores condiciones de vida. Observen la creciente militarización.

Nos encontramos en el presente en un momento decisivo de la humanidad. Nunca como ahora se dieron en toda nuestra historia circunstancias tan extremas y determinantes para cada uno, para nuestra especie y para el propio Planeta y todas sus formas de vida. ¿Cuál es el grado de responsabilidad de cada uno? ¿Qué clase de pensamientos, sentimientos, y actuaciones aportamos cada uno? ¿Contribuyen nuestras aportaciones al cambio, o fortalecen lo que existe? Esto es lo determinante para nuestra alma, nuestro futuro y el de nuestros hijos.


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