La iluminación espiritual

Palabras que pierden su pureza

Imagen; Palabras que pierden su pureza; Patrocinio Navarro

PALABRAS COMO CANTOS RODADOS

Algunas de las más bellas palabras están aquejadas de una grave enfermedad: parece que de tanto nombrarlas han sufrido un desgaste terrible. De tan manoseadas, carecen de brillo y capacidad de entusiasmar, y se han vuelto poco creíbles hasta el punto que quien las viene a defender tomando en serio su verdadero contenido, se convierte en sospechoso. Al menor descuido hasta puede ser declarado enemigo de eso mismo que pretende defender. Y es que esas palabras bellas, grandes y hermosas, han sido secuestradas para uso particular y beneficio de minorías privilegiadas que tienen su particular interpretación de las mismas. Dios, amor, libertad, o democracia forman parte de ese vocabulario de palabras maltratadas. Encierran en sí tal poder, que habrían transformado el mundo, tal es su vocación, si se les hubiera dejado en su estado puro de verdad y no hubieran sido adulteradas, pervertidas y rebajadas a la categoría de lo dejá vu. Y de no haber sido secuestradas precisamente por los enemigos reales de cada una de ellas para evitar ser incorporadas al espíritu de la humanidad, viviríamos en un planeta bien diferente. Y sin embargo, qué gran paradoja que esas hermosas palabras mancilladas, prostituidas, distorsionadas, sean usadas precisamente por sus carceleros, maltratadores, violadores y profesionales del cinismo como credenciales de su bondad, cual señas de identidad ética. Revestidos de ellas, los secuestradores de la libertad aparecen como sus defensores ante las multitudes; los secuestradores de la democracia la llevan como estandarte; los enemigos de Dios la exhiben como si fueran sus albaceas en los templos y catedrales, y los enemigos del amor la visten de harapos por los prostíbulos del mundo en su más amplia gama de oficios.

Así las cosas, resulta difícil para muchos el distinguir el grano de la paja, máxime cuando el grano ha sido sustraído y se ha puesto un sucedáneo en su lugar y no se ha enseñado a la gente a distinguir.

En nuestros tiempos se habla mucho de democracia y derechos humanos precisamente por los representantes oficiales del neoliberalismo, el sistema más parecido al fascismo desde la segunda guerra mundial, que se ha globalizado y controla el sistema de producción y distribución de mercancías y el mundo de los negocios, las finanzas y la política con el apoyo de las religiones. Todo eso, por su propia naturaleza basada en la ley del beneficio individual sin límite y en la amoralidad de las conductas, es esencialmente opuesto a cualquier posibilidad de democracia y desarrollo de derechos humanos, entre ellos a las diversas formas de la libertad y bienestar social que no cesan de disminuir en manos de supuestos demócratas en los gobiernos de los ricos, que son todos los gobiernos en todas partes, se auto-titulen como quieran. (Eso, a los ricos les da igual).

Si realmente se tratara del gobierno de los pueblos, en lugar de este, ¿cómo podría explicarse la distribución de las riquezas hasta el punto que un uno por ciento de los humanos poseen más que el 99 por ciento del resto? ¿Son tontos los pueblos , o es que simplemente no se cuenta con ellos a la hora del reparto de la riquezas que ellos mismos producen? ¿Es cada pueblo enemigo de la justicia, o solo víctima de un Derecho confeccionado siempre a la medida del uno por ciento? Sin embargo, ¿qué hombre público se niega a aparecer como enemigo de Dios, de la democracia, de los derechos humanos o de la justicia? Estas palabras se han convertido en una gran tapadera de alcantarilla bajo cuyo desgastado brillo -a fuerza de ser pisado - circulan todo tipo de suciedades fuera del control ciudadano. Pero, ay, ¿cuántos de esos ciudadanos del 99 por ciento pone en duda que su presencia es imprescindible para garantizar la convivencia, la equidad y la paz?... Y aunque sabemos que la llamada democracia es la más alta forma de organización social que la humanidad ha podido concebir, del dicho al hecho hay este trecho que separa a los ricos de los pobres, a los explotadores de los explotados, a los opresores de los oprimidos. Y esa brecha no cesa de aumentar en la misma proporción que se diluye el contenido de esas bellas palabras mencionadas.

Y como sucede con todos los males, este tampoco viene solo.

DERECHOS TORCIDOS

Derechos, valores de conducta y libertades apetecibles para el pueblo los exhiben como propios los dignatarios de los sillones del poder, por cuya defensa fueron elegidos. Se les llena la boca a los señores parlamentarios de las democracias hablando de libertades públicas y derechos como el derecho a vivienda, al trabajo, a la educación, a la asistencia sanitaria, a ser atendidos en la vejez, etc. Sin embargo, esos derechos y libertades son frecuentemente restringidos, testimoniales , o simplemente inexistentes en la realidad. Todo depende de eso que llaman voluntad política, que no es otra cosa que la voluntad de los que más poder ostentan para decidir en qué bolsillo privado se ponen las riquezas públicas.

Por mucho que figure en la Constitución de un país en letras doradas el derecho al trabajo, nadie puede impedir- al parecer-que no cese de aumentar el número de desempleados en todo el mundo, en especial en el mundo de los derechos que es el de los países más ricos. Por mucho que se hable de libertad de expresión, esta se ve restringida y dirigida en función de los intereses económicos y políticos de los dueños de los medios de comunicación, convertidos en pedagogos del pensamiento único de los poderosos, sean laicos o religiosos. Por mucho que se hable del derecho a la vivienda, ni cesan los desahucios, ni los jóvenes pueden formar su propia familia por carecer de trabajo seguro y vivienda a su alcance. ¿Y qué decir de la educación y la sanidad públicas, sino que son las cenicientas de las inversiones de los estados, más interesados en mantenerlas con escasos recursos y dejarlas agonizar a propósito para que ricos inversores privados, generalmente conservadores o religiosos igualmente retrógrados se apoderen de su gestión con la excusa de hacer un favor, visto que no funcionan bien?

EDUCACIÓN VACÍA

El interés de los gobiernos por la enseñanza pública siempre estuvo limitado al de formar ciudadanos respetuosos y sumisos con patronos, políticos y sacerdotes y a la vez, aptos para el trabajo que la economía demande en cada momento. Nunca las escuelas estatales estuvieron bien dotadas materialmente ni los profesores bien pagados ni bien preparados para educar. Y eso no ha cambiado desde hace siglos. No interesa nunca a los gobiernos que la gente piense por su cuenta ni desarrolle su capacidad crítica ni sus potencialidades. Eso está reservado para los colegios de élite. Educación es, por tanto, otra de esas bellas palabras vacías pero con bello ropaje para ser bien aceptada. Una persona bien educada suele ser la que forma parte de eso que se llama mayoría silenciosa, que es aquella masa de personas a las que se les ha silenciado el pensamiento libre cuando no su misma alma, y se ha conseguido domesticar para el funcionamiento sin altibajos del sistema de dominación de cada momento.

LA MUJER EN LA MAYORÍA SILENCIOSA

Parte sustancial de esa mayoría silenciada bien educada para no replicar y obedecer ha sido la mujer durante siglos. Mucho se habla hoy de los derechos de la mujer. Se dice: tiene derecho a trabajar fuera de casa. Pero entonces la vemos triple mente explotada como ama de casa, como madre sin ayuda y como trabajadora fuera del ámbito familiar – y este es otro dato revelador del fracaso de la educación y del conjunto social acerca del valor igual de toda persona. La sociedad desigual es también una sociedad machista, y el machismo encierra siempre carga de violencia. Por tanto, ¿quién se extraña de que no pase el día sin que tengamos noticia de asesinatos, maltratos violaciones y toda clase de abusos que tienen a la mujer como víctima sin que ni los propios jueces, a menudo machistas, sean capaces de ponerse en su lugar?

Los gobernantes, sean de derecha o de izquierda, y las iglesias y religiones no están consiguiendo, entonces, un mundo que vaya a mejor, sino todo lo contrario. Vemos decepcionados que ni los principios políticos de los gobiernos conducen a la igualdad, la libertad o la justicia, ni los de las iglesias y religiones se traducen en valores espirituales o en conductas sociales que expresen amor a Dios, al prójimo o sentimientos de hermandad que toda doctrina religiosa, se llame como se llame, proclama como fundamento de fe. Todo es un gran montaje para domesticar conciencias.

UNA CONSTANTE HISTÓRICA

La crisis de las grandes palabras no es nada nuevo: es una constante histórica que evidencia otra constante histórica como es la desesperadamente lenta evolución de la civilización espiritual del mundo. El deseo de acaparar, el odio, la mentira, el robo, y hasta el asesinato por el tener, el poder y el reconocimiento, todos los sucios métodos para conseguir aquellos propósitos- tan a menudo con guerras siempre salvajes como colofón sangriento - son una piedra de molino que la humanidad lleva colgada de su corazón y de su vida toda y le hace ir por la propia historia al paso de un caracol que ha perdido el rumbo. Y sin embargo, el rumbo existe: son esas grandes palabras convertidas en cantos rodados que todos proclaman como buenas y que no terminan de ser incorporadas a la corriente de la vida más que como fuente de conflictos cuando se reclama a sus secuestradores su verdadero valor, o como bellas tapaderas de alcantarilla por los poderes del mundo bajo las que circulan sus inconfesables miserias.