Leyenda india - Cuento
En las ceremonias de iniciación que se realizan en las ruedas de medicina de los indígenas de América, se transmite oralmente está leyenda icónica.
ANONIMO
Indígenas de América
En las ceremonias de iniciación que se realizan en las ruedas de medicina de los indígenas de América, se transmite oralmente esta leyenda que es narrada por un curandero o chamán a modo de génesis y canon de medicina interna. El más anciano de los curanderos, mientras inhala hierbas aromáticas, sahumando el cuerpo del iniciado y frotando cristales de cuarzo para limpiar la periferia de su cuerpo energético, le narra la siguiente historia:
En la antigüedad, como el humano vivía en armonía con la naturaleza no existía la enfermedad. El Gran Espíritu soplaba como un viento fresco sobre todos los seres vivos, sobre todos los reinos que, como ya se ha dicho, vivían en armonía y paz. Pero llegó un tiempo en que el humano se apartó del sendero del equilibrio y comenzó a violar las leyes del Gran Espíritu, llegando incluso a matar por placer y no solo por necesidad.
El más castigado fue el reino animal que exigió ante el Gran Espíritu una reunión del consejo de los reinos. Se reunieron, entonces, el reino mineral, el vegetal y animal con el Gran Espíritu. Los animales expusieron su dolor y las plantas su consternación por las faltas que se cometían contra ellos y el Gran Espíritu decidió que se castigaría al hombre por su soberbia y orgullo, dándole a cada animal la capacidad de crear una enfermedad específica que lo afectara.
Así, el venado, por ejemplo, provocaría dolor en las articulaciones; el sudor del caballo daría fiebres; la presencia del tigre desgarraría los músculos y el mono aullador movería a la locura. Como consecuencia, la enfermedad se extendió por el mundo causando inmensa pena entre los humanos que pasaron tantos sufrimientos y penurias que comenzaron a rogar al Gran Espíritu para que los sanara, sin recibir respuesta alguna. Finalmente, fueron tantas las oraciones y tantos los ruegos, pues era mucha la enfermedad y la muerte en el mundo, que el Gran Espíritu, viendo que la humanidad declinaba volvió a reunir al consejo de los reinos para exponerle el problema.
Entonces, tomando la palabra el reino vegetal habló y dijo que por cada enfermedad que provocara un animal, siempre habría una planta, tanto del mar como de la tierra, que sanaría ese mal. Y el tabaco, tomando la representación de las plantas, dijo:
Yo no curaré ninguna enfermedad especial, pero como líder de las plantas, cuando el humano me queme y ofrezca mi humo en ceremonias, sanaré su cuerpo luminoso, lo limpiaré de cualquier mal y elevaré sus plegarias para servir de vínculo entre él y el Gran Espíritu. Entonces, habló el reino mineral y dijo que las flores del reino mineral (las piedras, los cristales y las gemas), en acción conjunta con las plantas, sanarían las enfermedades originadas por los animales. Así, el cuarzo siendo líder de los minerales, tomó la palabra diciendo:
Yo al igual que el tabaco, no sanaré ninguna enfermedad en especial, pero a través de mi transparencia y perfección geométrica, limpiaré de todo mal, aportando luz y color al caos del espíritu del hombre y le serviré para que al contemplarme en profunda meditación, la resonancia de mi equilibrio sea su modelo para perfeccionarse a sí mismo y elevarse hacia el Gran Espíritu.
Esta leyenda es una muestra de las muchas referencias antropológicas que se han ido descubriendo a lo largo de los siglos. Así, en las bolsas de los curanderos momificados que se han encontrado en Perú, en Siberia o en los Alpes, se hallan, junto con las plantas medicinales, cristales de cuarzo y otros minerales típicos de cada zona.