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La incertidumbre y sus sombras

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La incertidumbre y sus sombras; Patrocinio Navarro

EVOLUCIÓN DE LA CONCIENCIA

Lo lento que va el proceso de la conciencia.

El mundo que hemos construido es un erial mental lleno de baches, una telaraña que nos tiene atrapados entre la tecnología, las desigualdades, la violencia y la falta de ética generalizada. Se sospecha que no hemos dado con la clave que conduzca a estados evolucionados de conciencia.

La incertidumbre es un estado mental primordial, ineludible en ciertas etapas. Nacemos bajo su signo, vivimos amenazados por ella, somos sus víctimas, o simplemente nos movemos para escapar de sus garras. Muchas personas mueren a diario con un último signo de interrogación en la mente o en los labios, de tal manera que la incertidumbre entendida como indeterminación viene a ser frecuentemente inseparable de nuestro ser y estar en el mundo.

Para superar esta situación en algún momento de la vida, nos dirigimos buscando respuestas hacia adentro, al interior de nuestra conciencia, a nuestras emociones y pensamientos que tanta relación tienen con este nuestro ser y estar en el mundo, y con nuestra salud o enfermedad. Intuimos que lo mismo sucede en el cuerpo humano, donde cada órgano tiene una profunda conexión con los demás, y hasta con el Cosmos. Y con esta intuición podemos llegar a plantearnos cuál es nuestra relación con el mundo que nos rodea, con las personas, la naturaleza y los animales. Dentro de esta concepción de totalidad, deseamos abarcar un mundo tan profundo como ilimitado: el campo inmenso de los hechos y sus causas. Deseamos saber quiénes somos en verdad, qué hacemos aquí, qué sentido tienen la vida y la muerte, o qué nos espera al morir. Y en algún momento de nuestra existencia todo esto adquiere un relieve extraordinario que a muchos nos empuja a replantearnos la existencia que llevamos hasta ese mismo momento. Pero no todos aspiramos a esto.

Otros huyen de la mirada al interior y quieren conjurar la incertidumbre de las grandes preguntas abriéndose al mundo de los sentidos y al mundo del intelecto buscando inútilmente sabiduría, felicidad y seguridad, que al no poder conseguirse en esos ámbitos, producen esa conocida insatisfacción existencial que empuja siempre en busca de sensaciones nuevas. Es así como la mayoría anda en busca del placer como sustituto de la felicidad que nunca llega; del conocimiento en lugar de la sabiduría, del sexo exagerado en lugar del amor, y así sucesivamente.

Con frecuencia solemos recurrir a la Ciencia, hasta que descubrimos que todas las ciencias, todas las artes, todos los conocimientos disponibles en la humanidad solo pueden ser indicadores de camino, postes informativos, pero no metas, pues de lo contrario nos quedamos parados en cualquiera de ellos, nos sentamos sobre ellos y nos disponemos a morir hambrientos de una Verdad que la propia ciencia duda de poseer o solo admite provisionalmente. Y esto que parece absurdo es común en nuestro mundo. Se sospecha entonces que no hemos llegado a formularnos las preguntas que puedan conducirnos a la verdad ni a la felicidad en la que desemboca el vivirla, a pesar de que esta es la meta de todo el género humano.

¿Cómo ha actuado la humanidad hasta ahora, con su tendencia al mínimo esfuerzo, con su tendencia a la pasividad, con su indecorosa afición a ceder su voluntad y rendir su mente ante los tenidos como sabios o poderosos? ¿Cómo ha actuado la humanidad con su apego a lo material, su codicia y el deseo de reconocimiento de sus semejantes o de sus dirigentes? Parcelando la realidad, acotando y fragmentado los conocimientos, construyendo especialidades de esto y lo otro, aislándose en castillos particulares construidos con teorías que aspiran a ser la VERDAD, aunque sepamos por la ciencia que una teoría no es la verdad, sino una hipótesis, una conjetura. Algo semejante podemos afirmar sobre el estado de opinión, tan resbaladizo y falto de evidencia como cualquier teoría. Sin embargo, existe una gran afición a montarse la vida en base a especulaciones, agarrándose a ellas como a pilares de verdad, pero son solo las sombras de una rama sobre el agua de un río.

Mediante muy diversas formas nos hemos encasillado los seres humanos en esta o en aquella parcela: unos en la naturaleza de lo físico, otros en las religiones, en filosofías o en otras parcelas del ámbito mental, siempre con la intención de llegar a un grado máximo de verdad en cada parte separada del conjunto de la Verdad. Por desgracia este sistema no ha funcionado: la Verdad, aun siendo única, es como un prisma con muchas caras. Todas le pertenecen y todas guardan entre sí una relación tal que sin ella no tendrían existencia propia. Así resulta que la verdad es una y múltiples sus manifestaciones, pero ninguna excluye a la otra sin producir una mutilación y deformación del conjunto.

Lo que llamamos "modernidad", al negar la Verdad como Totalidad ha convertido nuestro mundo en un mundo de realidades deformadas y constreñidas cualquiera que sea la cara del poliedro que observemos, y por ello, el panorama general se nos presenta como un erial mental lleno de de baches, una inmensa telaraña que nos tiene atrapados entre la tecnología, las desigualdades, la violencia y la falta de ética generalizada, una de cuyas consecuencias dramáticas tan extendidas a nivel planetario como la pobreza y la enfermedad, es la guerra.

En los últimos años de hace dos siglos...

Lo que da idea de lo lento que va el proceso de la conciencia.

Tolstoi escribía:

No podemos dejar de ver que además de todas las desgracias que se desprenden de nuestra vida mala e irracional, nada más que los preparativos de guerra y las guerras inevitables que siguen, deben perdernos fatalmente. No podemos dejar de ver que todos los medios propuestos para librarnos de estos males, inventados por los hombres, son y deben ser ineficaces, y que la miseria de los pueblos que se arman unos contra otros no puede dejar de crecer.

He aquí por qué las palabras de Cristo Refiriéndose más que nunca a nosotros
y a nuestro tiempo. Cristo ha dicho: ¡Enmendaos!.

Es decir, que cada cual se detenga en su actividad comenzada y se pregunte: ¿Quién soy?..¿De dónde vengo?.. ¿A dónde voy? Y después de haber respondido a eso, que cada cual decida si sus actos están de acuerdo con su destino. Es menester que cada hombre de nuestro mundo y de nuestro tiempo (es decir, el hombre que conozca la esencia de la vida cristiana) se detenga por un instante en su actividad y olvide lo que los otros crean que es… Y entonces pondrá en duda su utilidad y la razón de su actividad. (León Tolstoi, en La guerra ruso-japonesa).


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