Búsqueda de cuentos Zen: ERA

Lista de cuentos: ERA

El templo que será destruido

Ni una sola piedra de programación mental quedará al ser manifestada la verdad. Mira, observa, examina, explora... y tu mente se hará viva y despierta.

La seriedad y la risa del emperador

En toda la existencia sola el hombre puede reírse. La risa es parte de la consciencia elevada que el hombre ha alcanzado. La seriedad es una enfermedad.

El funeral de arroz y de flores

Respetar las opciones del otro, es una de las mayores virtudes que un ser humano puede tener. No juzgue, solamente comprenda. Las personas son diferentes.

Beneficios colaterales

Los políticos son intocables. No puede ser de otra forma, porque cuando la mente experimenta un complejo de inferioridad trata de convertirse en superior.

Ceguera en el alma

Agradecer, no algo personal, sino todo lo que existe, por la gracia que se recibe, florece un sentimiento de gratitud: por tu parte y por parte de Dios.

Los jóvenes que pudieron hacerlo

Recuerden que, «él no puedo», es realmente socorrido para aliviarnos de la responsabilidad y que solo se trata de una trampa mental contra la superación.

Información veraz y fatal

Procura ser preciso y veraz con tu información. Cada información mal dada es un veneno; Solo la información verdaderamente veraz da buenos resultados.

El aprendizaje florecerá

Diferencia entre Maestro y discípulo: un maestro no es quien enseña, porque no hay nada que enseñar. Un maestro es en cuya presencia es posible aprender.

Esperando el tren

Hay mil situaciones en las que la vida se presenta con su ilógica y si el marido del cuento analiza con lógica la situación, seguramente todo acabará mal.

La verdadera riqueza

La verdadera riqueza es cuando puedes crear riqueza interior y llega un momento y sucede la armonía, la riqueza exterior encontrándose con la interior.

La verdadera oración

La energía del amor es la oración. Las religiones organizadas la han destruido. Te dieron oraciones prefabricadas. La oración es un sentimiento espontáneo.

El emperador mendigo

Abraham pagó con su reino su pobreza. Hubiera dado incluso miles de mundos por un solo instante de pobreza porque cada día su valor se incrementa más.


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