La humildad

Cuento zen con moraleja

La falsa humildad es el ego reprimido, aparentando ser humilde deseando ser el mejor. La humildad no tiene nada que ver con el ego; es la ausencia del ego.

Imagen del cuento: La humildad

Cuento zen sobre la humildad

Un recluta recibió la orden de hacer guardia a la entrada del campamento, y se le dieron instrucciones en el sentido de que no permitiera pasar a ningún coche que no llevara una determinada banderola.

Así fue como detuvo a un coche en el que viajaba un general, el cual ordenó a su conductor que hiciera caso omiso del centinela y siguiera adelante. Al caso, el recluta se plantó en medio, fusil en mano, y dijo tranquilamente: Usted perdone, señor, pero soy un novato. ¿Contra quién debo disparar: contra usted o contra el conductor?

MORALEJA

Conseguirás la grandeza cuando prescindas de la dignidad de los que están por encima de ti y hagas que los que están por debajo prescindan de tu propia dignidad. Cuando no seas arrogante con el humilde ni humilde con el arrogante.

La diferencia entre ser humilde, ser tímido, y simplemente esconderse por miedo es inmensa. Pero la inconsciencia del hombre es tal, que ni siquiera es capaz de distinguir entre sus propios actos y sus respuestas a la realidad; por otra parte, la diferencia es tan clara que hasta hacer la pregunta carece de sentido.

Primero tienes que profundizar en la palabra “humilde”. Todas las religiones le han dado una connotación errónea: con humilde quieren decir justamente lo opuesto a egoísta; no es eso. Pero hasta lo opuesto exacto al ego sería todavía el ego, escondido detrás de diferentes máscaras. Se deja ver de vez en cuando en el que llaman hombre humilde: él se cree más humilde que nadie; y eso es ego. La humildad no conoce ese lenguaje.

La falsa humildad es simplemente el ego reprimido, aparentando ser humilde pero deseando ser el mejor. La verdadera humildad no tiene nada que ver con el ego; es la ausencia del ego. No pretende ser superior a nadie. Es la pura y simple comprensión de que no hay nadie que sea superior, ni nadie que sea inferior; las personas son simplemente ellas mismas, incomparablemente únicas. No puedes compararlas como superior o inferior.

De ahí que el auténtico hombre humilde sea muy difícil de comprender, porque no será humilde de la manera que tú lo entiendes. Has conocido montones de personas humildes, pero todos eran egoístas y tú no eres lo suficientemente perspicaz para ver que eso es su ego reprimido.

Una vez vino a mi casa una misionera cristiana, una mujer joven y preciosa. Me regaló la Sagrada Biblia y algunos otros panfletos, ella parecía muy humilde. Le dije: “Saque toda esta basura de aquí. Esta sagrada Biblia es una de las más sacrílegas escrituras del mundo”; e inmediatamente ella explotó. Olvidó toda su humildad. Le dije: “Puede dejar la Biblia. Solo ha sido una treta para mostrarle quién es usted. Usted no es humilde; de otra forma no se hubiera sentido herida”.

Solo el ego se siente siempre herido.

No se puede herir a un hombre humilde.