La joven ciega desagradecida
Cuento zen con moraleja
Debemos agradecer porque no hay nada más eficaz que ser agradecido. Y aun en lo malo, porque sin las dificultades quedamos ignorantes y miserables.
Cuento zen sobre el agradecimiento
Debes saber lo que es la oración, no para pedir algo; no mendicidad, sino acción de gracias. Si la oración es para pedir ahí está la barrera: la mente pedigüeña es la barrera. Cuando una oración agradece, no algo en particular, sino todo lo que existe, por la gracia que se recibe, florece un sentimiento de gratitud: gratitud, por tu parte; por la parte de Dios, gracia. No podemos conocer la gratitud hasta no conocer la gracia.
La gracia no es un atributo de Dios, sino su naturaleza divina. Pero no estamos abiertos a ello. Al abrirse se vuelve uno receptor. Pero no diremos entonces es receptivo, pues el ego es competitivo; diremos que Dios le ha concedido su gracia.
Él es Gracia, si alguien está listo para recibirla, él siempre la está dando. No es que esté dispuesto a dar, es que la da, aunque tú no la recibas. Aunque esté cerrado; siempre la prodiga: sus bendiciones llueven, ábrete y lo sabrás. Sé consciente y estate abierto para descubrir lo que el amor es, lo que la gracia es, lo que la compasión es: y ellas son una sola y la misma cosa; no hay diferencia como verás en el siguiente cuento.
Un cuento conmovedor de entrega y amor que nos enseña a cultivar el hábito de agradecer. Esta es la historia de la joven ciega que se odiaba a sí misma, y a todo el mundo por ser ciega. Odiaba a todos, menos a su novio que la quería mucho.
Un día, consiguió un par de ojos sanos, la operaron y pudo ver, cuando lo hizo, el novio le preguntó si se casaría con él, a lo que ella respondió que no, porque se dio cuenta de que él era ciego. El novio, triste, la comprendió y se despidió de su vida. En su partida le dijo: Tan solo te pido que cuides muy bien de mis ojos, pues, te los regalé y ahora son los tuyos. Te amo.
MORALEJA
Cultiva el hábito de agradecer. Si cada uno de nosotros comienza a pensar, aprender y entender más sobre el amor, entonces podemos comenzar a agradecer y respetar las entregas incondicionales de amor en nuestra vida diaria.
Debemos agradecer porque no hay nada más eficaz que ser agradecido. Y aun en lo malo... porque sin las dificultades, quedamos ignorantes y miserables. Cultiva el hábito de agradecer todo lo bueno de la vida, no dando nada por sentado, ni siquiera las cosas pequeñas.
Cuando algunas de las cosas van mal, tómate un momento para agradecerle a todo lo que te da la existencia y por las cosas que todavía van bien porque quien sabe cómo agradecer a la inteligencia de la existencia halla dirección en su meta en la vida. Agradecer, decir la palabra «gracias» es un buen cierre del día y nos abre la puerta al silencio, al descanso, a la relajación previa al sueño.