La iluminación espiritual

El Budismo en el Tíbet

NIKOLAI ROERICH

Imagen; El Budismo en el Tíbet; Nikolai Roerich

La verdadera espiral de la evolución

Las olas de inteligencia humana, fe humana y religión son un verdadero océano de esclarecimiento, a medida que marcamos su flujo y reflujo. No es desalentador ver las recesiones del espíritu humano porque al mismo tiempo, en otra parte del mundo, podemos ver que el espíritu asciende aún más y alcanza nuevas cumbres de conocimiento. Por ello, si algo muestra un retroceso en algún sido, sabemos que al mismo tiempo, en otra parte, la misma substancia ha conquistado nuevos espacios. Esta es la verdadera espiral de la evolución.

Durante los últimos cuatro años y medio, visitamos una cadena entera de países budistas; admiramos la India con sus sitios sagrados, que conmemoran los viajes personales del Santo Buda, donde se han expandido los pensamientos más elevados y las creaciones artísticas más inspiradas. Visitamos Ceilán. Oímos los muchos recuerdos bellos de Java y Bali. Sentimos cuántos descubrimientos nuevos pueden hacerse aún en estos sitios memorables, si Anuradhpura está apenas explorado, entonces Sarnath — un punto tan central — aún oculta numerosas reliquias bajo sus montes intactos. Y las escenas del nacimiento y la partida de Buda todavía están sin explorar, en las junglas donde las poderosas raíces envuelven cuidosamente los tesoros.

Hemos visto Sikkim, tierra de héroes, tierra de las nieves más bellas, donde se han exaltado tantos espíritus aspirantes, donde tantas cuevas y rocas están envueltas en recuerdos sagrados.

Pasamos Cachemira, donde la tierra oculta numerosos monumentos de las labores de los seguidores de Ashoka. Nos regocijamos en Ladak con sus notables leyendas, con su sagrado orgullo de ser el patrimonio de Geser Khan, tantas veces identificado como el Soberano de Shambhala. Estudiamos las magníficas imágenes de Maitreya, que otorgan su bendición a Ladak para un futuro feliz. En Khotan, las arenas cubren los restos del budismo, y sin embargo, en este sitio, se encuentra el gran Suburgán antiguo, la esperanza de todos los budistas; porque en este sitio una misteriosa luz sobre el antiguo Stupa proclamará la Era de Maitreya.

Cuando nos aproximamos a Yarkand y Kashgar parecía que nos habíamos alejado de la ruta del budismo. Pero precisamente en Kashgar se puede ver el antiguo Stupa, que es comparable en grandeza al construido por Ashoka en Sarnath. Y en la misma región, rodeadas por las mezquitas y cementerios musulmanes, se pueden ver las entradas a las cuevas budistas, inaccesibles como los nidos de águilas. Disfrutamos visitando las extraordinarias cuevas-monasterios en la región de Kuchar, antigua capital de los tokhars. Aunque todas las reliquias han sido extraídas y desperdigadas, el encanto de estas construcciones permanece y sentimos que en las cuevas subterráneas se ocultan muchas más reliquias, cubiertas por el cuidado del tiempo.

Karashahr, la Ciudad Negra, capital de los kalmukos, donde el cáliz de Buda se conservó después de dejar Peshawar, tiene muchas evidencias del budismo. Aunque se trata de lamaísmo — no budismo puro — se pueden sentir los signos de la religión. Los kalmukos sueñan con entregar alguna vez el cáliz del Santo. Se puede oír la misma fe expresada en sus monasterios nómadas, hechos de yurtas movibles, al pie de las Montañas Celestiales, Tíen Shan. Los Montes Altai se han identificado con el nombre de Buda. Se dice que el Santo, luego de visitar Khotan, visitó los grandes Altai, donde se yergue la sagrada Belukha. En Oirat, donde los nómadas esperan la llegada de Buda, el Burkhan Blanco, saben que el Santo Oirate ya está viajando a través del mundo, anunciando el gran Advenimiento.

La República de los Buriatos y las dos Mongolias ofrecen el material más notable de estudio. Verificamos las leyendas acerca de que el Soberano de Shambhala había visitado Erdeni-dzu en el Orkhon y el monasterio de Narabanchi. En todas partes, estas leyendas sobre las visitas del pasado y del futuro Advenimiento, son de fundamental importancia para la población.

En Ulan Bator Khoto, planean erigir un Dukhang dedicado a Shambhala. La Provincia de Kansu, con sus templos en las cuevas, indicativo de Tun Huang, recuerda los días florecientes del budismo. Algunas imágenes e inscripciones inesperadas se encuentran en las rocas en los alrededores de Nansham. Si bien Tsaidam no tiene muchos monumentos budistas, los lamas de Tsaidam, bajo la influencia del gran monasterio de Kumbum, son cultos y veneran el nombre de Tsong kha pa. En Bhutan, como hemos oído, el budismo — o más bien el lamaísmo — está en manos de unos poco lamas ilustrados. Es muy famosa la elevada reputación de los estudiosos del budismo en Birmania, China y especialmente en Japón.

Los detalles de las condiciones del budismo en los países ya mencionados pueden resumirse por separado pues el material es vasto. De momento, es muy importante detallar las condiciones del budismo en el Tíbet, pues muchos han considerado el Tíbet como una ciudadela de budismo viviente. Y muchos europeos sueñan con encontrar en el Tíbet moderno las posibilidades de desenterrar la verdadera enseñanza de Buda. Así, entramos en el Tíbet, con las mejores esperanzas y las mayores expectativas.

En el año 1923, como se sabe, el Tashi Lama fue obligado a abandonar el Tíbet. Las razones de esta partida sin precedentes no están claras. Se habla de desacuerdos entre él y su colega soberano, el Dalai Lama. También se dice que el Tashi Lama fue acusado por Lhasa debido a sus atenciones con Occidente. También que Shigatse y Tashi Lhumpo se vieron oprimidas con onerosos impuestos, por orden de Lhasa. Se dice que en las antiguas profecías, esta partida inusual del Tashi Lama estaba predicha. Y antes de su partida, el Tashi Lama ordenó que se pintaran frescos en sus habitaciones personales, con temas simbólicos, que revelaran el itinerario completo de su partida cercana. Este éxodo sin precedentes sugiere muchas cosas que solo podemos conjeturar. En cualquier caso, el líder espiritual del Tíbet ya no pudo soportar la realidad de la presente situación de su país. Con trescientos jinetes, el venerado Tashi Lama escapó a través del salvaje e impenetrable Chantang, perseguido por varios destacamentos militares. Una numerosa hueste de abades y lamas ilustrados de los monasterios siguieron al enaltecido refugiado. Los detalles de la huida de estos hombres dignos no carece de heroísmo. El otrora célebre Tashi Lhumpo, monasterio residencia del Tashi Lama, ahora está abandonado e irreconocible. Y, privado de su líder espiritual, el Tíbet se convirtió en presa de las intrigas de los retrógrados partidos lamaístas. Con su partida, el Tashi Lama reveló un fuerte espíritu y una profunda penetración en el momento actual del Tíbet. En diferentes partes del Tíbet, las personas preguntan trémulamente: ¿Regresará el Tashi Lama? Es difícil para ellas vivir sin su líder espiritual, cuyo nombre está cubierto de una sincera veneración.

Durante nuestra estancia en el Tíbet, al cruzar varias de las provincias de este país, desde el extremo norte hasta el sur, conocimos personas de diversos rangos, empezando por los altos funcionarios, favoritos del Dalai Lama, y terminando por los nómadas morenos y salvajes. No pondré aquí mis conclusiones personales. Solo repetiré las abiertas declaraciones de los tibetanos o mencionaré lo que personalmente he visto. El lector puede sacar de ello sus propias conclusiones acerca del estado de la religión en el Tíbet.

El Tíbet se ha ganado la reputación de ser un país de grandes alianzas religiosas, un país donde todo está asentado sobre fundamentos religiosos. Examinemos si el budismo realmente existe dentro del Tíbet o si, en su lugar, encontramos allí conceptos más bien complejos. En el Tíbet hay devotos seguidores del verdadero Shanga espiritual establecido por el Santo Buda. Como en sus días pasados, el Tíbet es aún el marco de una intensa investigación de la literatura y del conocimiento de las fuerzas naturales.

Nos mostramos receptivos ante las leyendas excelsas y los cuentos fantásticos, pero la vida es la vida y debemos tomarla con toda su realidad, reconociendo su altura y su base. Si encontramos que las personas supersticiosas se aterrorizan con manifestaciones crudas, debemos exponerlo, porque una enseñanza elevada nada tiene que ver con el terror y la superstición. Por lo que revelan los propios tibetanos, se entiende que las enseñanzas elevadas de Buda, de sus seguidores iluminados, de los Mahatmas, tienen lugar, en general, fuera de los muros de Lhasa.

He aquí, en esta realidad, algunos lamas, que en sus sagrados rosarios calculan sus cuentas comerciales, completamente concentrados en los pensamientos de sus ganancias. ¿Acaso Buda ordenó este uso de los objetos sagrados? Esta costumbre sugiere la presencia de bajas convenciones chamámicas. El agua hace girar las ruedas de la plegaria. Se usan molinos y máquinas de relojería en el mismo proceso mecánico. De esta manera, los indolentes peregrinos se ven liberados de todo gasto de energía. ¡Gozan consigo mismos y todo funciona para ellos! ¿Puede ser posible relacionar esto con la alianza de Buda?

Algunos lamas denuncian la matanza de animales; pero los depósitos de los monasterios están atestados con los cadáveres de carneros y yaks, sacrificados para uso de los monjes. ¿Pero cómo causar la muerte de los animales sin pecar? Otra vez se conculca la ley de Buda con circunloquios. Los animales escogidos como víctimas son llevados hasta el borde las rocas de modo que, al caer, mueren.

Es conocido que, en los monasterios, muchas veces los lamas de origen mongol son vistos con gran importancia. Pedimos a un lama tibetano de considerable rango que tratara con nosotros un elevado tema metafísico, un tema que tendría que haber sido muy familiar para él. El lama lo evitó diciendo: ¡Pero un hombre no puede haber leído todo! Es extraño notar que los mongoles, aun ahora, hacen peregrinajes al Tíbet, sin darse cuenta de que sus potencialidades espirituales son iguales a las de los tibetanos. Incluso el número de caravanas comerciales que viajan al Tíbet se ha vuelto insignificante. Durante cinco meses, en la ruta principal del comercio solo vimos tres caravanas de éstas.

¡Se nos hacen ofertas variadas y extrañas! Un lama se ofrece para detener las nubes antes de una nevada y derretir la nieve. Este prodigio meteorológico se ofrece a un precio muy razonable: dos dólares estadounidenses. Aceptamos. El lama sopla en una flauta de hueso, exclamando sus palabras mágicas. Es un hombre de negocios, y nos entrega un ostentoso recibo por nuestros dos dólares. Lo guardamos como una curiosidad única. No tiene ninguna importancia que la nieve continúe cayendo y haga aún más frío. El Tántrico no se desalienta. Coloca una especie de molino de viento de papel sobre su tienda negra, y durante toda la noche aúlla a través del cuerno hecho de huesos humanos...

En la esquina de otra tienda se halla sentado el dueño, otro lama, que hace girar laboriosamente su rueda de plegarias. Junto a otros productos tiene apilados muchos objetos sagrados. De las paredes cuelgan imágenes de Shambhala y Tsong kha pa. Y en la esquina opuesta de un cuarto contiguo hay grandes barriles llenos del vino local hecho por el propio lama para intoxicar a su gente. Las personas laicas y también los lamas beben viciosamente. Hasta los niños pequeños exigen dinero para whisky, de modo que cualquiera podría pensar que el budismo prescribe la intemperancia.

Ciertos lamas, que aceptan llevar bultos en una caravana, terminan arrojándolos en el camino, exonerándose de su responsabilidad diciendo que son lamas. Los mismos lamas afirman que Buda prohibió el trabajo duro: la agricultura y la excavación de las profundidades se la tierra. Pero ésta es una calumnia inventada contra el proprio Buda, quien envió a sus discípulos a trabajar a los campos para ayudar a los aldeanos. Tal y como se ha Indicado en las antiguas escrituras, hasta un Bodhisattva debe tener algún tipo de artesanía a mano. El Maestro exaltó el trabajo; sin embargo, algunos lamas incultos llegan a calumniar la labor y el conocimiento.

Otro cuadro típico: un oficial respetado del ejército tibetano, que persiguió al Tashi Lama en 1923, aseguró a los extranjeros que los budistas orientales beben y fuman. Repitió una y otra vez que era un hombre religioso y nos expresó su deseo de transferir a un monasterio nuestra donación de treinta y cinco dólares. Más tarde, tuvimos noticias de este monasterio y supimos que el tal y verdadero lamaísta entregó tan solo diez dólares al monasterio, guardándose para él los restantes veinticinco. Cuando se vio denunciado, se negó simplemente a enviar los veinticinco dólares al monasterio, repitiendo una y otra vez que era un hombre religioso.

Un lama diplomático, confidente especial del Dalai Lama, se enfureció cuando se enteró de que habíamos contribuido con cien narsangs para el aceite de las lámparas de las imágenes de un monasterio. Dijo: Debéis saber que nuestros monjes se apropiarán de vuestro dinero y que nunca encenderán las lámparas de las imágenes. Si deseáis que las imágenes sagradas sean honradas con luces, debéis comprarme este aceite solo a mí.

Un lama con rango de abad dijo: Nuestros monjes son salvajes. Habéis visto algunos lamas en Sikkim o Ladak, pero no creáis que nuestros lamas tibetanos son como ellos. El mismo lama nos advirtió que aquellos monjes nos apedrearían.

Un lama se acerca a tu tienda y en tu propio coche se pone a tocar un tambor hasta que le das un puñado de sho (dinero tibetano). Pero después de diez minutos, probablemente creyendo que ya has olvidado su rostro, se quita una prenda de su atuendo y con el mismo descaro vuelve sobre ti y no te da descanso, de la misma manera que tus sho no dan descanso a su piedad.

En el Tíbet central, en la región de Shekar, se te acercan varios lamas, sin plegarias, pero con una palabra familiar a todo aquel que visita los bazares. Para tu asombro, puedes distinguir con mucha claridad la palabra del mendigo del bazar: Bakshish (limosna). Esta palabra Bakshish, en los labios de los lamas, te deprime. ¿De dónde viene esta multitud de derrochadores y flojos?

Los lamas, incluso los pertenecientes a la secta amarilla, se casan a veces. Pero dicen que si sus servicios al Dalai Lama son valiosos, entonces Su Santidad consiente en anularles su matrimonio, llegando en ocasiones a darles puestos elevados. Nos chocó oír que la gente llama a su soberano el monje virulento. Los templos, la mayoría de las veces, huelen mal y están sucios, y cerca de sus paredes se lleva a cabo toda clase de trapícheos y sobornos. ¡Qué aislados están los pocos individuos dignos, en este mercado de la ignorancia! ¡Cuántos monasterios yacen en ruinas; cuántas paredes están desmoronándose! Sientes que estos antiguos monasterios y castillos fueron construidos por un pueblo muy diferente del actual tibetano. Los antiguos reyes del Tíbet y el gran Dalai Lama Quinto se distinguieron por su vasta energía de la que el Pótala es testigo, la única estructura imponente y significativa de todo el Tíbet.

¡Algunos otros retratos de la realidad! El piadoso servidor del Dalai Lama cayó enfermo en el camino y por compasión lo llevamos en nuestra caravana. Con gran cuidado y con nuestros irreemplazables medicamentos, lo trajimos hasta el Tíbet. Pero aquí inmediatamente nos abandonó y con fervor se dedicó a traicionarnos. ¿Qué escritura del lamaísmo ha ordenado la traición?

Un general de rasgos principescos te invita a su propio campamento, envía sus oficiales especiales a buscarte, acepta tu regalo, se inclina reverencialmente ante los objetos sagrados y recita con fervor su rosario. Pero después, su oficial de confianza comunica que el general ha anunciado al gobierno que llegaste hasta su jefe espontáneamente, imponiéndote sin haber sido invitado.

El cacique de un gran pueblo pide permiso para arrancar tres pelos de la barba de tu camello; ¡poseen un gran poder mágico! Y los coserá al amuleto lamaísta que lleva en el pecho. La cabeza de un camello muerto es un objeto muy preciado en el Tíbet. Pagan hasta veinte nar-sangs pues este objeto se necesita para predecir el futuro.

Un lama, con aire de profundo misterio, te ofrece vender unas píldoras que hacen milagros. Tienen gran poder y curan todas las enfermedades. Cuando te ves ñoco convencido de la necesidad de esta compra, el lama te informa, como la mayor de las recomendaciones, que la fórmula de estas píldoras incluye los excrementos de Su Santidad o de algunos lamas importantes.

Luego viene un habitante de Lhasa de aspecto piadoso, asistente de un alto personaje, trayendo un amuleto para vender. Este amuleto garantiza completamente una seguridad contra las balas. El amuleto tiene tanto poder que el precio es nada menos que de trescientas rupias. Explica que el amuleto está garantizado y bendecido por un alto lama. Como tiene una garantía tan absoluta, sugieres que haga una demostración consigo mismo. Pero el hombre religioso prefiere confinar su demostración a una cabra, mientras sigue hablándote acerca del poder total del amuleto. Cuando no aceptas que la cabra Sea el chivo expiatorio, el hombre de Lhasa se aleja indignado.

VVimos muchos monasterios. Y también numerosos lamas negros, como el carbón, de suciedad. Cuando se ven estos rostros y brazos negros y brillantes como si estuvieran lustrados, que asoman entre sucios harapos rojos, puede que se los asocie con muchas cosas, pero nunca con el budismo. Parece imposible que puedan afirmar que Buda y Tsong kha pa ordenaron esta absoluta suciedad.

Cerca de un mendag sagrado, medio cubierto con losas de inscripciones sagradas, se extiende el cadáver en descomposición de un perro y las mismas inscripciones sagradas están cubiertas de excrementos humanos. Nunca hemos visto jamás tanta contaminación en stupas o mendangs. En Sikkim o en Ladak hasta los monumentos más antiguos, aunque ya no se usen, nunca se han visto tan profanados. Ningún extranjero ni forastero está cerca de los monasterios tibétanos, de modo que se puede asegurar que solo algunos religiosos tibetanos son los responsables de un sacrilegio semejante. Las inscripciones sagradas en las piedras son arrojadas a los campos, desechadas. Muchos stupas y mendangs se han convertido en ruinas.

Cerca de Lhasa existe un enorme lugar plano de piedra donde los cadáveres son cortados en trozos y arrojados a las aves de rapiña, a los perros y a los cerdos. Es una costumbre revolcarse desnudo sobre estos restos de cadáveres para la conservación de la salud. Nadie puede explicar de dónde proviene esta creencia tan extraña. Pero el buriato Tsibikoff, en su libro que relata un peregrinaje al Tíbet, asegura a sus lectores que Su Santidad, el Dalai Lama, ha llevado a cabo este absurdo ritual, imitando a ciertos animales. Cito a Tsibikoff para esta información, pues no puedo abusar de mi propia responsabilidad para acusar al Dalai Lama de una acción tan poco budista. ¿Qué tiene esto que ver con el budismo?

Entre las muchas cosas relacionadas con el pueblo, uno recuerda que aún se practica la costumbre de la poliandria, y no solo entre los seguidores de la fe negra, Bon po, sino también entre los seguidores ortodoxos, Geluk-pa. Si se les pregunta si los libros antiguos indican tales costumbres, las personas simplemente sonríen.

También se dice que la casa de estilo europeo construida por el Dalai Lama, en su residencia de verano en Norbuling, ha sido demolida por orden de Su Santidad y que en su lugar se está construyendo un palacio, Potang, de estilo chino. Corre el rumor de que durante la edificación de la casa europea, se llevaban a cabo ritos negros y que desde entonces la fortuna ha abandonado el Tíbet. Uno oye muchas veces que la fortuna abandonó el Tíbet en relación directa al peculiar comportamiento de los funcionarios de Lhasa.

Pero no olvidemos que una parte considerable de la población pertenece a la secta Bon po, a la fe negra, que rechaza absolutamente a Buda, y reclama un protector y guía completamente único. Consideran abiertamente que todos los budistas son sus enemigos y reconocen al Dalai Lama solo como un soberano civil sin poder religioso. Estas personas son muy agresivas y no permiten que los budistas y lamaístas entren en sus templos. En sus rituales, todo es al contrario. Honran a algunos dioses misteriosos de la svástica. Llevan a cabo rituales lamaístas de forma invertida, pues no se consideran tibetanos y se aislan completamente de Lhasa. Entre ellos, se practican el más bajo chamanismo, hechicería y oscuros encantamientos. Podríamos imaginarnos en la Edad Media. Pero el nombre de Buda no está protegido en Lhasa. Y los funcionarios de Lhasa no protestan contra los conjuros antibudistas. Fuera de esta secta numerosa, existe una cantidad de tribus salvajes con dialectos especiales, a veces tan diferentes que no pueden comprenderse entre sí. Los nómadas y los habitantes de los bosques, que practican el fetichismo más ínfimo, ensucian las piedras de sacrificio con grasa, con la total aquiescencia del gobierno de Lhasa. Adoran las flechas de piedra y rinden honores a los amuletos más absurdos. Para mi asombro, vi a uno de estos individuo con un amuleto alrededor del cuello que me dijo que el propio Dalai Lama se lo había dado. No sacaré ninguna conclusión de ello. La ignorancia de estas personas salvajes es simplemente sorprendente.

De modo que, si eliminamos las condiciones dañinas e ignorantes, vemos que algunas personas, muchas de las cuales están en ermitas alejadas, mantienen en el Tíbet una reverencia consciente hacia las Enseñanzas más elevadas. Los propios tibetanos dicen que la enseñanza iluminada de Buda necesita purificarse en el Tíbet; hace falta someter a los lamas a los exámenes más serios, y desterrar de los monasterios a los ignorantes y flojos. Sólo entonces los lamas podrán rehacerse como maestros elevados del pueblo.

¿Acaso el Dalai Lama, durante su gobierno inusualmente extenso, hizo algún intento de purificar la enseñanza, obstaculizada por la ignorancia? ¿Intentó restablecer en los monasterios la original y austera disciplina Vinaya, para elevar la comprensión del trabajo y para desterrar la superstición?

No hemos oído nada sobre tales intentos. La religión no puede purificarse con el secreto ni con el temor, sino con acciones solemnes y dignas. Por supuesto, no debemos olvidar que no es fácil para el Dalai Lama hacer cualquier cosa por la religión. Si pensamos que una orden del Dalai Lama más allá de los muros de Lhasa vale mucho, estamos equivocados. Nosotros teníamos un pasaporte ostentoso, que todo lo abarcaba, del gobierno del Dalai Lama; sin embargo, ante nuestros mismísimos ojos, el pueblo se negó a cumplir con las órdenes de su soberano. No conocemos Devachung (el gobierno), dijo el Anciano. Y los funcionarios de diferentes dzongs solo inventan métodos, cada uno a su manera, para interpretar el texto del documento, en proporción a la generosidad del regalo que insinúan con descaro. Hemos oído cómo mensajeros enviados ante el Dalai Lama desaparecen en la ruta. Hemos visto cómo las cartas dirigidas a Su Santidad son arrojadas, rotas, en el camino. Hace muy poco, el gobierno de Lhasa puso en el mercado objetos sagrados que habían pertenecido al Tashi Lama. Los antiguos y raros Thankas y otras imágenes sagradas bendecidas por sumos sacerdotes pasaron a manos de comerciantes. ¡Así trató el gobierno esta Bendición, un gobierno que dice ser religioso! El Maharajah de Sikkim nos habló con gran pesar acerca de este acto de barbarie.

Los principios de la vida están distorsionados. No fuimos nosotros, sino los tibetanos, quienes destacaron esto. Comprenden que sin una relación con otros países y al faltarle un fuerte espíritu propio, el Tíbet está excluido de una evolución contemporánea. Es inconcebible imaginar con cuánta frecuencia se han degenerado en el Tíbet los mandamientos de Buda y de sus seguidores más cercanos. Recordamos las notables obras, llenas de sabiduría vital, de Asvaghosha y Nagarjuna, los himnos del ermitaño Milarepa y el canon de Atisha, y el gran Tshong kha pa, de Amdos. ¿Acaso estos guardianes de la enseñanza hubieran permitido aquí demostraciones impías? ¿Podrían haberse reconcialiado con estas mentiras, traiciones y supersticiones, que han penetrado en muchas clases de personas, en especial en la clase gobernante? Durante la Expedición Británica a Lhasa en 1904, el Dr. Waddell en su libro relata cómo el gobierno tibetano intimidió a los británicos fingiendo que cuarenta mil hombres de Kham estaban impacientes por luchar y que el gobierno no podía detenerlos. Este alarde parece muy característico en boca de algunos funcionarios tibetanos. Sir Charles Bell, en su diccionario tibetano, ofrece frases como No mientas, De nuevo, no mientas y No mientas, porque si lo haces serás azotado.

En ocasiones, la exageración alcanza un punto tal que un documento de los funcionarios tibetanos se refiere a una penosa choza de barro como Un majestuoso palacio de nieve. El título del gobierno de Lhasa, grabado hasta en las sho, las pobres monedas de cobre, proclama jactanciosamente que el bendito gobierno es victorioso en todas las direcciones. En el fondo de tanto alarde yace la ignorancia, acrecentada por el aislamiento del mundo entero. Los budistas de Ladak, Sikkim y Mongolia, que se han acercado más al mundo exterior, manifiestan un pensamiento mucho más esclarecido. La ignorancia da origen a la jactancia; y el elogio de uno mismo, a la mentira ilimitada.

Cerca de sitios sagrados como Kapilavastu, Kushinagara, Bodhigaya y Sarnath, donde pasó la vida el Santo, cerca de la India, con su gran sabiduría védica, deberían existir solo signos edificantes.

Aquellos lamas venerables que, en una iluminada vida de labor, siguen las alianzas del Santo, no se darán por aludidos por lo que aquí se ha dicho. Ello pertenece a los ignorantes y a los falsificadores dañinos. Los mejores lamas dirán con nosotros, en nombre de la verdadera enseñanza: ¡Vete, chamán! No has tomado parte en la evolución. ¡El Bendito Buda te denunció, chamán! Levántate, discípulo iluminado de las verdaderas alianzas, pues solo tú puedes hacerte llamar un lama-maestro del pueblo. Sólo a través del aprendizaje y la labor te darás cuenta de lo que es el conocimiento, la verdad, la intrepidez y la compasión.

No sacaremos conclusiones generales. De hecho, siempre recordaremos con especial alegría aquellas felices manifestaciones que vimos en el camino. Sabemos muchas y buenas cosas acerca del Tashi Lama. Estoy contento de expresar aquí cuánta reverencia rodea su nombre en Mongolia, China y por todas partes. Recuerdo algunas personalidades magníficas entre los altos lamas que siguieron al líder espiritual del Tíbet en su huida. Recordamos el rostro simpático del abad de Spitug; el viejo abad de Tashi-ding en Sikkim, una imagen medieval tallada; el lama mongol que se ocupaba de la traducción del álgebra; el sincero e industrioso abad de Gum; los gelongs y hábiles artistas de Tashi Lhumpo. Siempre recordaremos con placer y satisfacción el espíritu exaltado de Gesherinpoche de Chumbi. Pero todas estas buenas personas están lejos de Lhasa. Con ellas nos encontraríamos, como hace muchos años, en confianza y amistad, y hablaríamos en la paz del crepúsculo vespertino de las montañas, sobre los temas más elevados.

La custodia de las alianzas de Buda impone una gran responsabilidad. En la predicción del cercano advenimiento del iluminado Maitreya, podemos ver los pasos hacia la evolución creativa. El gran concepto de Shambhala nos obliga a una labor iluminada y a un amplio entendimiento. ¿Existe un lugar, junto con este entendimiento exaltado para el chamanismo más bajo y para los fetichismos? El temerario León-Shanghe luchó incesantemente contra la superstición y la ignorancia. Habría expulsado a todos los hipócritas de las posesiones que habían tomado para sí. La esposa de David-Neel, que pasó varios años en el Tíbet, cerca de las fronteras de este país, cita una profecía tibetana relacionada con la purificación, expresando que pronto vendrá, de Lhasa, a partir de sus elementos venenosos.

Tuvimos la ocasión de convencernos de que las masas populares mantienen esta creencia, y de una manera peculiar pero terminante, se aislan del gobierno de Lhasa. Los Hor, tribus de las mesetas tibetanas, nos pidieron que no les confundiéramos con los tibetanos de Lhasa. El pueblo de Amdon y los habitantes de Kham siempre enfatizan su diferencia con los habitantes de Lhasa. Y por supuesto, los Mishimi y todas las clases de tribus salvajes y de los bosques se creen completamente libres de cualquier influencia de Lhasa. Todos estos pueblos, fuera de Lhasa,hablan muy abiertamente en contra de los funcionarios de esta ciudad. Citan la profecía de que un nuevo soberano de Shambhala, con innumerables guerreros, vendrá a derrotar y a establecer la justicia en la ciudadela de Lhasa. A través de las mismas personas nos enteramos de que según la profecía que se originó en el monasterio Tanjyeling, el actual Dalai Lama se llama el decimotercero y último. En algunos monasterios también se originaron las profecías de que la verdadera enseñanza se irá del Tíbet y regresará nuevamente a Bodhigaya, donde se originó.

El Tíbet se llama a sí mismo la herencia de Buda y el guardián de la verdadera enseñanza. Así, la responsabilidad aceptada es grande. El aislamiento y la ignorancia han creado un falso concepto: algunos de los tibetanos odian a los chinos; miran con desprecio a los habitantes de Ladak, Sikkim y Bhután. Los tibetanos temen a los ingleses y a los rusos. No confían en los japoneses y no permiten que los budistas japoneses cultos entren en su país. Vuelven la espalda a los musulmanes; llaman bueyes a los buriatos; tratan a los kalmukos con arrogancia. Consideran que los mongoles son sus esclavos. Odian a los Hinayana de Birmania y Ceilán. De esta manera, percibimos una extraña mezcla de odios humanos, que nada tienen en común con la enseñanza pacífica y global de Buda. Esta ignorancia fuerza a los tibetanos a una aparente hipocresía, pues si bien desprecian a todos los vecinos y a todo el mundo, no están en contra de usar para su beneficio cualquiera de las nacionalidades enumeradas. La luz eléctrica y la maquinaria moderna están temporalmente prohibidas en Lhasa, pero a algunos tibetanos les gusta mucho recibir como regalos todos los productos occidentales.

Bajo tales circunstancias, las poblaciones ya no pueden seguir soportando. Se están suscitando rebeliones. Litang y Batang, las partes más fértiles del Tíbet oriental, están otra vez ocupadas por los chinos. En el otoño de 1927, hubo desacuerdos con los norteños de Horpa. En la actualidad, hay una sublevación en el Tíbet oriental. Se dice que el gobernador y quinientos soldados fueron asesinados. Algunos tibetanos nos dijeron que varios lamas dirigen la rebelión. La flecha de la guerra — este signo peculiar de la movilización — envuelta en seda roja, siguió nuestra caravana durante varios días. Aun en un caso tan especial, la población no acudió en ayuda del gobierno de Lhasa con diligencia. En lugar de enviar un jinete especialmente despachado, prefirieron enviar este mensaje urgente en los yaks de la caravana de un extraño que recorría alrededor de veinte kilómetros por día. La poderosa guarnición de Shigatse se trasladó, y en la frontera nepalesa, desde Tingri, la mitad de los puestos han sido tomados.

Obtener pruebas de las verdaderas condiciones reinantes en el Tíbet dependía, por supuesto, de un conocimiento personal del idioma. No es posible, a través de intérpretes locales, acercarse al sensible y complejo aparato de estratos religiosos. Pero fuimos afortunados en estas circunstancias y, por lo tanto, podemos hablar de la realidad del Tíbet: mi hijo, George, ha dominado la lengua tibetana de tal manera que, según los propios tibetanos, está en segundo lugar después de Sir Charles Bell, a quien consideran una autoridad en su lengua. En esta forma de relación personal con la gente, en contacto verdadero con la vida, conocimos la verdad sin adornos.

Es mi costumbre examinar todas las circunstancias con ojo tolerante. Reuní con complacencia todo lo que pude encontrar en Sikkim, Ladak y Mongolia que mereciera la pena. Cuando se rebajan las grandes enseñanzas y se corrompe la filosofía pura, uno debería afirmarlo con toda justicia y franqueza. No hablo con el fin de atacar a los tibetanos. Sé que los mejores tibetanos admitirán que lo que aquí se relata es la verdad y es útil para encarar el rejuvenecimiento del Tíbet.

Ciertamente, como en todos los países, en el Tíbet viven dos conciencias: una iluminada, en evolución; la otra, oscura, llena de prejuicios, hostil a la luz. Pero nosotros, como amigos, por supuesto deseamos que la primera prevalezca y que esta luz conduzca el país hacia los pasos de los bellos mandamientos para la mejora de la vida espiritual. Delante de mí hay una imagen exquisita del Dalai Lama Quinto. Recordemos otra vez que este constructor pudo levantar el país hasta las altas páginas de la historia y del progreso. El Estado necesitó tanto de él que hasta su muerte fue temporalmente ocultada.

Precisamente ahora en el Tíbet hace falta una conciencia similar, iluminada y constructiva, para fortalecer las elevadas tradiciones del pasado para la felicidad del futuro. Podemos afirmar que, interiormente, los tibetanos están abiertos a un rejuvenecimiento espiritual.

Previendo el futuro, Buda dijo: La enseñanza es como una llama de la antorcha que enciende numerosos fuegos; éstos pueden usarse para preparar alimentos o para desvanecer la oscuridad. Pero la llama de la antorcha permanece encendida, sin cambiar (Sutra 42).

Ahora, en Ladak y Sikkim, los lamas iluminados erigen grandes imágenes de Maitreya como símbolo de la cercanía del nuevo mundo; ellos — los solitarios — comprenden cuánta purificación y resurrección deben lograrse sin tardanza. Estas aún pueden acompañar las palabras: Que la luz sea tan firme como inquebrantable; victoriosa como el estandarte del Maestro; poderosa como un águila, y que dure eternamente.


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