No seas impaciente. La existencia necesita de inmensa paciencia. Los supremos misterios solo se abren, solo para aquellos que tienen una inmensa paciencia.
Adaptación para mundos duales, donde las palabras quedan cortas para expresar la realidad de la no-dualidad y la diferencia entre conciencia y consciencia.
Ten paciencia. No permitas que la mente se entrometa, dile a la mente que espere. Es difícil para la mente el esperar es la encarnación de la impaciencia.
Que no te vaya a pasar lo que le sucedió a la anciana cuando oyó la noticia de la bomba atómica de Hiroshima y dijo: Milagro, gracias a Dios no cayó acá.
Si no pones todo el esfuerzo en despertarte, no ocurrirá. Los esfuerzos parciales son inútiles. La transformación solo ocurre si pones toda tu energía.
Siendo dueño de tu mente, adquirirás conciencia sobre el origen de la luz interior. La verdadera libertad se alcanza al ser totalmente consciente de ello.
Madres, no sean impacientes. Ellas necesitan de una inmensa paciencia. El supremo amor se abre solo para aquellas madres que tienen una inmensa paciencia.
Un meditador vive en el mundo de negocios, pero no vive poseído por él; es trascendental, permaneciendo en el mundo y a la vez un poco por encima de él.
Tu presencia está aquí. Y cuanto más consciente te vuelvas, más silencio alcanzará tu vida, más paz, más amor. Estas son consecuencias de la consciencia.
Ve despacio, con paciencia, sin prisas, la meta no está en otro lugar, está dentro de ti. Si no tienes prisa, la sentirás; si tienes prisa, no la sentirás.
No cambies la conducta, cambia tu consciencia. Debes actuar conscientemente y esto se convertirá en transformación, y así toda tu conducta será cambiada.
El hombre es siempre viejo, pero existe algo en el hombre que no es ni viejo ni nuevo: la consciencia, que siempre es absolutamente trasformadora.