La iluminación espiritual

La verdad y sus enemigos

ENEMIGOS DE LA VERDAD

LA VERDAD Y SUS ENEMIGOS

Todos necesitamos alguna clase de verdad para cimentar nuestras vidas y desde muy niños buscamos. Y conforme descubrimos lo que nos parece verdadero intentamos vivir según lo aprendido y resulta difícil traicionarlo sin sentir que nos traicionamos a nosotros mismos. Podemos ir descubriendo capas de la verdad en busca de la Gran Verdad última a que nos empuja la sed de nuestras conciencias desarrolladas y nuestras mentes inquietas, pero las nuevas verdades encuentran siempre la forma de acomodarse con las antiguas en busca de la unidad a que pertenecen. En cambio las mentiras van y vienen como los pájaros en los árboles, según conviene a sus autores y por mucho cuidado que se ponga en ello, SIEMPRE hay un momento en que surge algo inesperado; se produce una fractura en el entramado y se descubre el engaño. Ese algo inesperado es siempre la verdad... Por eso aquel dicho popular: Las mentiras tienen las patas muy cortas.

El mentir, por desgracia, es tristemente cotidiano en las relaciones interpersonales, puesto que si uno es capaz de auto- engañarse para soportar según qué situaciones adversas, ¿por qué no lo va a hacer en otros casos y con otras personas?... Esto facilita enormemente el trabajo sucio de las instituciones de todo tipo, formadas al fin y al cabo por gentes que quieren sacar provecho de las mentiras de que se nutren todas esas instituciones. Por esta razón, una de las mayores y más infames muestras del cinismo de todos los tiempos y del nuestro en concreto, es esta de que las instituciones más significativas para la vida colectiva hayan caído en manos de los mayores usurpadores de la verdad. Y el lance llega hasta el punto límite de hacerse pasar por sus mayores defensores y de dividir al mundo entre el eje del bien – el de ellos, claro- y el eje del mal –el de todos los otros y los sospechosos de simpatizarles- en un atrevido alarde de maniqueísmo del que solo los fanáticos y los lunáticos son capaces.

MIENTEN PARA ARRUINAR NUESTRAS VIDAS EN TODOS LOS SENTIDOS

Cruzados, obispos papables y demócratas del tres al cuarto actúan unidos en el mismo frente aunque tienen sus respectivos especialistas en reprimir. Con argumentos o sin ellos; fingiendo defender leyes divinas o humanas o saltándose las que convengan aunque hayan sido promulgadas por ellos mismos, guerrean, excomulgan o confinan en toda clase de prisiones públicas o secretas a opositores acusados de terroristas o enemigos del estado, del señor feudal, del cacique local, del obispo, o de cualquier alto personaje de bajos principios por querer acabar con la verdad. Esta es una historia vieja, pero que no parece tener fin. Hoy mismo, magnates de las finanzas, y altos representantes de lo peor de la humanidad actúan disfrazados de cruzados en defensa de la libertad y la paz, y en nombre de tan sagrados principios atacan países, y bombardean a gentes que viven pacíficamente en sus casas, haciendo aparecer tales crímenes como algo honorable y ajustado a Derecho en todos sus medios de desinformación planificada, con el silencio culpable de las iglesias que entre sus verdades, y contra todo Mandato divino, admite lo que llama guerra justa. Y cuando toca según el calendario hacen los papas un tímido llamado a la paz que les compromete tanto como cuando toca hacen el mismo llamado por el fin de la pobreza. Pero siguen admitiendo la guerra justa de los cruzados mientras viven como príncipes encantados con el oro de sus arcas que no piensan compartir con sus "queridos pobres"

LA IMPOSIBLE JUSTIFICACIÓN DE MUERTES, ROBOS Y EXPLOTACIÓN

En esto de guerrear y justificar las muertes que produjeron siempre, las iglesias y sus gobiernos aliados se pintan solos; y a diario nos bombardean también a los que estamos en sus zonas de influencia con otra clase de bombas de racimo: toneladas de mentiras planificadas. Estas se venden a diario en kioscos y pantallas construidas con tal cantidad de metralla de despropósitos, fingimientos, ocultamientos, distorsiones y otras lindezas procedentes de monseñores, señorías, usureros, patronos, expertos a su servicio, y lacayos de todo género, que de tener peso y volumen serían montañas que hundirían el planeta con la misma fuerza que atentan contra nuestras neuronas sanas. Pero no buscan únicamente nuestras neuronas, sino también nuestros bienes, como era de esperar: hasta el último céntimo. Y si para ello tenemos que trabajar hasta el último aliento, lo intentarán. Y si para eso tienen que acabar con las conquistas sociales y laborales de siglos, harán todo lo posible. No les importa volver a instaurar la esclavitud porque en el fondo de sus sucias almas es la meta de su nuevo orden mundial.

Además de mentir, piedra angular de sus respectivos oficios institucionales (por llamar de algún modo a esas imposturas), tergiversar o citar verdades a medias, ocultarlas al máximo y revestirlas de sucios ropajes para venderlas como carne informativa, educativa, cultural y de otras guisas, se ningunea, se ignora o se difama a todos aquellos que desenmascaran ante el mundo sus sucios juegos. Pero si no consiguen el efecto deseado, si aún así las multitudes prestan oído a los defensores de la verdad, y esta les resulta demasiado difícil de digerir, acuden a otros métodos mucho más repugnantes y expeditivos: se inventan un loco, que mata al personaje molesto (hagan memoria de cuántos conocen); o se les denuncia ante un juez corrupto (sigan haciendo memoria); o se les persigue allá donde estén, se les secuestra y no se vuelve a saber de ellos. Hagan memoria y verán cuántos de estos y otros parecidos casos conocen a lo largo de los siglos llegan hasta nuestros días, hasta hoy mismo.

COMO ES NATURAL, LA VERDAD VENCERÁ A LA MENTIRA

Víctimas históricas tan notables y diversas como Sócrates, Jesús el Cristo, s. Juan de la Cruz y otros místicos; defensores de los trabajadores, de los derechos humanos, de la igualdad, la paz y la justicia social; poetas, escritores, profesores, filósofos, y muchas otras gentes nobles que representan lo mejor de la humanidad en cada época atestiguan el trato que se da a los que defienden la verdad. Hagan memoria y verán cuán larga es la historia de las persecuciones a quienes dicen en voz altas las verdades que no quieren oír los poderes políticos, religiosos y económicos, tan fraternalmente unidos por la corrupción en la que viven a nuestras expensas.

Esto ha calado profundamente en el alma colectiva. Por un lado, muchos aún sienten admiración por los mismos que les dañan, y siguen sus juegos: todavía acuden a sus templos y votan en sus urnas. La gente normal y corriente, ha aprendido a admirar su poder tanto como a tener miedo a decir la verdad. Por eso no resulta fácil que su vecino, por ejemplo, confíe en quien se presenta como su defensor, y escucha con recelo cuando algo de lo que se le dice no suena como ese lenguaje domesticado de los periodistas, de los políticos o del clero. Viene bien citar aquel poema de nuestro buen Antonio Machado: ¿Dijiste media verdad? / Dirán que mientes dos veces si dices la otra mitad.

Solo una persona en toda la historia se ha atrevido a decir alto y claro la siguiente frase: Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. Ni uno solo de los humanos- y miren que los ha habido valientes- jamás fue capaz de decir algo tan fuerte, tan rotundo y tan definitivo como Jesús, el carpintero de Nazaret, cuyo triunfo sobre la muerte, que hoy se celebra, anticipa idéntico triunfo de las verdades que Él nos enseñó. Contra ellas nada podrán sus falsos representantes y seguidores, tan amantes de darse golpes de pecho con una mano mientras firman autorizando una guerra con la otra sin que se les mueva un solo cabello de su esquizoide cabeza.