La iluminación espiritual

¿Por qué existe el velo?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Por qué existe el velo?; Patrocinio Navarro

¿QUIÉNES IMPONEN EL VELO?

Tras él siempre hay una víctima que mira, pero no mira por sí misma, sino a través del velo, un objeto distorsionante. ¿Por qué existe el velo? Preguntar esto es lo mismo que preguntar por qué existen los muros que separan a los refugiados de oriente, de los países europeos; a los palestinos, de los judíos, a los pobres de los ricos, a los mejicanos de los vecinos del norte, a los ignorantes de los sabios y a las mujeres islámicas de tener mirada propia.

¿Por qué existe el velo como símbolo de muralla? Porque hay alguien que lo impone. Y lo mismo que las fronteras, sucede con el velo, porque es una de ellas, una frontera de la sombra con la realidad, un frente opaco contra la luz. Esconde una mirada dominada, secuestrada en cierto modo: una mirada con dueño. Pero su dueño no es el que mira, sino aquel que colocó el velo para condicionar la mirada del que mira. Por eso este mira con los ojos de otro, que es quien tiene el privilegio de mirar libremente, o eso cree. Porque ¿acaso el mirador dominador lo hace con una mirada libre a su vez? ¿No hay tras la suya la mirada de otros y estos a su vez de otros y así sucesivamente?

Quien impone velos y fronteras es, en todo caso, alguna clase de poder. Un poder que pretende por todos los medios evitar ser al que quiere ser. Des-velarse, desplegarse, expandirse más allá de las sombras ¿no es acaso un privilegio de quien mira con libertad? Pero ¿quién es libre, verdaderamente libre? Cualquiera que sea nuestra situación en el mundo, pobre o rico, esto o lo otro, hay un poder invisible que nos coloca los velos: el poder del ego. El ego nos hace creer que somos lo que no somos, incluso que somos diosecillos o hasta dioses mayúsculos, y con ese engaño miramos el mundo. Pero no es nuestra mirada, porque es una mirada condicionada. No es nuestro verdadero yo el que mira, sino el sucedáneo que lo usurpa. Y no es su verdadero yo el yo del que domina e impone los velos.

Si vemos una mujer velada, no solo vemos en ella una persona que oculta su rostro, sino una persona sojuzgada a la que se le impide des-velarse, revelarse, desnudar su mirada, descubrir el mundo por si misma y rebelarse. Para evitar este intento de romper el velo y mirar el mundo por sí misma tiene frente a ella varios poderes para evitarlo: el de la religión y el del marido, la presión interna y la externa, la social, la cultural, la política.

El sueño es una clase de velo, por eso cuando no conseguimos dormir decimos que estamos des-velados. Pero eso no quiere decir que estemos despiertos. Estar despiertos es el resultado de un combate; no contra el sueño, sino contra nuestro lado oscuro; es la victoria que nos permitirá ver el mundo tal como es, la vida tal como es y a nosotros tal como somos, sin que haya ningún intermediario que nos vele y nos empuje a mirar con sus ojos. Recuperar nuestra propia mirada es al único modo de avanzar seguros por el camino de nuestra libertad, porque ser ciego - física o espiritualmente ciego -, supone un riesgo elevado de caer en los muchos abismos de este mundo. Al fin y al cabo, ¿quién desea tal cosa?


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