La iluminación espiritual

Un encuentro inesperado

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Un encuentro inesperado; Patrocinio Navarro

ENERGÍA INVISIBLE

A través del trabajo de los físicos cuánticos se ha desmenuzado la materia: partículas, moléculas, átomos, partículas subatómicas muy diversas...Todas ellas impulsadas por energía invisible que actúa más allá de los cuantos (paquetes mínimos visibles de energía cósmica que dan nombre, precisamente, a la Física Cuántica) descubiertos por Planck procedente en última instancia del –para un científico- incierto mundo del más allá cósmico. Sin embargo, oh sorpresa, obedecen a reglas precisas, como si cada partícula ínfima llevase grabado un misterioso e inaccesible programa que le induce a interactuar en el enorme Cosmos. Se trata, pues, de un programa subcuántico, tan invisible y todavía no reconocido pero necesariamente existente como fuente de alimentación de los cuantos, que sirven de engarce entre el mundo material y el espiritual. De no ser así sería imposible que la energía del cosmos en general, penetrara en nosotros. Gracias, pues, a esta energía subcuántica que nos alimenta, los cuantos –que contienen una parte de energía subcuántica, que es energía espiritual pura, y otra parte de energía más condensada- pueden actuar a modo de elemento de nexo entre lo extremadamente sutil y el átomo material y hacen llegar a los átomos, incluidos los de nuestro cuerpo, la energía cósmica divina. Gracias, pues, al trayecto Espíritu Universal (Dios)-subcuantos-cuantos, la energía cósmica puede llegar a los átomos. En nuestro caso, como seres humanos, llega así a nuestras células y órganos compuestos por átomos en definitiva. Sí, pero ¿En qué medida? En la medida que estos se hallen libres de interferencias tanto materiales (sustancias tóxicas, p. Ej.), como sutiles, (pensamientos o sensaciones negativas p. Ej.) que pueden bloquear con su carga energética contraria a las leyes de la energía cósmica -la que procede de los subcuantos- el acceso de esta energía divina a los átomos, células corporales y órganos de nuestro cuerpo físico.

En el caso de minerales, plantas y en el mundo animal es mucho más fácil ese acceso, debido a que,- a no ser que hayamos envenenado su hábitat,- no existen interferencias físicas ni elementos psíquicos contrarios a las leyes espirituales. Por tanto, las plantas y los animales reciben con más facilidad la energía cósmica, y esa es la razón por la que enferman menos. Los animales, al ser seres puros, cuya alma colectiva no se haya cargada, son especialmente receptivos a la energía divina y viven en armonía con ella. No puede decirse lo mismo de los humanos, que enfermamos por no estar en las condiciones adecuadas para recibir la energía cósmica al tener elementos que la bloquean. Así que las enfermedades no son castigos divinos ni producto del azar. Son nuestra cosecha.

Un místico o un creyente practicante, sabe y experimenta que esa fuente de energía incesante que mantiene en pie ordenadamente al Universo en todos sus ámbitos, desde la mayor de las galaxias a un simple fotón, esa gigantesca fuerza inimaginable, pero omnipresente, es Dios.

En Dios se hallan presente las virtudes y cualidades que definen la energía espiritual de los cuantos: orden, voluntad, sabiduría, seriedad, paciencia, amor y misericordia.

Cada uno de nosotros nació con alguna de esas cualidades más desarrolladas y sus virtudes específicas, cuya presencia en nuestra alma son fuerzas que debemos hacernos consciente y utilizar para servir a Dios, fuente de nuestra energía. Esta conexión cósmica nos ayudará a fortalecer nuestra alma y nuestro cuerpo, y es la puerta de entrada preferente para nuestra vida en la Tierra y en el Más Allá.

LA CONTRADICCIÓN CIENTÍFICA

A la mayor parte de los científicos parece que lo espiritual en la materia no les interesa y que el nombre de Dios no les gusta, como tampoco esa idea de orden profundo e inmutable cuya energía alimenta a los cuantos. Creen estar más allá del bien y del mal, y los que afirman no creer en Dios, ellos mismos quieren serlo y de ahí sus experimentos en esa dirección, queriendo modificar las leyes de la Naturaleza a su antojo, que es el de las multinacionales a las que sirven en el campo médico, la alimentación o la técnica.

Los científicos que se aferran al materialismo y experimentan para ver si consiguen la inmortalidad humana en la Tierra, no quieren saber nada sobre Dios ni espiritualidad y prefieren llamar Azar a leyes que ignoran. Así que ahí tenemos a tantos científicos actuando justo como contrarios al método que proclaman: contra la evidencia y desde la creencia, la suya, de que es posible construir una materia inmortal. ¡Nada menos! Tal contradicción les impide aceptar la idea de la verdadera génesis de la materia, formada a lo largo del proceso de la Caída, y de su desaparición un día en el camino evolutivo hacia lo sutil y el retorno de todo lo existente al Manantial creador de energía inacabable y múltiple: a Dios.

A los científicos materialistas les es imposible intuir la existencia de otros mundos diferentes al mundo material donde esa misma energía pudiera tener otras leyes obedientes a Dios. Prefieren creer que el azar rige el mundo material en últimas instancia. Si, pero ¿debería un científico creer en el Azar? Parece que eso no es algo científico, según sus propios principios, pero confieren al azar el papel que los antiguos griegos y romanos daban a sus dioses: caprichoso o fiel, dadivoso o tacaño, bondadoso o malvado. Creen en un destino ciego que les castiga o les premia, lo cual, por cierto, no tiene nada de científico; tan poco científico como el desprecio a la ley de causa y efecto que supone admitir el azar como director de nuestras vidas en lugar de aceptar que cada uno construye su propio destino según su modo de pensar, sentir y actuar.

Y en este error de apreciación se basan también los que dirigen el mundo materialista que nos ha tocado vivir y aquellos que participan de sus esquemas de pensamiento, independientemente de sus rechazos o afinidades políticas. Y en esta profunda ignorancia, y sobre ella, se ha construido este mundo en el que todos hemos puesto algo de nuestra parte y al que le ha llegado la hora de ser revisado ante tanta celeridad como suceden los cambios. Al mismo tiempo puede ser un buen momento para tratar de averiguar la parte que cada uno ha puesto para hacerlo posible, y tal vez tratar de cambiar en nuestra vida lo que pensemos que es correcto cambiar para hacer de este planeta y de nuestra existencia algo hermoso.


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