La iluminación espiritual

¿Tenemos derecho a nuestros cuerpos?

PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿Tenemos derecho a nuestros cuerpos?; Patrocinio Navarro

Almacén de órganos

Si alguien nos hace esta pregunta podemos pensar que estamos ante un idiota, pues es como si alguien nos preguntara si tenemos derecho a respirar. ¿Quién podría cuestionar semejantes cosas? Pues acaba de hacerlo un Gobierno en todo el mundo; el gobierno de un país que suponíamos culto, civilizado y democrático en la Europa culta civilizada, democrática y hasta cristiana. O eso dicen ser. Le sacaré de dudas: el gobierno de Holanda. ¿Sorpresa?

Acaba de acordar su Parlamento a mediados de este mes de Febrero que si uno de sus ciudadanos muere sin haber dejado por escrito lo contrario, su cuerpo deja de pertenecerle a él, y a sus familiares y, por supuesto, es desviado del proceso de la Naturaleza. ¿Para qué? Nada menos que para convertirse en un almacén de órganos para trasplantar a otros ciudadanos. Se acabó aquello de desearle a un difunto lo de descanse en paz, si es holandés.

Proceso de una agresión definitiva

En el momento de exhalar su último aliento, se le califica como almacén de órganos disponibles. ¿Les suena horroroso? Pues no es eso lo peor, por ser bien grave y emocionalmente un buen palo para sus familias el saber que va a ser descuartizado si alguien necesita un riñón, un hígado o lo que convenga. Llegados a este punto no crean que hemos alcanzado todavía la cima de lo peor. Para empezar, la muerte clínica no significa que los órganos del difunto estén muertos, pues de estarlo serían inservibles para un trasplante. Así que deben estar vivos y como a tales se les trata, procurando conservarlos el mayor tiempo con hielo para que no se deterioren antes del trasplante.

Entre tanto, ¿qué sucede en el difunto? Pues lo mismo, a nivel de sensibilidad. Siente los mensajes que le llegan de su cuerpo durante horas, hasta que su alma, la portadora de su energía vital, se ha desligado por completo de su envoltura orgánica. Este es un proceso conocido desde antiguo y la razón por la que en algunos lugares no se entierra ni se quema un difunto hasta pasar tres días para que deje de sentir su cuerpo. Amputarle un órgano sin este requisito o llevarlo al crematorio se convierte para el finado en un verdadero horror, pues siente el dolor de las amputaciones o de las quemaduras como si estuviera en vida.

Por su parte, el receptor de un órgano trasplantado se va a encontrar con algunas sorpresas, porque no solo la cara es el espejo del alma, como se dice, sino que todo el cuerpo es un producto personal. Cada cuerpo es el resultado de nuestro modo de pensar, sentir y hacer y estos elementos determinan nuestra fisonomía, nuestra fisiología y nuestros biorritmos. Toda esa complejidad está grabada en cada órgano y es intransferible. Por eso, quien recibe un trasplante recibe una información genética, biológica y neuronal hostil a su propio organismo y con la que este entabla un verdadero combate de rechazo que los médicos intentan contrarrestar por medios químicos. Y esta medicación para evitar el rechazo de las defensas del cuerpo ante una invasión celular ajena va a durar toda la vida. Pero eso al gobierno holandés, en este caso, le da igual. ¿O no? Acercamos nuestra lupa.

¿Qué hay detrás de esta medida? En primer lugar, lo de siempre. Es decir: que cualquier Estado se arroga por definición el derecho a disponer de la vida de sus ciudadanos cuando decide enviarles a la guerra o condenarles a la pena de muerte; algo que muchos países, entre ellos China y EEUU, practican sin rubor. El Holocausto, el genocidio franquista o el de Pol Pot, el de las Purgas estalinistas y las guerras imperialistas pasadas y presentes son ejemplos extremos del respeto que sienten los Estados por la gente vencida o por vencer. Se puede decir que esto es lo normal entre bárbaros, pero sorprende entre gentes que no lo parecían, como es el caso de Holanda, ejemplo durante muchos años de democracia avanzada... hasta hoy.

¿Será que este último gobierno tiene algo que ver con la industria farmacéutica? ¿Será un globo sonda para estudiar la reacción de los europeos ante medidas como esta y ver hasta dónde llega su tolerancia y su modorra tan evidentes ante o que sucede en Holanda (ningún medio de comunicación ha dado publicidad a esta noticia) y con los refugiados que se mueren de hambre y frío en las fronteras europeas? Tiempo al tiempo.

España, país que como todo el mundo sabe está habitado por mayoría de semianalfabetos y viejos manejables por el miedo, no necesita que su gobierno actúe como el holandés. Aquí hay voluntarios sin número. Estamos entre los países de cola europeos en gasto en educación, en sanidad, en cultura, en atención a los mayores, pero ocupamos puestos avanzados en desempleados sin recursos, en trabajadores pobres y en jóvenes sin trabajo y con un futuro oscuro. Pero hemos alcanzado el primer puesto mundial en una cosa: los españoles son los más voluntariosos a la hora de ceder sus órganos para trasplante, gratis y sin que haga falta que intervenga el gobierno. Ganamos a Holanda, ¿qué se creían?


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