La iluminación espiritual

¿El solo creer nos lleva a la felicidad?

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; ¿El solo creer nos lleva a la felicidad?; Patrocinio Navarro

EL FONDO DEL ALMA DE CADA SER

Caminos espirituales que conducen a la felicidad.

Cada uno de nosotros busca la felicidad y necesita creer en algo que le ayude a encontrarla. Necesitamos creer, porque el creer en algo nos estimula y empuja en su dirección. La mayoría de la gente cree en una idea, una organización, una persona o una religión, pero suele desengañarse antes o después, porque eso es pretender encontrar en la superficie o en otras personas valores que se hallan en el fondo del alma de cada uno.

Experimentamos que con frecuencia nos falla una amistad que creíamos sólida, un político al que votamos, un artista que parecía de fiar, un familiar próximo, o cualquier otra persona que suponíamos siempre de nuestra parte, pero descubrimos que estaba solo de la suya… Y tan atrapada por su ego como nosotros en tantas ocasiones. Así es cómo nos topamos con nuestras analogías, que al fin y al cabo son indicadores de los asuntos pendientes con nuestro ego y una oportunidad para saber qué podemos cambiar para mejorarnos.

Por ello, elegir un camino sin errores es asunto que puede llevar mucho tiempo y muchos tanteos previos. La gran mayoría de las personas que eligen un camino espiritual definitivo vienen decepcionadas de personas, ideologías y doctrinas religiosas mundanas como las de las iglesias. La decepción en todo caso es una buena señal: si hay desengaño es porque hubo engaño. Bienvenido sea el desengaño que nos abre los ojos.

Millones que creyeron en religiones externas o iglesias suelen acabar desengañados ante las conductas de sus representantes y la endeblez de los argumentos en que se sostienen. No hay más que ver lo que sucede en la Iglesia católica.

Tras muchos siglos en que se ha buscado en religiones y dioses paganos o en iglesias institucionales y hasta en pretendidos maestros orientales un camino de liberación, solo tenemos que ver el mundo que nos rodea para darnos cuenta que de nada han servido sacerdotes, templos, gurús, ritos ni ceremonias, pues no solo han contribuido todos ellos a desengañar a la gente viendo la brecha que existe entre lo que predican y lo que practican, sino a desorientar y confundir espiritualmente con las muchas doctrinas que en las raíces se parecen, pero que cada una tiene su propia iglesia y sus propios clubes religiosos con su propia interpretación del sentido de la vida que difiere mucho de los otros: tanto como los intereses personales de quienes los dirigen.

Entre el desengaño y la confusión, y por el eterno matrimonio de las castas sacerdotales de todo el mundo con los poderosos de todos los niveles, la gente ha ido valorando cada vez menos a las religiones de culto y a sus representantes, lo que es lógico. Pero a la vez, este desengaño ha conducido por desgracia hacia el desprecio de lo sagrado, hacia la paganización materialista de la humanidad, lo que es muy peligroso para el espíritu humano, porque fácilmente puede convertirnos en otro tipo de creyentes: en creyentes y oficiantes del propio ego. Salir de esa situación de desengaño y degeneración por el ego exige un trabajo de regeneración personal, un trabajo de alquimia del alma. La alquimia del alma no es otra que el proceso de eliminación de todos los escombros que interpone el ego y quienes le representan públicamente en las iglesias o en la vida de las naciones acomodados en palacios y bendiciendo multitudes desde sus balcones dorados, pues estos obstaculizan y se oponen al emerger de las rosas que se esconden bajo los cascotes del alma, por decirlo poéticamente. Ese proceso exige un punto de partida fiable y exenta de intelectualismo, de comodidad, de ambición personal y de fanatismo. Debería estar presidido por el deseo de agradar a Dios y amar a los semejantes como hermanos. De lo contrario, el ego triunfará sobre nuestras vidas y la involución personal se unirá a la social en el camino hacia el desastre mundial progresivo en el que ya hemos hecho tanto recorrido.

Como seres realmente espirituales y no intelectuales, -porque lo intelectual es asunto del cerebro caduco, pero el alma no,- si buscamos la felicidad, el mayor de los deseos, debería ser lógico que elijamos caminos no intelectuales, sino espirituales, que son los que hacen florecer nuestro ser verdadero y nos conducen a la felicidad, porque los caminos intelectuales nos conducen a la confrontación. Esos caminos serán diferentes según seamos nosotros, según nuestra situación de partida, el estado de conciencia del que partimos, el camino espiritual elegido, pero de lo que no hay duda alguna es que trabajar con el intelecto para el mundo exterior olvidados de nuestra condición espiritual nos convierte, con suerte para el ego, en conocidos reverenciados o infelices premiados, mientras que trabajar para transformarnos desde el interior, nos convierte paulatinamente en sabios dichosos.

Naturalmente, el camino hacia la sabiduría no está exento de dolor y dificultades, tanto por los asuntos que tenemos que lidiar con el ego, por el karma que cosechamos de anteriores conductas negativas, por la incomprensión de muchos, o sencillamente por la oposición frontal de los enemigos de la sabiduría.

Pero ¿acaso el camino del ego, el del querer saber o ser para tener es un camino de rosas?

En vista del mal estado general de la humanidad y del mundo y del mal ejemplo de quienes dirigen sus instituciones, negocios o países, podemos constatar de paso el fracaso mundial de los sistemas educativos puestos en marcha por gobiernos absolutamente contrarios a que los ciudadanos sean espíritus libres, críticos, independientes, veraces, partidarios de la cooperación, respetuosos, emocionalmente sanos, y otras cualidades que podrían definir lo que sería una buena educación para un mundo sano, justo y en paz.

Por tanto, no es exagerado afirmar que los gobiernos son, como las Iglesias, serios obstáculos para el proceso espiritual de la humanidad. Todos los gobiernos.

En consecuencia, la mayoría de las personas en cada país han sido pervertidas espiritualmente y atrapadas en valores negativos y conceptos mentales erróneos basados en tradiciones inmovilizadoras, en el predomino del intelecto, represión de las emociones, individualismo competitivo, culto a los sentidos, culto al dinero, y otras desviaciones que mantienen al conjunto de la humanidad en un estado de dependencia de sus dirigentes y del pasado, da igual que sean dirigentes religiosos, dirigentes económicos o dirigentes políticos.

Con tan solo mirar el estado actual del mundo vemos que no es posible ningún cambio a mejor sin que cambie nuestra conciencia, pues todas las fórmulas políticas, económicas, sociales y de todo tipo se han ido experimentando sin éxito, porque son fruto del intelecto desligado de la conciencia. El intelecto desligado del sentido espiritual de la existencia se llena de presunción y egoísmo que lastran al alma en el camino de regreso a su estado original puro y nos hace dependientes y conflictivos. Por eso es tan importante vivir de acuerdo con una conciencia libre de prejuicios y de lo humano demasiado humano para poder acceder a lo divino en nosotros. Al fin y al cabo, nos guste o no, lo queramos obviar o no, creamos o no en ello, nuestra condición es divina, divino nuestro verdadero ser.


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