La iluminación espiritual

La revolución de los justos

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; La revolución de los justos; Patrocinio Navarro

EL CLAMOR DE JUSTICIA

A medida que pasan los días nuevos grupos de indignados en nuevas ciudades y países del mundo se suman a la protesta mundial contra este llamado Nuevo Orden Mundial, que no es otra cosa que el viejo orden con más vampiros, más intransigentes, más de acuerdo en cómo actuar y mejor armados. Y todas esas condiciones llevadas al extremo son las que están conduciendo al mundo a una situación absolutamente insostenible.

Este barco se hunde y la marinería está comenzando a tomar cartas en el asunto, sin tantas teorías revolucionarias como antes, sin líderes, sin sindicatos, y dando a entender que las herramientas con que antes se arreglaban las averías se han quedado obsoletas. Que andan acertados lo muestra la rapidez con que se extiende el movimiento de indignados porque la Historia ha mostrado sobradamente que las teorías revolucionarias ideadas para conseguir justicia social, libertades públicas, paz y bienestar mundial han fracasado. Por todo ello nos encontramos ahora mismo al límite de un modo equivocado de entender la civilización, las relaciones de producción, las relaciones humanas, la relación con Dios y la política. Élites intelectuales, económicas, religiosas, políticas, todas ellas con el suficiente poder de persuasión, engaño y coacción, han llevado a esta civilización al desastre cualquiera que sea el terreno que miremos, pero no a un desastre cualquiera, no a una situación anecdótica o pasajera cuya solución puede estar a la vuelta de la esquina si la confiamos a esos mismos que nos hunden este barco mundo, sino que henos llegado a un punto de no retorno. Si miramos el campo medioambiental pocos podrán dudarlo. Si analizamos el flujo de las riquezas mundiales vemos que se hallan en manos de minorías que por nada del mundo están dispuestos a devolverlas, administrarlas sin explotar a nadie o ponerlas disposición del bien común, arrepentidos de su ambición y codicia. ¿O piensa alguien que los ejércitos, que sirven a todos ellos van a dejar de servirles y hacer guerras?

Estamos ante la posibilidad de un salto cualitativo que ya no pueden dar sino las conciencias libres, que es a quienes pertenece el futuro y este Planeta, pues como dijo Cristo: "Los mansos poseerán la Tierra".

Estos días asistimos a los prolegómenos de una revolución mundial de mansos, que quiere poner orden en este desorden. Esperemos que existan las suficientes conciencias despiertas como para tomar en serio el cambio y hacer posible lo que va a ser un anticipo al salto de los polos que anuncia la Ciencia: el salto de polaridad espiritual y social superadora del materialismo y del autoritarismo, que nos conduzca hacia una nueva aurora mundial desde la renovación espiritual de nuestras vidas y el triunfo sobre el egocentrismo personal. Así será posible un mundo de libres, iguales, justos y hermanos unidos por el amor altruista a nuestros semejantes y a Dios. De momento algo hay seguro en lo inmediato: esta civilización materialista y enferma se muere irremediablemente, y no creo sinceramente que haya fuerza humana capaz de evitarlo mientras se sigan aplicando los mismos remedios para esta moribunda global. Por tanto ha sonado la hora de la revolución de los justos.

El Cristo revolucionario espiritual ya nos habló de los justos en el Sermón de la Montaña: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados. Pero no fue esta la única legitimidad del Cristo de Dios, que tampoco olvidó a los ricos: ¡Ay de vosotros los ricos!, porque habéis recibido en esta vida vuestro consuelo. Y aún añade en una Manifestación apócrifa (o sea, no reconocida por la Iglesia, como tantas desde Jerónimo): Los hombres que consideran sus riquezas como propiedad suya son pobres de espíritu. A muchos de los ricos en bienes terrenales se les dio desde la cuna la tarea espiritual, para su vida terrenal, de ser un ejemplo para aquellos ricos que se atan a sus riquezas con un corazón obstinado e intransigente, y cuyos únicos pensamientos y aspiraciones son aumentarlas para sí mismos. Un hombre que es rico en bienes terrenales, que ha comprendido que su riqueza es un don que tan solo ha recibido de Dios para aportarlo a la gran totalidad para el bien de todos, y que lo administra para todos legítimamente, ese está realizando la ley de la igualdad, la unidad y la fraternidad. Él está colaborando como donante desinteresado para que los pobres no tengan que sufrir necesidades ni los ricos vivan con lujo.

De esta manera se producirá paulatinamente un equilibrio, una clase media elevada para todos los que estén dispuestos a cumplir desinteresadamente la ley ora y trabaja. Así, muy paulatinamente crecerá la verdadera humanidad de una colectividad cuyos miembros no acumularán bienes terrenales personales, sino considerarán todo como propiedad común, que les ha sido dada por Dios.

Si el rico considera el dinero y los bienes como algo propio y en razón de sus riquezas es bien visto en el mundo, vivirá en las próximas vidas terrenales -como efecto de sus causas- "en países pobres mendigando el pan que como rico en su vida les negó a los pobres. Esto se dará mientras aún sean posibles encarnaciones de este tipo. El alma de un rico tal tampoco encontrará reposo en los planos de purificación. Las almas pobres en luz que por su causa tuvieron que soportar sufrimientos y hambre en vestido terrenal, lo reconocerán como aquel que les retuvo sin derecho lo que les habría podido ayudar a salir de los enredos del yo humano. Muchas los acusarán, y entonces sentirá su alma misma cómo estas sufrieron y pasaron hambre. De esta manera, un hombre que como alma en vestido terrenal fue rica y bien vista, puede sufrir grandes penas. Estas penas son más grandes que si en vestido terrenal hubiese tenido que mendigar pan.

Comprended: de acuerdo con las leyes del Eterno, a todo el que guarda desinteresadamente el mandamiento ora y trabaja le corresponde lo mismo; pues Dios da a cada cual lo que necesita y aún más. Pero mientras no todos los hombres se atengan a este mandamiento, habrá en la Tierra los llamados ricos.

Nota irónica: No se recomienda este artículo como lectura de cabecera para banqueros, clérigos, invasores ni evasores, por si al tocar su conciencia -cosa difícil pero no imposible- diera lugar a crisis de insomnio pertinaz. Si es usted uno de los mencionados, No deje este escrito al alcance de su mesita de noche. En caso de duda consulte con su confesor. Es un consejo de la dirección general de la salud social.

FIN

CLEPTÓMANOS Y CLEPTOCRACIA

Quienes llenan titulares no son esas señoras bien vestidas que meten distraídamente en su bolso un frasquito de perfume y luego pagan con Visa. Tampoco el parado que coge una barra de pan y sale a hurtadillas mientras su compañero pregunta el precio de las ensaimadas. No. Se trata de otra gente. Se trata de gente con cargos que para el resto se convierten en cargas. Banqueros, grandes empresarios, presidentes de Autonomías o diputaciones y cargos de confianza; alcaldes, concejales…Una larga lista cleptómanos o simplemente aspirantes a lo ajeno han invadido el mundo bajo el nombre genérico de corruptos. En España crecen como setas, y eso que no llueve.

El deseo compulsivo de tener se acompaña normalmente de otros igualmente enfermizos como de reconocimiento, prestigio o poder, que convertidos en objetivo de vida descubren la anomalía psíquica de insatisfacción existencial, pobreza emocional y pobreza espiritual que subyace en el cleptómano. Tras eso existen envidia, celos, complejos de poca valía personal y otros datos para el psicólogo que presentan al amigo compulsivo de lo ajeno como a un enfermo más de su consulta. Pero… ¿acude? Cierto que no. En su lugar acaban por intervenir los tribunales.

De todos es conocido que apenas un diez por ciento de la población de todo el Planeta tiene cubiertas sus necesidades de bienestar. Eso quiere decir setecientos millones sobre siete mil millones, lo que ya es injusticia global. Pero si ahora tuviéramos que evaluar cuántos de estos privilegiados se encuentran en las alturas de la pirámide del bienestar, la cifra aún se podría reducir a un dato aterrador, pues según parece son pocas más de cuatrocientas familias económicas quienes se hallan a alturas inimaginables en su capacidad de vivir como les viene en gana. Leí una vez que había magnates que se hacían traer cada día hielo del polo para su vaso de Whisky utilizando su avión particular.

Tal grado de sibaritismo y despilfarro puede resultar insultante a un hambriento de cualquier país del tercer o el cuarto mundo (cada vez hay más mundos sin salirnos de este), pero eso no es cleptomanía, sino una consecuencia. Y es una consecuencia, porque como afirma el dicho popular, trabajando, nadie se hace rico. Y menos aún riquísimo y con mando en plaza. De modo que a partir de tener lo suficiente para un vivir desahogado, si se sigue deseando más y más de un modo compulsivo y nunca se tiene bastante nos hallamos ante un cleptómano gravemente tocado. Si se trata de casos aislados, el asunto parece tener consecuencias escasas, pues los tenderos tienen previsto un cierto nivel de pequeños robos que luego te incluyen en el precio de lo que te venden, y en paz. También puede acudir al especialista el que reconoce su problema psicológico, y en paz de nuevo. Hasta ahí, todo bajo control. Pero ¿qué pasa cuando el enfermo ocupa cargos públicos?

DE LA DEMOCRACIA A LA CLEPTOCRACIA

Cuando un cleptómano tiene un cargo público, vive del dinero público (o sea del nuestro) y es responsable de su correcta administración. Ah, eso ya es más grave, más duradero y de más difícil solución. Para empezar, los cargos públicos tienen poder, no como el parado de la panadería. Y eso les convierte en un peligro público. Primero por lo que nos roban, y segundo porque disponen de mil y un asesor en todas las materias, y de padrinos, compadres y conexiones internacionales según su grado de poder. Cuesta mucho descubrir sus enredos, más aún llevarlos antes los tribunales, y todavía más tener éxito en el cometido de dar a luz la verdad. Y cuando en el mejor de los casos, se demuestra la culpabilidad del cleptómano en el poder, nunca aparece el dinero robado en la cuantía que se esfumó. Eso por descontado.

¿Cómo es posible que una democracia esté administrada en todo el mundo en tantos sectores por sujetos capaces de robar tan descaradamente al pueblo? Basta seguir la prensa – que aún así cuenta lo que quiere y oculta lo que "debe"-para darnos cuenta de lo que ha ido pasando desde los últimos años hasta hoy.

Una democracia regida por cleptómanos que dominan territorios, organismos públicos, bancos, instituciones culturales o de otro tipo, resulta una democracia pervertida que no puede tener más que el nombre que le corresponde: CLEPTOCRACIA, que es algo bien diferente a democracia. Y desde luego bien diferente al de democracia con el adjetivo de participativa, que es la única capaz de controlar las cuentas públicas, poner freno a los cleptómanos y permitir que el pueblo tenga acceso a las decisiones que le conciernen. Y no es que uno crea que en las formas de gobierno se encuentra la solución de los problemas humanos, sino como mucho se puede tener la esperanza de amortiguar algo los efectos de los karmas personales y las diferencias sociales, porque la verdadera solución de los problemas humanos consiste en que los humanos aceptemos nuestra condición divina y actuemos en consecuencia, porque solo eso cambiará el mundo.


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