La iluminación espiritual

Los resultados de una educación incompleta

POR: PATROCINIO NAVARRO

Imagen; Los resultados de una educación incompleta; Patrocinio Navarro

El hospital del dolor

Cuando uno mira el propio estado sanitario, o el de cualquiera que conozca, u observa un simple telediario, enseguida cae en la cuenta de que el mundo en general es un enorme hospital del dolor en diversos grados y manifestaciones.

Frecuentemente no vivimos en paz con alguien y tal vez nos convendría empezar a reconocer nuestra parte y poner remedio si de veras queremos vivir en armonía interior y social. Tal vez deberíamos empezar por reconocer que no somos personas equilibradas. Reconocer, al menos, nuestros sentimientos y pensamientos negativos y darles la vuelta; reconocer nuestra falta de rigor intelectual- debida nuestros prejuicios- a la hora de analizar la realidad; reconocer tal vez nuestra indefensión y fragilidad ante cualquier asunto serio emocional que nos toque directamente.

La muerte de un ser querido, un accidente de un familiar o de un amigo, perder el empleo, una crisis existencial o con una pareja, problemas de padres e hijos nos conduce a menudo a situaciones de bloqueo intelectual y emocional. Cuando nos suceden estas cosas se derrumba sobre nosotros la muralla de nuestra incompleta y mala educación, sin que sepamos cómo quitarnos de encima lo que nos aplasta. Entonces es cuando nos damos cuenta de que en el juego de nuestra educación, como si fuese el del Tarot del destino, se nos ha escamoteado el as principal; algo que no sabemos aún lo que es, pero no está, y ese algo es, sin duda, una orientación correcta sobre los valores esenciales de la vida acompañando a una buena educación emocional. Nuestros educadores se olvidaron de la educación correcta de nuestras emociones, sensaciones, pensamientos, palabras y acciones. Y no es este un asunto menudo, pues ahora sabemos que las emociones, por ejemplo, son causa de salud o enfermedad, que enfermamos a través de nuestros pensamientos, y que una vida de acciones en desacuerdo con las leyes de la Naturaleza nos conduce directamente a la enfermedad, al igual que sabemos que una persona sana es una persona equilibrada.

La escuela no educa nuestras emociones; las reprime, las deriva, las utiliza para su propia dinámica en su afán de transmitir aprendizaje intelectual. Así sucede que cada día los escolares disponen de más conocimientos y son, a la vez, menos felices. Ahora sabemos que el fenómeno del pasotismo entre los estudiantes es la consecuencia fatal de una educación de mala calidad, una educación incompleta que no tiene en cuenta sus intereses reales y se muestra incapaz de conocerlos y encauzarlos debidamente para ayudar a la evolución de los alumnos.

En cuanto puede, un gran número de estudiantes abandona la escuela como recluta forzoso el cuartel, saliendo de ella sin apenas habilidades sociales, si haber desarrollado el gusto por el aprender, sin comprenderse ni comprender a los compañeros más allá de una relación superficial, y creyendo que la vida consiste en la lucha por tener dinero, prestigio, o posición social, y se enfrentan a ella con un equipaje tan pobre que no es de extrañar la cantidad de problemas sin resolver que se van generando mientras se convierten casi imperceptiblemente en adultos. Sin embargo la educación emocional no está reconocida como tal. De hecho, no se estudia ni como asignatura por los aspirantes a educadores.

Estudiar Religión católica o tener unos conocimientos básicos en alguna disciplina artística como las que ofrecen los programas escolares no bastan, ni mucho menos, para cubrir el vacío de necesidades espirituales y creativas que tenemos los humanos por el hecho de existir. Porque no es una cuestión de asignaturas esto de aprender a vivir: Sin una efectiva educación sentimental, una adecuada educación física, moral y artística y una correcta orientación práctica en la resolución de los conflictos, será siempre posible que un sabio nuclear invente una bomba, un político pueda ser un delincuente común o un asesino dirigir un país hacia la guerra. Todo esto es la crónica cotidiana del mundo en que vivimos.

Una educación espiritual, o la humanidad estará perdida sin remedio. Una humanidad sin conciencia espiritual cae en las redes del egocentrismo y poco a poco se destruye a sí misma inevitablemente.


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