La iluminación espiritual

¿Qué clase de porvenir es posible?

¿EL PORVENIR ES POSIBLE?

En estas condiciones es lo menos que debemos preguntarnos.

Nos encontramos en una encrucijada histórica decisiva, en uno de esos puntos de inflexión que determinarán el futuro, no de unos pocos individuos ni de unos pocos países, sino el de todos, porque también el futuro se ha globalizado por causa del presente, y la humanidad se encuentra ante sí misma con la conciencia de ser una misma cosa y estar en el mismo barco empujados todos nosotros hacia un destino común en medio de una tormenta cuya profundidad parece tan insondable como compleja y tan potente como un tsunami capaz de arrasar todo el Planeta de una vez. Y a la tormenta se le ponen nombres: cambio climático, capitalismo especulativo, neoliberalismo. El resultado de todo eso es estrechez, desempleo, miseria y conflicto.

Los menos escuchados, defienden que se trata del canto del cisne de esta civilización basada en el materialismo y el vacío espiritual. Juan de Patmos llamó Apocalipsis a este último acto de la decadencia general de este mundo, con la respuesta defensiva del Planeta a nuestros desmanes ecológicos en forma de un cambio climático. Y a la vista está: Guerras, hambrunas, más y nuevas enfermedades, inseguridades de toda clase y crisis generales económicas, de valores y del sistema de vida. Este Apocalipsis sería la cosecha de las causas creadas por la humanidad durante milenios, la factura a pagar por todos nuestros excesos: un karma colectivo.

Es difícil negar que este mundo está en manos de malas personas, de gentes ambiciosas, mentirosas, hipócritas, violentas, faltas de ética y con fuertes componentes narcisistas y psicópatas que les impiden sentir el dolor que provocan en las gentes. Poderosos amantes del lujo y placeres sin cuento, ególatras sin medida y otras joyas adornan sus absurdas y letales existencias que exhiben sin pudor ante multitudes exhaustas, desconcertadas, y manipuladas que caen en todos sus enredos mientras paradójicamente los admiran y votan, precisamente porque son ricos y tienen poder. Tal paradoja es posible porque las masas les envidian, y ambas cosas son igualmente deseadas por esas mismas multitudes hambrientas de lo mismo que ellos aunque se vean obligadas a esperar migajas de todo eso que esperan ver caer desde las mesas de los ricos. A cambio de esa espera y de promesas siempre falsas que aquellos les cuentan para conformar su inútil espera, se les exige lealtad, sometimiento y fe en la gestión sobre sus vidas. Así siglo tras siglo, unos se sientan en los sillones del poder y la buena mesa del mundo y otros viven en estado de necesidad y penuria sin dejar por ello de admirar a sus maltratadores existenciales y de imitarles en la medida que pueden.

El precio de la verdad

Así las cosas, quienes denuncian tal estado de miseria colectiva en nombre del reparto justo de las riquezas, del bien común, de la verdad, del respeto a la vida humana y animal y al Planeta mismo, se ven calumniados, desacreditados, perseguidos, encarcelados y hasta asesinados sin que aquellos que precisamente serían los beneficiarios inmediatos en caso de triunfar, muevan un dedo ni para firmar a su favor. Desde Jesús de Nazaret, larga es la historia del horror que han tenido que soportar los mejores cuando se han propuesto desde la verdad y la pureza espiritual señalar el camino de salida de la caverna en que vive la humanidad falta de luz, pues este mundo siempre estuvo y sigue estando en manos de los esbirros de la oscuridad demoniaca.

Sin embargo, tal es la manipulación y el grado de miseria moral a que se ha llegado en nuestras sociedades, que las masas durmientes apenas tuercen el gesto cuando los ricos y los mequetrefes que les representan decretan guerras, mandan bombardear familias que duermen o levantan muros para evitar a los pobres que se ven obligados por su culpa a abandonar sus tierras y a buscar amparo en sus dorados territorios. Cientos de miles de familias se agolpan en las fronteras del mundo rico causante de sus desgracias huyendo de la guerra, del infortunio y la desesperación y jugándose una vida probable para huir de una muerte segura, mientras el mundo rico les coloca alambradas y guardias, les dispara o les deporta si es que han conseguido colarse como desesperados polizones en uno de esos países del llamado primer mundo cuyos gobiernos se declaran sin titubear partidarios de los derechos humanos y hasta cristianos mientras les azuzan a los perros.

Los falsos buenos

Forman parte de las noticias diarias graves acontecimientos negativos propiciados, dirigidos o facilitados por esos falsos defensores de derechos humanos y cristianos. Por diversos motivos no hay un solo país que desconozca alguna de estas desgracias o todas ellas: violaciones de mujeres, asesinatos, pérdida de derechos sociales y laborales hasta llegar incluso a la esclavitud, represión policial, terrorismo de diversa intensidad y diversos orígenes, guerra, agresiones medioambientales y muchas cosas más, debidas todas ellas a que la codicia y el deseo de poder de los ricos dominadores de oriente y occidente ha sobrepasado toda medida. Y es a través del miedo, el terror, la tecnología y la manipulación doctrinal y mediática que estos pretenden tener en un puño todo aquello que pueda satisfacer sus criminales deseos. En consecuencia, las masas se convierten en víctimas y viven cada vez más empobrecidas, socialmente desamparadas, preocupadas, en estado de alarma, y cuando protestan masivamente porque no aguantan más presión son duramente reprimidas o mediatizadas para convertir las olas de protestas pacíficas en anécdotas sin mar de fondo y hasta sospechosas de terroristas. ¿ Y no lo es matar niños en Palestina, en Siria, en Irak, en Yemen? ¿ No es terrorismo obligar a millones de personas a huir de sus hogares destruidos para no poder volver ni hallar cobijo en ninguna parte? Por lo visto eso solo es política. Política, claro está: política terrorista. No solo es terrorismo colocarse un cinturón suicida y asesinar con él a otras personas por fanatismo religioso, o atropellar con un camión a pacíficos viandantes, o disparar contra ellos. Eso lo es, pero lo otro también. La diferencia es que el terrorismo de los gobiernos pretende disfrazarse de otra cosa, lo que le hace aún más despreciable.

Salgamos de esto

En estas condiciones no podemos menos que preguntarnos: ¿qué clase de porvenir es posible? Sabemos gracias a Cristo que un día llegará Su prometido Reino de Paz, y si lo queremos es preciso estar de Su parte y trabajar cada uno su interior y en su medio social para hacerlo posible cuanto antes, pues este mundo ya se ha convertido en un lugar peligroso. Se mire como se mire, esta civilización ha fracasado y en nuestras manos está tener otra. Es impensable un mundo mejor sin gentes mejores. Las gentes tenemos que renovar individualmente el modo de pensar, sentir y hacer que nos impide dar el salto que precisamos y evitar el desastre al que vamos encaminados de no dar ese salto. Si el viejo mundo es inhabitable, está claro que necesitamos cambiarlo por otro o perecer con él.