La iluminación espiritual

Pensamientos sobre sensibilidad

POR: JIDDU KRISHNAMURTI

Imagen; Pensamientos sobre sensibilidad; Jiddu Krishnamurti

LA SENSIBILIDAD

Ser sensible significa verse afectado, asimilar en uno.

Se hace indudable, que la sensibilidad es una de las cuestiones que hemos de plantearnos muy profundamente de forma seria y atendiendo a la manera en cómo ésta cualidad que así llamamos la contemplamos y la sentimos en el cerebro-organismo que somos cada ser humano, mujer o/y hombre. Se hace obvio que a partir del momento en que vamos tomando conciencia del cúmulo psíquico y el ego-céntrico que proyecta, la cuestión de la sensibilidad se convierte en algo muy diferente de cómo ahora la consideramos y entendemos.

Ser sensible significa verse afectado, asimilar en uno, señales que provienen de lo externo, aunque también de lo interno. Por ejemplo, los árboles son sensibles a la luz, pero también lo son a los materiales minerales y químicos que encuentran en la tierra donde desarrollan sus raíces. Son sensibles al agua, como toda la vida. También son sensibles a los cambios meteorológicos de la biosfera, la cual a su vez es sensible a toda otra serie de factores que a ella la configuran. En este sentido, todo lo que podemos encontrar en el universo en algún grado configurado, es sensible a lo que contribuye a configurarlo.

Y esto no se reduce al aspecto físico, sino que se extiende con mayor complejidad al aspecto psíquico, (que ahora únicamente atribuimos a los seres vivos), pero en nuestro caso, el ser humano, que es un nodo-anímico con acceso a la conciencia, la sensibilidad se manifiesta en la psique a través de su respuesta a la interrelacionalidad que ocurre entre lo envuelto y lo envolvente del nodo-anímico. Es esa misma sensibilidad y lo que discurre a través de ella lo que está configurando precisamente al propio nodo-anímico.

SENSIBILIDAD Y TOTALIDAD

En la sensibilidad hay dos pulsos interrelacionados e indivisos, uno es la recepción y otro la respuesta.

Algo se despliega en el campo de la conciencia, su procedencia puede sugerir ser más interna o externa, pero siempre es una combinación de ambas en un cierto grado, (de hecho no podríamos separarlas), y la respuesta que se produce en el cerebro-organismo, (en nuestro caso, pero esto ocurre en toda configuración), es el acto de sensibilidad. Cierta cosa o suceso ha afectado al nodo-anímico a través de su sensibilidad, acto que ha contribuido a cambiar en algún sentido al propio nodo-anímico, este cambio es la respuesta.

El cambio creacional ininterrumpible. Nada se puede eximir de esta interrelación que subyace en la misma esencia de todas las cosas, interrelacionalidad, envuelto-envolvente, recepción-respuesta, y menos todavía a medida que ascendemos por la espiral de la complejidad que siempre será creciente en la medida que profundicemos, a su vez en igual medida, la sensibilidad se tornará más profunda. En este acto de sensibilidad estamos imbuidos tanto si se nos hace evidente como si se nos mantiene inconsciente.

Todo en la creación está sintiendo a través de la sensibilidad, y al mismo tiempo nada puede eximirse de ser sensible. Y si bien vemos una graduación de sensibilidad en las cosas, que se extiende a través de la regla inerte-vivo, ascendiendo hasta llegar a la configuración más compleja, el ser humano, el completo campo es indivisible, pues precisamente esta alta complejidad que significa el nodo-anímico ser humano se constituye del completo conjunto sin el cual no existiría. Sentir y ser sensible es el acto de la totalidad.

LOS HÁBITOS

La sensibilidad no existe en el hábito.

EL MITO

Sensibilidad más allá del mito.

A través de la historia hemos desarrollado múltiples esquemas de lo que la bondad significa, diversas concepciones, sin embargo no vivimos en la bondad. Se hace obvio que hay seres humanos que sí discurren en ella, pero cuando uno observa el comportamiento social en su conjunto, la carencia de bondad se hace patente. Así podemos decir que la bondad está muy amagada.

Las religiones han acompañado esta cualidad imponiéndole el miedo, el tándem premio-castigo, de lo que se hace evidente que no puede fluir bondad ninguna. Las políticas, han intentado lo mismo, pero han terminado decantándose por lo que es necesario, dejando muy al margen la cualidad bondadosa. La ética y la moral social se han convertido más en una técnica normativa, que no en lo que auténticamente son esas cogniciones, una revelación interior en el nodo-anímico de flujo indiviso con lo envolvente. Dicho de manera familiar, individuo-sociedad en un par inseparable.

Si a esta situación le agregamos el hecho de que el ego-céntrico únicamente conoce el sentimentalismo, resultante de vivir exclusivamente en el pasado, (si es que en el pasado hay vida), podemos apreciar que la bondad, (y da vergüenza decirlo), se ha convertido en algo mojigato que no se tiene en cuenta, ya que la realización proviene de la competencia de la que precisamente se desprende la crueldad, que significa ausencia de bondad. Como ocurre con las cualidades profundas y primigenias en la creación, hemos de descubrirlas a cada paso, pues ellas fluyen con la vida, nunca pueden ser un recuerdo.

Hemos perdido la noción, aunque dudamos que a nivel social alguna vez la tuviéramos, de que la bondad y la creatividad son inseparables, de la misma manera que la crueldad es destructora. Y estas dos cualidades no son polares. Las cosas que son polares existen en el mismo instante, y cuando hay crueldad no puede haber bondad. La bondad es la sensibilidad libre de los sentidos en la que no hay interés propio. La crueldad es una restricción de los sentidos encaminada al interés propio. Aunque estas abismalmente diferentes cualidades las estemos describiendo juntas, no las estamos comparando entre ellas, pues precisamente por su tremenda diferencia no podemos hacerlo.

Es la mente guiada por el ego-céntrico, que se alimenta de mitología, lo que él mismo es, que proyecta polaridad donde no existe. Es cuando comenzamos a comprender que la creatividad es un acto en la bondad, que la sensibilidad puede fluir más allá del mito, ya que cuando hay mito no hay sensibilidad ninguna. No hay creatividad en la crueldad. Es desde esta perspectiva perceptiva, entonces, que nos podemos plantear el acto de educación, en la que el adulto enseña, muestra, el desplegar de la sensibilidad en sí mismo, de la que los niños y jóvenes, por vibración conjunta, aprehenden a despertarla en ellos por sí mismos. En ese flujo la creatividad discurre, y la bondad se hace patente.

Nace entonces un sentimiento en ellos de concordancia en ellos mismos y con el grupo completo. El despertar de la mente está activo. Sin embargo, veámoslo por contraste, cuando lo que discurre en el acto de educación, es la dureza del programa, de la técnica, de la norma, se hace claro que la creatividad ha sido restringida, podada, de hecho, interrumpida. Esto es muy sencillo y la mayoría lo sabemos cuando le prestamos atención, pero no lo hacemos, lo más importante para nosotros es el uno mismo, y pasamos de esta verdad ocultándola. Si el niño se desarrolla en la bondad y la paz, el afecto, no solo aprehende mucho mejor el conocimiento técnico, sino que se mantiene en lo que siempre es un ser humano, un desplegamiento en la mente de la creatividad implícita y explícita en la creación que somos, siempre vibrante y tendiendo a lo nuevo. Cosa, que ahora atrapados en el mito y la falta de sensibilidad no puede producirse.


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